Capítulo 7

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¿Cómo luce el infierno? Para alguien con brontofobia, estar prácticamente al aire libre en medio de una tormenta, lucía muy parecido a eso.

Estaba sentada en el auto de Alex, temblando no solo de frío y con el corazón amenazando con salirse del mi pecho. Él no había dicho nada burlón ni molesto, simplemente había puesto música a todo volumen, pero eso solo me hizo sentir aun peor, como si los truenos creyeran que le hacíamos competencia o se enojaran por ser ignorados; así que le pedí que lo apagara.

Estábamos en silencio, yo me encontraba tensa, a la espera de los gritos monstruosos de las nubes.

-Emma- sentí la mano de Alex deslizarse por mi brazo -Estas helada- lo miré

-Estoy bien

-Claro que no- dijo antes de pasarse al asiento trasero -Ven aquí

Otro trueno retumbo en el cielo y cubrí mis oídos con las manos. Cuando terminó me pasé al asiento trasero también.

Mis ojos no se apartaban de la ventana, la lluvia no cesaba.

-Emma- dijo para llamar mi atención, lo miré y se acercó más, su pierna tocaba la mía, contuve el aliento mientras el pasaba su brazo alrededor de mis hombros y nos acomodaba para que pudiera abrazarme

Ninguno de los dos habló, ya no solo estaba tensa por los truenos, sino también por la cercanía de Alex; pronto empecé a tener menos frío, pero aun así no pude relajarme.

Hay ocasiones en las que las tormentas empiezan fuerte para terminar siendo una suave llovizna, pero hay otras veces, en las que comienzan fuerte para solo empeorar. Y eso fue justamente lo que sucedió.

Me estaba volviendo loca en ese maldito auto, y estaba volviendo loco a Alex también.

-Emma, tranquilízate- dijo por lo que parecía la milésima vez

Un rayo iluminó el cielo y supe que su querido acompañante, no decepcionaría.

Entonces Alex me jalo hacia él y presiono sus labios contra los míos

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Entonces Alex me jalo hacia él y presiono sus labios contra los míos. Trueno. Temblé, aunque no estaba segura de sí fue por el trueno o por los labios de Alex. Él no me soltó, me sujetó de las mejillas y me beso profundamente, entrelazando su lengua con la mía; no podía pensar, no podía detenerme, no quería detenerme. Sus labios eran suaves y lo suficientemente carnosos como para llevarte al cielo. Mi estómago no dejaba de dar vuelcos, como si estuviera bailando el maldito Harlem Shake, mis manos se habían enterrado en su cabello, húmedo pero suave, recordé cuantas veces había deseado hacerlo y ahí estaba, sus rizos más perfectos al tacto de lo que imaginé; mi cuerpo hormigueaba, mi corazón latía desbocado, nuestras respiraciones estaban aceleradas. Juntos éramos una tormenta.

Mis dedos se habían enredado en los risos que bajaban por su nuca; en algún momento me coloqué a horcajadas de él y sus manos recorrieron mi espalda. Trueno. El me pego más a su cuerpo, como si pudiera protegerme de cualquier cosa y así lo sentía.

Estupidamente EnamoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora