Un regalo de Navidad.
¿Existía algún sentimiento más cruel y difícil de asimilar que el de perder a los seres que amas? Para mí, la respuesta seguía siendo no.
Era la Navidad más desolada que yo había vivido, desde siempre. No estaban mis padres, ni mi hermano. No había árbol, ni obsequios que esperaban manos ansiosas para ser desenvueltos. La magia de la época se encontraba en aquellos momentos, ofuscada por el dolor en el que estaba envuelto mi corazón, y la oscuridad en la que estaba sumida el mundo mágico.
Sentada en la ventana de mi nuevo apartamento, con una taza de té frío en las manos, contemplaba por la ventana las calles repletas de muggles. Ni por las festividades o por los peligros que se corrían en aquellos tiempos dejaban de aparecer. A veces envidiaba sus vidas tan rutinales, y sencillas. Sabía que no eran felices de aquella forma, pero por lo menos no vivían con cargas extras, como una guerra.
Di un sorbo al té. Apreté los ojos ante el amargo sabor, y al hacerlo acudió a mi memoria el recuerdo de algo parecido que bebí alguna vez, en la sala común de Hufflepuff, cuando valientemente decidí pasar la navidad alejada de mi familia con mi mejor amiga, Elizabeth. Todo era más sencillo en aquella época, donde ser joven era nuestra única preocupación.
El reloj marcó las ocho de la noche. ¡Qué rápido pasaba el tiempo! Pero debía admitir que desde aquella noche en el hospital, sentía que nada podía hacer algún efecto en mí; el tiempo era tan poco trascendente, como las necesidades básicas. Y es que sí algo había perdido casi por completo era la noción, así como todo anhelo de seguir adelante con mi vida. No había futuro a pesar de apenas comenzar mi segunda década de existencia. En mi mente sólo había una constante interrogante que palpitaba en mis sienes: ¿Dónde? ¿Dónde estaría Evan?
Una lágrima cayó, y tuve que poner todo de mi parte para no volver la mirada hacía el sofá raído que no me abandonaba. Ese sillón color rojo, en el cual residía ahora el pequeño regalo con un moño azul en la cabeza, que había decidido darle a Evan. Pensé que debía ser algo importante y a la vez, útil. Escogí un panda. Un mejor amigo que no lo abandonara en su infancia, y que le infundiera valor, pero... ¿Cuándo se lo daría?
¿Siquiera se lo daría?
Ahogué un sollozo, justo cuando algunos toquidos sonaron en la puerta. Pasé mi mano con rapidez para secar el llanto espontáneo, y con otra tomé la varita. La alcé, y apunté a la puerta.
— ¿Quién es? —Pregunté con voz aguda.
—Yo, Matt —se escuchó tras unos instantes. Sorbí mi nariz.
— ¿Ah, sí? —me levanté y me acerqué con lentitud a la puerta. Precavida—. ¿Cuál es tú canción favorita?
—Un... —escuché un suspiro tras la puerta—. Robaste mi caldero pero no puedes tener mi corazón.
— ¿En qué versión?
—La de Celestina Warbeck.
Después de un momento, me decidí por abrirle. Sabía que Matt el de verdad, le gustaba esa canción y que, además, se sentía apenado cada vez que lo admitía. Al abrir la puerta, me topé con un hombre rubio; alto, y esbelto. Ya no era más un niño, porque desde que la guerra había iniciado se había incluido en los combatientes más fuertes y fieros. Una barba espesa se acomodaba debajo de su barbilla. Le sonreí, y él a mí.
—Feliz Navidad, Charlie —me dio un suave abrazo, y cerró la puerta tras de sí. En estos tiempos estar mucho tiempo fuera de casa era el sinónimo de morir.
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Cómo conquistar al profesor Remus J. Lupin.
Fanfiction¿Cómo conquistar al profesor Remus Lupin? Esa es la pregunta que acosa noche y día a Charlotte Studdert, una hechicera insegura, loca, pero perdidamente enamorada de su nuevo profesor de Defensa Contra Las Artes Oscuras: Remus Lupin, quien es simpát...