Capitulo 12

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Una semana después del secuestro tras la marcha de su marido para la empresa, Vannesa y Aaron salieron de casa junto a los guardaespaldas. En primer lugar dejaron al pequeño en el colegio, a continuación se dirigieron hacia la cafetería, Vannesa quería supervisar las obras, puesto que después del secuestro Larry no la dejó salir de casa durante toda la semana y el estuvo con ella todo el tiempo. Habían ido a la playa, al parque de atracciones y al cine para ver El Viaje de Arlo, ya que Aaron llevaba tiempo pidiendo ver la película.

Pero ahora ya se encontraba mejor, y quería retomar la vida tal cual la llevaba antes. El juicio contra James sería en unos días, y mientras tanto el estaría en prisión, por lo que no tenía de que preocuparse. Al llegar al restaurante su socio la recibió con un gran abrazo, todos sabían del secuestro ya que la prensa se había enterado de los fraudes que James había cometido y se habían enterado del secuestro por casualidad. La reputación de James estaba por los suelos, pero a Vannesa y a los demás le daba pena su familia, los negocios de su padre se estaban yendo a pique ya que muchos de sus clientes al enterarse de lo que su hijo había hecho estaban cancelando todos los tratos con él. Por otro lado Larry viendo el problema en el que estaba había comenzado a ayudar al padre de James con los clientes y había conseguido que alguno de ellos aceptaran hacer negocios con ellos, pero no todos creyeron en él. Los clientes que habían aceptado alegaban que si Larry se arriesgaba a hacer negocios con el padre de su antiguo amigo era porque era de fiarse, pero como todo en este mundo, no todas las personas pensaban así.

Una vez comprobó que las obras de la cafetería estaban bien decidió marcharse a su última parada y después volver a casa, puesto que tenía que preparar la comida y ese día era una comida especial, su niño, su pequeño cumplía años. No podía creerse que el tiempo pasara tan rápido, siempre había escuchado a la gente decir el tiempo pasa rápido, pero hasta que no tienes a tu propio hijo no te das cuenta de cuan rápido pasa. Ella todavía recordaba como se sintió cuando se enteró que estaba embarazada, su primera ecografía, la primera vez que escuchó el latido de su corazón, el día que lo pudo sostener por primera vez en sus brazos, su primera palabra, sus primeros pasos, y ahora su pequeño cumplía cuatro años.

Después de ir al supermercado regresó a casa para comenzar a preparar la comida preferida de su hijo la lasaña. La primera vez que la había probado se había manchado de tomate toda la cara, tenía tomate hasta en el nacimiento del cabello, Vannesa no podía ocultar una sonrisa al pensar en como se ponía su hijo de tomate aún ahora. Una vez hizo el relleno de la lasaña, comenzó a preparar la mezcla del pastel con el cual su pequeño soplaría sus cuatro velas. La tarta era la obviamente la favorita de su hijo, tarta de queso fresco con una base de galleta y mermelada de frambuesa por encima.

Una vez metió la mezcla en la nevera para que solidificara comenzó a cocer la pasta de la lasaña para después rellenarla y meterla al horno. Cuando terminó con las tres bandejas de lasaña que preparó decidió darse una ducha y arreglarse un poco ya que hoy todos irían a comer a casa para celebrar en familia el cumpleaños. Vannesa entró al baño y llenó la bañera, hacía tiempo que no se daba un baño en condiciones y ahora que tenía tiempo ya que Larry pasaba a por Aaron en la escuela podía darse ese deseado baño tranquilamente ya que no tenía mas que hacer.

Una hora después los invitados iban llegando, en primer lugar llegó su suegra Ingrid con un gran regalo en sus brazos, después llegaron Meri, Alex y Jessica, cada uno con un regalo en sus brazos, aunque el de Alex era bastante grande. Vannesa les indicó que podían pasar al salón junto a Ingrid, y esperar a que el cumpleañero y su padre llegarán. Diez minutos después la puerta se abrió y un emocionado Aaron entro como un vendaval por ella y se arrojó a los brazos de su madre, la cual lo recibió encantada.

– Mida mami-. Le dijo Aaron mostrando le una corona verde de cartulina.

– ¡Que bonita! ¿Quién te la dio?

Sin Confianza NO queda nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora