15-Preludio

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Desperté justo cuando comenzaba a amanecer. La noche anterior no habíamos cerrado las cortinas y podía ver el cielo, aún estaba algo nublado.

A mi lado, abrazando mi cuerpo todavía desnudo se encontraba Roger. Después de que anoche nos entregamos el uno al otro, nos quedamos dormidos en la enorme cama de mi joven amante.

Sentía calidez estando a su lado, su cara estaba a escasos centímetros de mi, tras acariciar su precioso pelo rojo besé sus labios suavemente. Al separarme un poco vi como abría los ojos dejándome ver el hechizante color que estos tenían .

-Buenos días. -le dije en voz baja.

-Buenos días. - esbozó una sonrisa tan dulce que me hizo ver todo lo que sentía hacia mí.

Nos quedamos en la cama un rato más, entre caricias y besos hasta que los primeros rayos de sol entraron por la ventana. Roger se levantó y me cogió en brazos.

-¡Ey! ¿que haces? -le pregunté mientras me aferraba a su cuello para no caerme.

-Hoy nos vamos a duchar juntos. - me besó y me llevó al baño.

Una vez estuvimos dentro de la ducha este abrió el grifo y el agua comenzó a caer sobre nosotros. Roger no dejaba de acariciar mi cuerpo desnudo y me besaba como si ese fuera el último momento que podíamos pasar juntos en mucho tiempo. Yo le devolvía cada beso y caricia, le miraba a los ojos y no podía evitar sonreír, por una extraña razón su presencia me daba mucha seguridad.

La mañana transcurrió tranquila, y Erika regresó acompañada de Jezel y el hijo de ésta que tenía un año más que la joven, la cual venía resplandeciente y con una actitud muy positiva.

Poco después el carruaje del señor Goldstein llegó. Todo el servicio salió a recibirlo además de sus hijos. Todos parecían tranquilos, sonreían y comentaban como habían ido sus respectivos fines de semana. Aunque a medida que la tarde iba llegando los ánimos se convirtieron en tensión. Entre las criadas se notaba un nerviosismo en aumento y al caer la noche Sebastian mandó llamar a todo el servicio incluido los que se encargaban de la cocina.

-Bien, como sabéis perfectamente la señora Goldstein llegará mañana temprano. Igual que cada vez que viene os informo de que, aunque podáis estar nerviosos e incluso asustados, debéis actuar con total normalidad. No hagáis ruidos raros e intentad no llorar. Si, Ángela, lo digo por ti. - la chica agachó la cabeza algo avergonzada- Tratar de respirar hondo y saludar a la señora con una sonrisa y cuando la estéis sirviendo intentar no permanecer más tiempo del necesario en la misma sala.

Cuando el mayordomo terminó de hablar todos se levantaron y salieron de la sala comentando algo en voz baja. Sebastian se acercó a mí, posó su mano en mi hombro y lo miré aún sin creer que la madre de Roger fuera tan dura como sus palabras me hicieron pensar.

Regresé a mi habitación y para mi sorpresa Roger me estaba esperando dentro. Le sonreí cuando sus ojos se posaron en mí y él se me acercó quedándose a escasos centímetros. Nos miramos por unos segundos hasta que no pudimos resistirnos a unir nuestros labios en un beso que derrochaba pasión, sentía sus manos recorriéndome la espalda y enredando a veces sus dedos en mi pelo. Cuando nos separamos para tomar aire nos tomamos las manos, pero él parecía preocupado.

-Roger, ¿sucede algo?- guardó silencio por un momento y tras suspirar fuertemente me habló.

-Esto se va a complicar a partir de mañana. No creo que te separen de mí ya que te contrataron para estar a mi lado día y noche, pero si se diese la situación en la que debemos alejarnos intenta permanecer al lado de alguien, quien sea, pero nunca quedes a solas con mi madre. Se de lo que es capaz y no deseo que te pase nada.

Su cara no dejaba duda alguna de la preocupación que éste albergaba, así que le insistí en dar un paseo por el jardín para que se relajara.

Una vez afuera comenzamos a andar entre los macizos de flores que decoraban el lugar. Afuera reinaba el silencio y estaba bastante oscuro, así que me atreví a tomar la mano de Roger sin miedo a que nadie nos viese. Al notar mi mano él me correspondió al momento y casi sin darme cuenta me estaba guiando por el inmenso jardín hasta que apenas pude distinguir las tenues luces de la entrada de la mansión.

Por fin paramos, casi no podía ver su cara así que me acerqué a él y tomé su rostro entre mis manos.

-Todo va a estar bien, no te preocupes por nada. 

Volvimos a la mansión después de un rato, en el que nos dedicamos a besarnos y acariciarnos mutuamente ya que, durante la estancia de la señora Goldstein tendríamos que contenernos.

Solo quedaban unas horas para que la paz y la armonía que reinaba siempre en la mansión se convirtieran en un caos.

Hacía siglos que tenía este capítulo terminado y no se por que no lo subí.

Siento mucho la inactividad pero es que mi mente es un caos y no se como seguir con esto. Intentaré volver a escribir... pero no prometo nada :(

Mi SeñorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora