Tercera Parte, Capitulo 6.

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—¿Qué pasa? —le preguntó Garrett. Bárbara dejó de mirar por la ventana de su oficina y se giró para verlo de pie cerca de la puerta—, has estado sentada ahí desde hace dos horas.

Ella arrugó su frente ante sus palabras y miró alrededor, ni siquiera se había dado cuenta de que llevaba allí tanto tiempo. Suspirando se movió y se puso de pie, Garrett llegó a su lado enseguida.

—¿Estas enferma? —le preguntó enseguida, negó.

—No —aseguró —solo necesito pensar.

Él acaricio su rostro y le sonrió.

—¿Algún problema? —dudó unos segundos —¿deseas hablar de eso? —volvió a negar.

—No por ahora —él asintió.

—Está bien, dejaré de preguntar y les diré a los demás que deseas estar sola —ella asintió y lo abrazo, Garrett le devolvió el gesto enseguida —¿en verdad estas bien? —asintió.

Bárbara se dio cuenta de que debía de pensar solo cuando estuviera en su cuarto, sino terminaría preocupando a todos y no quería eso.

También necesitaba hablar con alguien, pero no sabía con quién. No podía hablar con ellos, no si sus dudas eran producto de lo que sentía. No podía decirles que ahora no estaba segura de si tenía que irse de ese lugar o no.

Garrett pasó sus manos por su espalda, solo acariciándola. Se sentía protegida dentro de sus brazos, cuidada y segura. Desde que Martin le había hecho el amor, había notado la forma en que cada uno de ellos la cuidaba, con cariño, y aunque evitara pensarlo sabía que también con amor. Se acercó lo más que pudo a Garrett e inhalo su aroma.

Amor, murmuró en su mente, acaso ella podía enamorarse de todos ellos. ¿Una mujer podía enamorarse de tantos hombres? ¿Podía tener una vida con ellos?

Cerró los ojos, y ¿Por qué lo estaba de Altaír?, sabía que lo estaba de él, solo que no comprendía por qué si él no era participe de esto.

Pero acaso, no estaba enamorada de ellos, de Garrett, Martin, Alec e Isaac. Sabía que sí, solo que aún había algo de duda dentro de su corazón.

—¿Garrett?

—¿Si? —dijo él sin dejar de acariciarla.

—¿Tú crees que yo, más adelante, pueda trabajar como profesora? —él se quedó quieto —no digo que ahora, si no después.

Él regreso a su caricia.

—Tú eres profesora de niños—. Asintió.

—Lo fui de un grupo de niños de siete años —sonrió un poco al recordarlos, como extrañaba su trabajo.

—Entonces no creo que haya problemas —lo miró—, no tendría por qué haberlo.

—¿Hay profesoras aquí? —. Él lo pensó.

—Yo nunca tuve profesora, pero creo que sí —sonrió, luego arrugo su frente —extrañas tu trabajo —aseguró él.

Asintió suavemente.

—Sí, pero ahora entiendo como son las cosas—. Ahora sabía que no podía trabajar solo porque cabía la posibilidad de que tocara a otro hombre y eso podía afectar su unión con los demás.

—Lo siento, cariño —dijo él —debes aburrirte de estar todo el día aquí.

—A decir verdad, no mucho —era verdad —como siempre estoy acompañada es difícil aburrirse —excepto cuando esta con Altaír, era raro que estuvieran en la misma habitación más de una hora.

—Te prometo que las cosas cambiaran más adelante.

Como cuando logre unirme a todos ellos y ya no haya problemas, pensó.

—Lo sé —le dijo —lo sé —luego de eso lo besó e intentó olvidar eso que tanto le molestaba. Solo, que era difícil.

Había crecido creyendo que solo un hombre y una mujer era lo correcto, había esperado tener algo así algún día. Jamás, nunca, había esperado tener algo como lo que tenía ahora. Se sentía un poco abrumada, un poco asustada y otro poco ansiosa.

De cierta manera esperaba alcanzar esa unión con los demás, solo que lo esperaba con todos ellos. Y ese, era un gran problema.

El Deseo de BárbaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora