1- El recién llegado

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Apenas podía creer mi mala suerte. No solo había perdido mi trabajo a causa de la reciente prohibición de usar magia, si no que había dado comienzo una especie de "caza de brujas" por el temor absurdo de una rebelión. Siendo así me vi en la necesidad de huir al país vecino y empezar una nueva vida.
Después de un viaje de cuatro días llegué a Stadt, una ciudad preciosa que estaba al sur del bosque Verloren, famoso por las historias de monstruos que contaban los campesinos de la zona.
Me dirigí a una taberna para reponerme del viaje y a la vez empezar a buscar un trabajo para comenzar mi nueva vida.
Llevaba unos diez minutos en la barra cuando la persona que estaba a unos metros de mi comenzó a hablar muy fuerte con la tabernera.
-Pero como se atreven a echarme de esa manera!- Dijo el hombre que obviamente estaba en un estado de embriaguez muy lamentable.
-Ese maldito mocoso de mierda me las pagará. Todo este lío fue su culpa y el que acabó en la calle fui yo!
Se puso de pie y tambaleándose se subió a una mesa. Todos los que estábamos allí nos quedamos mirándolo a la espera de su siguiente movimiento. El borracho alzó su jarra casi vacía y gritó:
-Brindo por el próximo idiota que ocupe mi puesto!
Dicho esto de un trago acabó su bebida y tras cinco segundos de silencio lanzó un sonoro eructo y cayó de espaldas como si fuera un saco de patatas. Acto seguido todo el mundo siguió con lo que estaba haciendo.
Yo me quede pensativo mientras miraba como el dueño del local se lleva al borracho afuera para espabilarlo un poco.
-Disculpa! -dije para que la tabernera se acercase -De que trabajo hablaba ese tipo?
La tabernera sonrió y casi susurrando me contó que en la ciudad había una familia noble con una hija y un hijo. Todos eran muy respetados pero el hijo era una excepción ya que cualquiera que trabajase para el acababa en malos términos.

Dicho esto me entró mas curiosidad de la que ya tenía y le pedí que me indicase la dirección de la mansión que, tras treinta minutos de búsqueda encontré.
Jamás había visto edificación semejante. Ante mi se alzaba un majestuoso jardín en el que habían flores muy hermosas de todos los colores, al caminar dentro del jardín se percibía un delicioso aroma que te hacia sentir vivo. Caminaba despacio embobado por la belleza del lugar cuando de pronto sentí un golpe en la pierna, me giré rápidamente y vi una bola de pelo girando sobre si misma y ladrando. La atrapé y sonreí al ver al pequeño perro moviendo sus patitas en el aire.
-Oye tu! Bajando las escaleras de la mansión había una joven. Mientras caminaba hacia mi me habló.
-Quién eres? Y que has venido a hacer?
Mas que enfadada por mi intrusión parecía sorprendida. Su expresión hacia ver aun mejor sus ojos azules, su cabello pelirrojo ondeaba mientras se acercaba y cuando llegó a mi posición me di cuenta de que tenia unas cuantas pecas que le hacían tener una cara casi de muñeca.
-He oído que quizás haya un trabajo disponible aquí.- Le dije mientras me arrebataba al perro de las manos.
-Vaya, si que ha sido rápido. Ven, mi padre es quien ha de decidir si alguien trabaja en casa. -Dicho esto dió media vuelta y comenzó a caminar hacia la mansión. La seguí hasta adentro y me hizo esperar en el vestíbulo. Al poco apareció el padre de la chica. Su figura era recia y de semblante serio. Se acercó a mi y lejos de lo que esperaba me agarro del brazo y comenzó a llevarme escaleras arriba donde al parecer estaban las habitaciones. Mientras andábamos a toda velocidad el hombre me explicaba cosas.
-Tendrás alojamiento y comida además de tu sueldo, pero si deseas trabajar aquí has de ser una persona de moral fuerte. Muchos lo han intentado pero todos fracasaron.
El señor Aldous Goldstein (así se llamaba) parecía algo desesperado por la situación tanto que me sentí inquieto. Frené en seco y el señor Goldstein me miro.
-Perdone pero que clase de trabajo he de realizar? -mi pregunta no fue respondida. Volvió a tomarme del brazo y me hizo pasar a lo que parecía un area de descanso para el servicio, ya que se encontraban tres sirvientas hablando con el mayordomo de la casa mientras tomaban algo de desayuno.
Nada mas ver al señor Goldstein todos se pusieron en pie y saludaron cortésmente.
Si si, buenos días- Su tono era apremiante y mirando al mayordomo dijo. -Sebastian, este chico es nuevo. Trabajara de ayuda de cámara de Roger. Explícale todo lo que tiene que saber y ponlo a trabajar.
Después de decir todo eso desapareció tras la puerta.
El mayordomo me saludó y mientras me daba mi uniforme me explico que mi trabajo consistía en despertar, asear y vestir al señorito Roger por la mañana, y cuando este acabase sus clases debía hacerle compañía hasta la hora de la cena. Por la noche no tenia obligaciones así que podía relajarme. Me enseñó la que iba a ser mi habitación y quedé sorprendido ya que era un lugar demasiado lujoso para el servicio pero al parecer era lo normal. Cuando estuve vestido Sebastian me dijo que si tenia alguna duda siempre acudiese a el y me señaló la puerta que había al lado de mi habitación.
-Ah! Esa es tu habitación. - le dije.
- Estas equivocado Alais. Esa de ahí es la habitación de Roger. Si me necesitas estaré abajo... suerte.

Me planté delante de la puerta de Roger, tome aire y pensé -bueno, un niño no debe ser problema para un mago como yo, aunque no debo usar magia si no quiero que me descubran.
Abrí la puerta lentamente, estaba todo en penumbra ya que la cortina estaba cerrada y solo un pequeño halo de luz se colaba por estas. Me acerque a una cama enorme en la que apenas podía ver algo y me dispuse a despertar al pequeño cuando mis ojos por fin se adaptaron a la oscuridad de la habitación y me quedé petrificado.
El pequeño Roger era ni mas ni menos un apuesto joven de unos dieciocho años y que para mi pesar, ESTABA TOTALMENTE DESNUDO!

Mi SeñorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora