Los tres acababan de dejar las maletas en el cuarto del hotel cuando Aaron empezó a corretear por la habitación pidiendo ir a la playa para hacer castillos en la arena. Por lo que sin perder tiempo se cambiaron la ropa que llevaban, se pusieron los trajes de baño y de la mano bajaron a la playa como la familia unida que habían sido al principio y que intentaban volver a ser.
A Vannesa estaba incomoda por las miradas lascivas que le daban algunos de los clientes del hotel, y lo que mas odiaba, es que incluso hombres que podían ser su padre la miraran así. Por otro lado Larry quería ir y partir les la cara a cada uno de ellos, pero se contenía por no dar un espectáculo delante de su hijo. Es que ya ni siquiera respetaban a una mujer que va con su marido y su hijo.
Al llegar a la playa Larry pidió al mozo de las tumbonas que le preparara tres, mientras Vannesa comenzaba a untar el cuerpo de Aaron en crema solar pues el niño tenía tantas ganas de ir a jugar que después iba a ser imposible. Cuando el mozo de las tumbonas terminó se retiró después de que Larry le diera algo de propina. Larry se acomodó en la tumbona de la derecha, a Aaron lo colocaron en la tumbona del centro y Vannesa a la izquierda, pero padre e hijo no aguantaron mucho tiempo sentados en ellas, ya que Aaron insistía en hacer castillos en la arena junto a su padre. Finalmente Larry aceptó la idea de su hijo y se levantó para ir detrás de él, no sin antes despedirse de su mujer con un beso.
Vannesa los veía jugar en la arena desde la tumbona y no podía ni quería borrar de su cara la sonrisa de felicidad que tenía plasmada en la cara. De repente, un chico de mas o menos su edad se acercó a ella y se sentó en la tumbona que pertenecía a su hijo.
– Hola-. Le dijo el desconocido.
– Hola, ¿Nos conocemos de algo?
– Mmm... No, creo que no. Yo nunca olvidaría una cara como la tuya. Por cierto, soy Nathaniel ¿Y tú?
– Yo soy Vannesa, y soy una mujer felizmente casada y con un hermoso hijo-. Dijo mientras señalaba a su hijo y marido. Este último no les quitaba la vista de encima mientras fruncía el ceño.
– ¡Oh! Ya veo, entonces será mejor que me retire, no quiero despertar los celos de tu marido. Ha sido un placer conocerte. Adiós
– Emms... Si claro, lo mismo digo. Adiós.
Sin decir nada mas el chico desapareció de su vista, al mismo tiempo que su marido se dirigía hacia ella con su hijo en brazos, el cual no dejaba de reír puesto que Larry lo traía haciendo el avión.
– Te dejo sola unos minutos y ya estas ligando-. Le recrimina Larry de broma.
– Para que veas que no solo tú e encuentras atractiva. Pero oye, no sé porque, pero al decirle que estaba casada y con un hijo ha salido huyendo-. Dijo Vannesa haciéndose la ofendida, a la vez que Larry explotaba en una carcajada.
– No lo sé, a mi me daría igual si estuvieras casada. Nunca perdería una oportunidad como la que ha tenido ese chico de ligar contigo.
– Entonces...-. Empezó a decir Vannesa con el dedo sobre sus labios-. No te importará que yo me vaya a ligar con ese chico mientras tú cuidas de nuestro hijo ¿Verdad?
Larry la miró con los ojos abiertos como platós, y poco a poco su semblante fue cambiando hasta adoptar uno casi intimidan te, por lo que en esta ocasión fue Vannesa la que rompió a reír a carcajadas.
– Si, si. Muy graciosa querida esposa-. Dijo Larry sentándose en la tumbona de su hijo y echándose para delante para poder unir sus labios con los de su mujer-. Lo malo querida esposa, es que si hubiera seguido ligando contigo, se habría ido derecho al hospital. Porque a diferencia de otros hombres, yo cuido de lo que es mio.
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Sin Confianza NO queda nada
RomanceVannesa Ferguson tiene 23 y desde que se casó tres años atrás tras quedarse embarazada su vida se ha convertido en una rutina diaria que la aburre. Su marido es un gran empresario y trabaja hasta tarde por lo que apenas tiene tiempo para ella y para...