La mañana llegó y desperté en la misma posición en la que me había dormido la noche anterior. Los recuerdos del pasado de Roger aún rondaban mi cabeza. Estaba seguro de que ese cristal era el porque de todo lo que había sucedido, y debía encontrar una forma para que nada le ocurriese a él.
Me levanté y me fui directo a la ducha. Cuando hube acabado de arreglarme me dirigí a la puerta contigua para despertar a Roger. Respiré hondo y abrí la puerta de la habitación despacio para no hacer ningún ruido. Aparentemente se encontraba dormido, la sabana lo cubría por completo y no se veía movimiento alguno. Me acerqué a la cama rápidamente temiendo que algo le hubiese sucedido, tiré de la sabana tan fuerte que acabó en el suelo, toqué su cara y estaba fría. ¿Sería posible que lo que hice anoche saliese mal?
-Despierta... despierta por favor Roger. - mis ojos se llenaron de lagrimas y comenzaron a caer sobre la piel del pelirrojo, tomé su mano izquierda y apretándola en mi pecho seguí derramando lagrimas.
-¿Por que lloras pequeño?
-iRoger estás bien! - dije con un nudo en la garganta y me lancé a sus brazos. -Ayer hice algo mientras dormías y...
-Lo sé todo Alais. No estaba dormido y también vi lo que tu vistes.- comenzó a acariciarme el pelo y yo me quedé quieto, no sabía como podría mirarle ahora a los ojos después de lo que hice, y para colmo el lo sintió todo.
-Lo siento, lo siento tanto. No lo volveré a hacer esas cosas jamás.
Roger me cogió de los hombros, me tiró en la cama y se puso sobre mi. Me miró a los ojos y me besó muy dulcemente.
-Quiero volver a sentir tu cuerpo desnudo como ayer. Lo quiero todo de ti. -Roger era serio en lo que me estaba diciendo, sentía que yo también lo quería todo de el.
-Roger, yo...
-Silencio. -dijo el dirigiendo su mirada a la puerta.
A lo lejos se llegaban a oír pasos que iban intensificandose. Roger me miró y entendí que tendría que hacer uso de mi magia nuevamente.
Las puertas de la habitación se abrieron de par en par y apareció la figura del señor Goldstein. Éste parecía excitado por algún motivo. Por suerte mi magia había cumplido su cometido, Roger estaba vestido y yo a su lado como si todo fuera parte de la rutina que llevábamos cada día.-Hijo, me han surgido unos asuntos que he de atender en la capital, así que estaré ausente todo el fin de semana. Sebastian me acompañará, por lo tanto te quedas al cuidado de la casa y del personal. Partiremos al medio día.
Habiendo dicho esto, el señor Goldstein salió de la habitación tan sonriente que Roger y yo nos miramos sorprendidos.
-¿Que es lo que le hará tan feliz?
-Ni idea, pero eso significa que este fin de semana no tendremos interrupciones sorpresa. -dijo esto mientras me rodeaba con sus brazos y mi cara se tornaba de color rojo.* * *
La mañana transcurrió tranquila mientras Roger estaba en sus horas de estudio. Y a las once comenzaron los preparativos del carruaje para la partida del señor Goldstein y de Sebastian. Al llegar las doce todo el servicio estaba alineado fuera de la casa para despedir al señor. Roger y Erika se acercaron a su padre, la chica lo abrazó fuertemente y el señor Goldstein besó su frente mientras le sonreía. Roger también abrazó a su padre y éste le dijo algo al oído, al separarse ambos sonrieron con complicidad.
Roger se puso a mi lado mientras veíamos partir el carruaje. Una vez que éste se perdió de vista todos volvimos a nuestros quehaceres.
Roger y yo fuimos al estanque que había en la parte trasera de la mansión y nos sentamos en un banco de piedra. El día era esplendido, no había ni una nube en el cielo, la pequeña cascada del estanque emitía un sonido relajante y una suave brisa corría haciendo que las ramas del sauce que estaba a nuestras espaldas se mecieran. Cerré los ojos e inspiré hondo, todo era tan tranquilo...

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Mi Señor
SonstigesEn los tiempos que corren hacer magia está prohibido. La única forma que Alais tenía de ganarse la vida es delito. Teniendo que huir al reino vecino, en el cual nadie lo conoce, comienza de cero pero esta vez como sirviente de la noble familia Golds...