Instintos.
— ¡Tú eres mía!
El grito que el licántropo dio bien pudo haberse escuchado hasta el siguiente país. De forma incontrolable se abalanzó contra la chica castaña, y la arrempujó contra la pared que había detrás. Ese instinto animal sólo lo conocía en sus noches de luna llena, pero ahora lo llenaba como ser humano. Era una mezcla de ardor, pasión y otro sentimiento tierno que no podía identificar. Sólo tenía en mente una cosa; sentirla. Quería pasar sus manos por toda su piel y sentir la calidez que emanaba. Su boca chocaba con torpeza contra la de ella; mordía, rasguñaba, y amaba de forma torpe.
—Remus... —suspiró ella. El aludido dejó escapar un gemido ronco; su nombre en sus labios era como el paraíso—. Yo... te amo.
El hombre alzó la cara, quedando frente a frente con la de ella; estaba sudorosa, sus ojos cerrados y el rostro contraído.
—Yo también, Charlotte —besó sus labios de nuevo con frenesí. La pegó lo más que pudo contra la pared y apretó su cintura con ambas manos.
—Te amo, te amo —la voz de Charlotte poco a poco fue distorsionándose.
—Yo también te amo, bésame... Bésame más.
—No porque tú aliento huele peor que el hocico de un troll —Remus frunció el ceño ante la respuesta y abrió los ojos; estaba en la casa de los gritos. Sudaba con fuerza, y a su lado cerca de su oído estaba el mugriento de Sirius con una sonrisa divertida en sus labios.
Remus rodó los ojos. Soltó un suspiro viéndose la ropa desgarrada, y aliviado, ya que había sido el último día de luna llena.
— ¡Pero que interesantes nuevas pesadillas tenemos, Lunático! —Sirius se levantó del camastro, y señaló la entrepierna del licántropo con un dedo. Remus soltó un suspiro; no le pasaba desde que era un adolescente.
—Es normal —se excusó, poniéndose en pie con pesadez.
—Era normal cuando tenías diecisiete —replicó Sirius, rascándose el cabello—, yo por ejemplo. Me pasaba con McKinnon, y no se me quitó hasta que fue mi novia —sonrisa de lado, a lo merodeador.
—Bueno, en esas épocas, Lene estaba soltera y babeaba por ti.
—Fue tu culpa, Lunático, yo te lo dije...
— ¿Qué querías que hiciera, Sirius? —Remus elevó la voz, tomando agua de la jarra de hierro oxidado que tenía para lavarse el rostro—. Dime, joder ¡¿Qué putas hacía?! —gritó, lanzando el cacharro a un lado. No, a pesar de haber pasado más de tres semanas desde que Zack le había pedido noviazgo, y que, lo peor, ella había aceptado, Remus no se reponía del asunto.
— ¡Pero calmemos los ánimos! —Exclamó Sirius—. Te diré; te la podrías haber raptado, podrías habértela tirado, o mejor ¡Podrías haber dejado de ser un idiota y haber aceptado el hecho de que te gusta, le gustas y haberme hecho tío!
—Es...Demasiado pequeña...
Sirius se levantó y caminó hasta Remus sólo para meterle el sopapo más fuerte de su vida. El castaño cerró los ojos, sobándose.
—Ve y dile lo que sientes o sino aquí va a ocurrir un accidente —Sirius le palmeó los abultados bajos a Remus, haciendo que éste último se incomodara—. ¡Ve a por ella! No sé, cómprale, esas cosas que les gustan a las mujeres... Los hum... No sé, bromas de zonko, o una pluma con tinta invisible.
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Cómo conquistar al profesor Remus J. Lupin.
Fanfiction¿Cómo conquistar al profesor Remus Lupin? Esa es la pregunta que acosa noche y día a Charlotte Studdert, una hechicera insegura, loca, pero perdidamente enamorada de su nuevo profesor de Defensa Contra Las Artes Oscuras: Remus Lupin, quien es simpát...