Tercera Parte, capitulo 2.

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—Lo siento —dijo Anabela, Bárbara la miró y negó.

Caminaban lentamente por el patio de la casa. Luego de comer, ambas salieron al patio sin decir nada, sabían que tenían que hablar.

—No es para tanto, solo hablo contigo ¿cierto? —ella asintió y suspiró tranquila.

—No sé cómo supo que estaba investigando, tuve que decirle.

La miró avergonzada y sonrió.

—En verdad, no te preocupes —insistió —yo debí investigar, lamento haberte metido en esto.

Bárbara miró el bosque a unos metros y suspiró cansada.

—Puedes decírmelo —dijo ella, la miró—, te aseguró que esto se quedara entre nosotras.

Bárbara dudó un segundo, pero luego se rindió.

—A decir verdad, no he pensado en ello, he estado ocupada—ambas sonrieron —es solo que Altaír no quiere estar aquí —ella arrugó su frente.

—¿Cómo lo sabes? —se encogió de hombros.

—Se nota la diferencia cuando un grupo de hombres te presta excesiva atención y otro no, no es que no sea amable y esas cosas, solo no hay ese algo ahí —arrugó su frente y luego negó—, ni siquiera sé por qué me molesta, debería tener suficiente con cuatro hombres, tengo suficiente.

—También te gusta —dijo ella—, a mí me pasó algo parecido, yo tengo tres asignados —caminaron alrededor de la casa —y al principio solo uno me interesaba, los demás eran...extraños, amables extraños —ella suspiró —luego simplemente trate de conocerlos bien —la miró y se detuvo —con el paso del tiempo me llegué a enamorar de cada uno de ellos, solo hizo falta la paciencia.

Bárbara la miró y luego la casa, suspiró. Pero no es que ella no lo quisiera, es que él no la quería.

—Inténtalo —le dijo —si no eres tú el problema llama su atención.

—¿Llamar su atención? —ella sonrió.

—Hay dos maneras de hacerlo al principio con un hombre —ella se rió suavemente —es lo que mi madre decía —mostró dos dedos y los tocó uno a uno —por el estómago o en una cama, prueba eso.

—Pero no puedo obligarlo.

—Entonces —la miró sonriendo aún más —muéstrale lo que se está perdiendo, tienes cuatro hombres a tu disposición, tendrás la oportunidad—. Bárbara abrió la boca y la cerró. Mostrarle, pensó, una idea se le vino a la mente. Ella haciendo el amor con uno de ellos, o con dos, bueno, con los que pudiera mientras él miraba.

—Quizás no es mala idea —sonrió —y aunque a él no le afecte creo que será divertido.

Anabela asintió y apuntó la casa.

—Regresemos o saldrá a buscarme —Bárbara rió.

—Sí, vamos.

El Deseo de BárbaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora