Capítulo 25.

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Celos en San valentín. 


Cuándo ya estamos rotos, ¿Podemos rompernos más? 

Oh, claro que sí.

Era más de media noche y la sala común estaba deshabitada. Tenía un par de días encerrándome en el baño, en mi cuarto cuando estaba vacío, y en la noche que era difícil buscar un sitio para llorar, me bajaba a la sala común desierta por todo el alumnado. Lloraba en silencio y amargo, como esa noche. No quería que fuera el día siguiente; san valentín. Me terminaría de morir al ver a todo el mundo abrazándose, y besándose en la oscuridad. ¡Qué envidia! Y qué recuerdos los que me abordarían. Terminaría asesinada, en definitiva.

Matt no sabía nada. Mentía con un poco más de frecuencia sobre mi estado, sí a mí no me importaba lo que me sucedía, ¿Por qué preocuparlo a él? Pasé saliva por el nudo de mi garganta. Tomé un cojín mullido y lo abracé contra mi pecho; la chimenea calentaba mis pies, pero no el frío de mi corazón. Remus era el nombre de mi asesino, de mi salvador, y mi desdicha.  Al mero recuerdo las lágrimas fluían solas. Cada gota me resquebrajaba un poquito más mi corazón. Cada gota llevaba su nombre, su aroma y piel.

No volví a sus clases como lo prometí. Ir sería amarr el dolor, y vaya que sí detestaba sentirme así. Sólo ansiaba que todo terminase, las clases, los profesores, los malos amigos y la vida...

Sollocé con un poco de fuerza, apretando mis ojos. Aferré la almohada con las uñas hasta que las manos me dolieron. Debí de haberme preparado para todo eso, pero cuando uno se enamora no se puede preparar nada más que para amar. Seguí llorando con  más  fuerza, sintiéndome más márchita con cada lágrima, con cada palabra...

— ¿Charlotte? —Al oír mi nombre me apuré a pasarme las manos con torpeza por los ojos—. Charlotte, ¿Qué pasa? —La figura imponente y gigante de Zack se colocó frente a mí. Justo lo que necesitaba...

—Nada, Zack —contesté, apurada. Cielos, mi voz estaba demás de chillona. Con la visión borrosa me fijé que andaba con el uniforme mal fajado, el cabello despeinado y despedía un intenso olor a sudor y aroma muy masculino. 

—Pero sí estás llorando —se arrodilló para quedar a mi altura—, ¿Por qué? 

—Asuntos míos —No compartiría mi vida amorosa con un gran baboso, como él—, sí no te molesta, quiero estar sola.

Zack lejos de irse, se quedó plantado ahí. Sus ojos azules verdosos me quemaban. No quería sentirlos, porque podía percibir como me regañaban de forma silenciosa. Hice un puchero con la barbilla; rompería en llanto en cualquier momento y no quería que me viese él. Todos, menos él.

— ¿Qué esperas para irte? —le reproché.

—No me iré —posó una de sus manos rasposas en mi mejilla. No soportaba el contacto físico, pero no tenía fuerzas para alejarlo o alejarme—. Has estado llorando, Charlotte. Tus ojos están hundidos.

—Eso a ti no te interesa, ¡Vete! —grité, tirándole el cojín encima y hundiendo mi rostro en mis manos. No pude reprimir un sollozo, y me  insulté a mi misma. ¿Porque, Merlín?

—No me iré —replicó con voz grave—. No hasta que me digas porque me odias.

—No te odio —alcé el rostro, sintiéndo las lágrimas resbalarse solas—. No seas estúpido, Sharkey. Odiar es una palabra muy fuerte.

— ¿Entonces porque me rechazas? —su barbilla formó un puchero—. Te aseguro que sí fueras mi novia, no te haría llorar así como lo hace ese tipo.

Cómo conquistar al profesor Remus J. Lupin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora