Cuarta Parte , Capitulo 3.

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Horas después de correr y caminar, Bárbara las hizo detenerse cerca de un lago. En ese lugar les explicó dónde estaban y qué pasaba.

—¿Quieres decir que una mujer puede tener varios hombres? —preguntó Jenna, Bárbara asintió mientras terminaba de lavarse en la laguna —increíble.

—¿Tú tienes esto? —preguntó Leslie, Bárbara las había revisado a todas luego de alejarse lo suficiente, se tranquilizó un poco al saber que solo la habían golpeado ese mismo día por no querer limpiar —tú estás viviendo con varios hombres —ella asintió y suspiró.

—Era extraño al principio —dijo—, no quería pasar por algo así, solo quería regresar pero después, cuando los conocí a todos, luego de...—se calló y miró alrededor—, vivir esto, supe, que no podría regresar a la tierra —las tres se miraron entre sí—, es increíble recibir ese cariño, esa atención.

—¿Qué pasará con nosotras? —preguntó Anais —crees que nos...—la apuntó.

—No lo sé, pero no pienses que todos los hombres de aquí son así, es todo lo contrario, solo...no se cierren a la posibilidad de tener algo así —ninguna dijo nada.

—Debemos movernos —dijo Lucia nerviosa, Bárbara asintió.

—Sí, no podemos detenernos hasta que podamos pedir ayuda.

Siguieron caminando y cuando se hizo de noche se detuvieron.

—Ya no puedo más —se quejó Leslie sentándose en el piso, las demás la imitaron.

—Debemos...—comenzó a decir Bárbara, pero se calló, había oído algo. Como las demás siguieron hablando las hizo guardar silencio y presto atención, Lucia fue la primera en darse cuenta—. Corran todo lo que puedan —susurró—, no se detengan por nada, la primera que encuentre ayuda hable de las demás —miró a sus amigas—, no toquen a nadie a menos que le digan que es médico, entienden—. Ellas asintieron, cuando el ruido se hizo más claro comenzaron a correr.

Bárbara permaneció detrás de sus amigas y Lucia, sabía que la seguían, pero no podía perderlas de vista, a ninguna. Anais y Jenna se separaron adelante, algo golpeó la espalda de Bárbara y ella les gritó que corrieran más rápido, dobló por entre los árboles y se alejó un poco.

—Vamos —susurró, jamás había deseado tanto en su vida ser más rápida.

Sus piernas protestaron por el ejercicio, sus músculos quemaron y dolieron, el aire apenas entró a sus pulmones y su cabeza dolió. La oscuridad no le permitía ver a más de dos metros delante de ella, y el miedo comenzaba a hacerla temblar. Se detuvo cuando escuchó un ruido y corrió en su dirección.

Un hombre tenía agarrada a Jenna de su cabello y la arrastraba. Bárbara recogió un tronco y se lanzó contra él para golpearlo en el rostro, este cayó inconsciente enseguida. Tomó a la mujer de los brazos y la empujó hacia arriba.

—Vamos —le dijo y comenzaron a correr.

Un segundo después, tomaron a Bárbara del cabello y la arrojaron al suelo, Jenna se detuvo y le gritó.

—Corre, no te detengas —ella corrió en seguida.

Bárbara intento pelear contra su captor, pero este la golpeó en su vientre sacándola el aire, más hombres se detuvieron a su lado.

—Una va delante, deténganla —dijo su captor.

Sus muñecas fueron atadas delante de ella con cuerdas, sin cuidado, aplastando sus muñecas, casi cortándole la circulación.

—Ve—dijo la voz molesta de Matt, Bárbara se congeló y se negó a mirarlo —yo me haré cargo.

El hombre se alejó rápidamente.

Estuvieron minutos en silencio, Bárbara se sentó en el suelo y miró al hombre, este solo observaba alrededor. Matt se giró un poco y la miró, se sorprendió al ver que sonreía, como si el hecho de estar en el medio del bosque con ella atada en el suelo fuera de lo más normal, por eso mismo no pudo prepararse para el golpe que recibió en su mandíbula y se estrelló contra el suelo. Tampoco pudo preparar su cuerpo para el siguiente en su costado, pero si logró levantar los brazos para cubrir su cara. Cuando él siguió descargando su furia Bárbara no se quejó, solo se protegió lo más que pudo.

Haz algo, gritaba su cabeza, su cuerpo, muévete. Pero no sabía cómo, solo lograba pensar en el dolor que le causaba cada golpe.

Cuando Matt se alejó de ella movió un poco sus manos de su cara y lo miró, él respiraba agitadamente, cansado. Miró alrededor lo mejor que pudo, pero no logró ver nada que la ayudara, tosió sangre cuando se movió suavemente, él la miró y ella se preparó para su segunda ronda.

—Te dije —hablo él —que si hacías algo serias castigada —él se limpió la ropa —cuando las otras mujeres sean atrapadas —se agacho a su lado —vas a ver personalmente como son castigadas —ella tragó y se tensó cuando Matt quitó sus manos de su cara lentamente, él saco un pañuelo de su bolsillo y limpio la sangre que caía de su boca.

—¿Por qué? —logró decir, él la miró a los ojos.

—¿Por qué? —dijo él —por qué hago esto o por qué te golpee.

—¿Por qué nos...? —tosió, él la levantó del piso y la apoyo en un árbol, Bárbara se mantuvo de pie lo mejor que pudo— ¿por qué nos haces esto, nos encierras? —él miró alrededor un segundo y luego regresó con ella.

—Porque no voy a esperar que un grupo de hombres me diga que ya puedo tener lo que por derecho es mío —él tocó su cabello—, si podemos traer a miles de mujeres de una vez por qué esperar —su mano se movió por su cuello —y no soy el único que piensa así —él tomó la cuerda y la empujó hacia él —somos muchos los que nos cansamos de esperar.

Ella soltó una carcajada y el hombre se congeló.

—Piensas secuestrar a miles de mujeres como si nada, crees que nadie lo va a notar —ella negó, prefería que él la golpeara antes de que la tocara como lo hacía —o que ellas no harán algo.

Eso le gano una bofetada, no se detuvo.

—Yo solo estuve ahí unos días y logré que ellas escaparan—. El hombre rió.

—Crees que son las únicas —negó —he hecho esto por años y nadie lo sabe, nada va a cambiar, no son las primeras en intentar huir—. Bárbara tragó y se negó a sentir más miedo del que ya tenía.

Se puso de pie lo mejor que pudo y lo miró con desprecio.

—Ahora entiendo porque no te han asignado a nadie, no vales la pena—. Él estrecho los ojos y ella supo lo que iba a hacer, antes de que él la golpeara levantó los brazos y usando su codo lo golpeó en la nariz. No se detuvo a averiguar si le había hecho daño o no, solo corrió cuando él se alejó lo suficiente.

Bárbara podía sentirlo detrás de ella, podía escuchar sus pasos y más sus gritos, diciéndole que cuando la atrapara no la iba a matar, sino algo mucho peor.

Se preguntó si sus amigas habrían logrado escapar o no, rogó que sí. Intentó liberar sus manos, pero las cuerdas eran demasiado resistentes.

Ahora solo podía correr. Alejarse de él, de sus gritos, de todo. No bromeó al pensar que prefería que la mataran antes que estar encerrada de nuevo.

El Deseo de BárbaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora