Prólogo

304 17 15
                                    

África se bajó de un salto del taburete que había usado para guardar las dos últimas cajas en la parte superior del armario. Se sacudió las manos enérgicamente sobre el pantalón vaquero y observó satisfecha que todo había quedado en orden. Aquella era la habitación que compartiría con su prima Lucía a partir de ese momento; la cual, solo un par de horas antes, estaba patas arriba. El piso donde acababan de mudarse tras independizarse de sus padres contaba con cuatro estancias, siendo el dormitorio la más espaciosa de todas. Las paredes, de un dudoso e insípido color blanco, ya habían sido revitalizadas a manos de las chicas, quienes, durante casi veinticuatro horas consecutivas, se dedicaron a cubrirlas de un alegre, sensual y juvenil tono lavanda, muy acorde a sus personalidades.

- ¿Qué ha sido eso? - preguntó Lucía atravesando la puerta, recogiendo su pelo castaño en un moño desenfadado.

- ¿Qué ha sido, qué? - África se encogió de hombros e hizo que su cabello rubio se moviera y cubriera parte de su cara.

- Si sigues usando el taburete como escalera acabarás cargándotelo - Lucía se inclinó y pasó un paño húmedo por encima del pequeño asiento dorado. Luego lo empujó con una mano y lo colocó junto a la pared -. Pero si sigues saltando de él como una cabra loca, tus tobillos serán los que paguen las consecuencias... - arqueó las cejas dirigiéndole una advertencia visual a su prima. África se sonrió levemente y cabeceó al tiempo que alargaba un brazo para hacer rodar una de las puertas del armario.

- ¡Ni que tuviera los tobillos de porcelana, exagerada! - pasó la mano por entre la ropa que había colgada en las perchas y luego rodó de nuevo la puerta para cerrarla. Lucía se sentó en el filo de la cama mirando de soslayo a su prima, observando su tan habitual expresión despreocupada. Seguidamente le dio un palmetazo en el trasero con el trapo húmedo que aún tenía en la mano. África separó los labios con sorpresa y Lucía sacó la lengua en un gesto burlón -. ¿Ordenamos el cajón de las bragas?

- No, déjate, que ni siquiera hemos dormido un par de horas desde ayer. ¡Que le den a las bragas! - murmuró Lucía, y suspiró mientras se dejaba caer de espaldas en el colchón. África amplificó su sonrisa con un ápice de travesura y no tardó en lanzarse sobre ella. Como acto reflejo, Lucía se cubrió la cara con los brazos - !Los dieciocho te han sentado mal, ¿eh?! - trató de gritar, sepultada, y empujó fuerte con las manos para quitársela de encima -. Mira que eres bestia.

África rió a carcajadas y estrujó la mejilla de Lucía con un beso antes de echarse a su lado.

- ¿Te ha vuelto a molestar el capullo ese?

- No, y no lo nombres - apuntó Lucía y sacudió la cabeza negativamente, como si de ese modo evitara que la imagen de Mateo apareciera en su mente.

- Si te llama otra vez me pasas el teléfono que yo lo atiendo - continuó África bastante más seria que un instante antes. Sus párpados habían descendido y sus largas pestañas se reflejaban en sus mejillas.

- Tranquilízate un poco, Afri - la voz de Lucía, serena, no equiparaba con su ceño fruncido de preocupación.

- Que se tranquilice el capullo - espetó con ligereza. Lucía guardó silencio pensativa. África la observó desde su posición y giró su cuerpo hasta ponerse de lado, apoyando la cabeza sobre una mano -. ¡¿Sabes qué?! - preguntó con un súbito entusiasmo que hizo que Lucía la mirara con atención.

- Qué será lo que se le acaba de ocurrir a tu cabecita loca, te temo cuando pasas de un estado de ánimo a otro en dos segundos - dijo Lucía expectante, elevando levemente las comisuras de sus labios. África solo quería hacerla sentir bien y rió antes de contarle lo que estaba pensando. Sí, ella era capaz de pasar, aparentemente, del enfado al entusiasmo, pero eso no quería decir que estuviera olvidando su cuenta pendiente con el capullo que había enturbiado la alegría de Lucía.

- Tú y yo necesitamos salir, necesitamos beber alcohol y bailar como posesas, necesitamos... ¡¡LIGAR!! - la rubia elevó la voz para hacer hincapié en la última palabra.

- Menos en eso de: !!LIGAR!! - gritó imitando a su prima -, estoy de acuerdo en todo - aclaró. Luego hurgó con algo de dificultad en uno de los bolsillos de su pantalón corto y sacando de ahí una gominola rosa en forma de corazón, se la llevó a la boca y comenzó a masticarla ante la atenta mirada de África -. ¿Quieres una? - hizo ademán de ir a buscar otro corazón de azúcar, pero África la detuvo.

- ¡No quiero una gominola, joder!, !quiero un tío bueno!, ¿comprendes, Lucía? TU Y YO, POR EL BIEN DE NUESTRA SALUD, NECESITAMOS COMERNOS A UN PAR DE TIOS QUE ESTÉN ACOJONANTEMENTE BUENOS, ¡YA!

- Mensaje recibido - respondió Lucía después de haber visto a África ponerse de rodillas en la cama y vociferar como si de ello dependiera su vida. Luego, ambas se miraron y rompieron a reír a carcajadas. África volvió a dejarse caer aplastando a su prima.


Entre Gucci y Gominola.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora