Segunda Parte, capitulo 1.

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Bárbara llevaba dos semanas en esa casa, viviendo con esos hombres que habían dejado de ser unos extraños y se había convertidos en sus amigos, aunque no hubiera querido.

Ese día, todos, excepto Altaír, estaban trabajando. Ellos nunca la dejaban sola, por lo menos uno de ellos la acompañaba y aunque lo agradecía, siempre les decía que no era necesario.

Bárbara miró de reojo a Altaír sentado al otro lado del enorme sofá que estaba de frente a la televisión. Su comportamiento no había cambiado, incluso él se había alejado de ella, creando un tipo de muralla impenetrable entre los dos.

Amable, eso era él, una persona amable con ella.

Cansada de eso se puso de pie y se sentó a su lado, Altaír no la miró. Ella suspiró y observó alrededor.

—¿Y cómo van las cosas en tu trabajo? —preguntó.

—Igual que siempre —soltó sin mirarla.

—Ya veo —murmuró, miró alrededor—, ¿atendiendo a otra mujer? —dijo curiosa.

—No.

—No han llegado más—. Él negó con su cabeza.

—Yo no las atiendo.

—Ok —suspiró, cerró los ojos un segundo y lo miró directamente—, ¿qué hice? —él la miró luego de un rato.

—¿A qué te refieres?

—¿Qué hice mal para que te comportes así conmigo, como un completo extraño? —. Él arrugó su frente.

—No te conozco —dijo y miró la pantalla.

—Porque tú no quieres —le dijo, no la miró—, se mas de la vida de los demás que la tuya —continuó —no entiendo por qué en el hospital eras tan amable y ahora eres así, como si te molestara estar aquí —él suspiró y cerró los ojos—, antes siempre me peguntabas cosas, sobre mí, lo que me gustaba, cosas así, ahora ni siquiera me hablas.

—Si lo hago.

—Solo si te pregunto algo —le dijo molesta—. ¿Por qué el cambio?

—Antes era mi trabajo averiguar cosas de ti —soltó él.

Ambos se quedaron callados y se miraron.

—Ah —dijo ella —y ahora es tu trabajo estar aquí —él miró hacia otro lado—. ¿Eso es? —murmuró —no quieres estar aquí.

—Bárbara —dijo él y apagó la televisión, la miró fijamente.

—No es mi culpa—murmuró ella—yo no pedí esto.

—No he dicho que...

—¿Por qué el General te ordeno estar aquí? —él miró alrededor un segundo —Altaír —lo llamó.

—¿Recuerdas el día que él apareció en tu habitación? —ella asintió —¿recuerdas que estaba haciendo antes de que entrara? —. Lo pensó.

—Estábamos hablando y tú me tocaste, creo —él asintió y la miró fijamente, Bárbara abrió la boca—. ¿Fue por eso?, porque me tócate una fracción de segundo.

—Sí —dijo —está prohibido tocar a una mujer que no sea tu asignación—. Ella hizo una mueca al escucharlo decir esa palabra, sonaba a obligación, algo impuesto, como un castigo horrible —menos si esta es nueva.

—¿Por qué? —preguntó —que lo hagas no significa nada.

—Sí, lo hace —dijo él—. A los hombres del lugar o a las mujeres como quieras verlo, se le une a su mejor pareja posible genética y mentalmente hablando —arrugó su frente—, solo ese hombre puede tocarla hasta que procreen su primer hijo, luego no hay problema.

El Deseo de BárbaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora