Tercera Parte, Capitulo 1.

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Días después Bárbara observó el paisaje a su alrededor, estaba acostada sobre una manta y miraba alrededor. Llevaba un rato allí, haciendo nada y eso la molestaba. Tanto tiempo sin hacer nada la estaba fastidiando, pero no sabía que hacer. Ya había quedado claro que no podía trabajar, menos salir, pero necesitaba desesperadamente hacer algo con su tiempo, excepto acostarse con cuatro hombres.

Suspiró y el viento sopló con energía.

—Bárbara —la llamó Alec.

Levantó la vista y lo encontró parado a un metro, observándola. Le sonrió y apuntó el espacio a su lado.

—Tenemos visitas —dijo él, arrugó su frente y se puso de pie al ver que estaba levemente tenso.

—¿Qué pasa? —le preguntó al notar su expresión, él negó y sonrió suavemente.

Bárbara ingresó a la casa seguida de Alec y se detuvo un segundo al ver al General, Anabela y un hombre alto y de piel oscura, todos sentados en la sala.

—General —dijo Bárbara saludándolo, le sonrió y él se puso de pie, miró a los demás—Anabela, que gusto verte—. Ella sonrió un poco y miró al General, luego a ella y por último el piso.

—Pero ¿qué los trae por aquí? ¿una visita familiar? —miró a Isaac, él se veía igual de tenso que Alec.

Miró a los demás y notó que todos estaban iguales, quietos y callados, ¿qué habrá pasado? se preguntó.

—Es parte del motivo —dijo él —pero sinceramente el porqué de mi visita tiene que ver contigo —ella arrugó su frente—, ¿por qué no hablamos un momento? —ella miró a Garrett que se había acercado levemente a ella —a solas.

—Claro —dijo—, vamos fuera —apuntó las sillas instaladas a unos metros de la casa, él asintió.

—Por favor.

Apuntó él la puerta y se giró para salir.

Caminaron en silencio hasta el lugar y se sentaron.

—Esto debe ser serio —dijo ella.

—¿Quién es? —preguntó, lo miró confundida—, ¿quién de ellos ha provocado que investigues sobre el término de las asignaciones? —se tensó y lo miró a los ojos, luego alrededor.

—¿Cómo lo supo? —preguntó suavemente, él suspiró.

—Nadie investiga algo así sin llamar la atención.

Ella hizo una mueca al pensar en Anabela.

—¿Les dijo? —le preguntó en seguida —a ellos, les dijo esto, ¿lo saben? —él negó.

—No, quería hablar contigo primero.

Se miraron a los ojos, ella tragó nerviosa y miró sus dedos entrelazados.

—¿Me lo dirás? —dijo él, ella negó— ¿por qué?

—No estoy segura de que eso sea buena idea —no lo miró, sentía que si lo hacía contestaría todas sus preguntas.

—¿Temes meterte en problemas? —. Ella soltó un bufido y se apoyó en el respaldo de la silla.

—Para nada.

—¿Temes meter a ese hombre en problemas? —apretó su mandíbula —me imagino quien puede ser.

Cerró los ojos.

—Esto es un asunto entre nosotros —murmuró.

—Las asignaciones no son un juego, no se hacen porque a los ancianos les guste trabajar de celestinos —lo miró—, se hace para darte a ti y a ellos una familia, un hogar.

—No logro entender —dijo frustrada—, ustedes esperan que todas las asignaciones funcionen, que nunca aparezca un par de personas que no se atraigan, eso es imposible—. Negó con su cabeza.

—Tenemos nuestras formas para saberlo.

—Así —soltó —en menos de una hora averiguan todo eso —él sonrió con amabilidad.

—No, toma algunas semanas tener prospectos para ello, el día de la asignación se realiza cuando están seguros de quienes son los adecuados para esto, para ti —la apuntó con una mano.

—Pero...—él comenzó a negar, no se detuvo —y si no funciona, no es posible que él sea asignado a otra mujer —él suspiró.

—Me estás diciendo que estas dispuesta a dejar a uno de ellos irse, que no sientes dentro de ti que son tuyos —ella arrugó su frente —de la misma manera que ellos sienten que tú les perteneces —él la estudio cuando no dijo nada —dime que es así y veré que puedo hacer —Bárbara se quejó internamente, así pensaba, que cada uno de ellos le pertenecían, incluso él.

—No se puede obligar a alguien a querer, o desear —negó —no se puede.

—No los obligamos —ella quiso reírse de eso, pero se contuvo.

—¿Qué paso con los hombres que perdieron sus asignaciones? —lo miró, él apretó los labios y miró alrededor, luego de un rato contesto.

—Solo te diré, que cuando la mujer de uno de los asignados a muerto, nunca se ha logrado emparejarlo de nuevo, nunca —la miró seriamente —y eso pasa en todos los casos —abrió la boca sorprendida—. No es porque no lo intentemos, sino porque simplemente ellos perdieron el amor de sus vidas —se puso de pie y lo imitó.

—Eso es...—murmuró ella —triste.

—Es la verdad.

—Hablo de amor —comentó ella sin mirarlo, solo alrededor —no hacen esto para aumentar su población entonces —por increíble que fuera lo oyó reírse y lo miró.

—Chica —dijo —de qué sirve que tengamos cientos de niños por aquí —movió la mano alrededor —si no hay alguien que los ame o, algo más importante —la miró directo a os ojos —les muestre como amar.

Regresaron a la casa en silencio.

Luego de que el General se despidiera de todos, se encontró siendo observada por siete personas, miró a Anabela.

—¿Quieren comer con nosotros? —le preguntó.

Ella la miró por un segundo sorprendida y luego sonrió, Anabela miró al hombre a su lado y luego a ella.

—Sí, nos gustaría —sonrió.

El Deseo de BárbaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora