Febrero, miércoles. 10 o 100

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Asomo la mano para que se roce con el viento

para notar el movimiento,

para que se hiele y te eche de menos.


Siempre fuiste fría, pero te quejabas

de mi presencia inerte y

de mis escasas ganas de vivir.


Es lo que pasa si dejas que las telarañas

ocupen descuidadamente mis tornillos y tuercas

junto a la compañía de la peor de las tormentas.


Que me oxido y que me lleno de recuerdos.


Empecé a ser creyente cuando comprobé

que las segundas oportunidades solamente sirven

para que la flecha se te adhiera más.


Y para que la sangre deje de caminar

y que los vasos sanguíneos queden tan secos

como mis ojos

tras tanto llorar.


100 palabras que solamente pueden traducirse en una verdad.


Que el dolor es más bonito si tú me muerdes

y que la sangre parece que sale en forma de corazón

cuando eres tú quien la empuja para salir.


Que incluso los moratones me hacen más atractivo

y las cicatrices me hacen más joven y valiente.


Eso sí, quiero que después de la pelea me pongas tú las tiritas.


Y que si paso frío, me escondas bajo la manta.

Y entre risas me la quite,

y te busque con la mirada

y no estés.

Y que se me borre la sonrisa como cuando se borra

una huella en la nieve o en la arena.

Y que me arrastre y me congele el viento

solamente para echarte de menos

como todos los febreros

o todos los meses.

Como todos los miércoles

o como todos los días.

Las lágrimas también duermenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora