Capítulo 21

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En cuestión de pocos minutos, la temperatura se incrementó de manera considerable en el sofá donde Lucía y Joe se comían a besos. Ella suspiró cuando los cálidos y desesperados labios masculinos rodaron por su cuello, y él entendió que podía tomarse la libertad de eliminar las débiles barreras que lo separaban de su piel. Deslizó las manos ávidas por debajo de su vestido, ascendió con caricias hasta llegar a la pequeña cintura y tiró de la prenda con suavidad para sacársela por la cabeza. Hecho ésto, Lucía quedó en ropa interior ante él, quien no se contuvo en observarla un instante con detenimiento. Era tan hermosa que algún día lo haría perder la cabeza. Ella sonrió al percatarse de cómo la examinaba y, dicha sonrisa, provocó que Joe se mordiera los labios evidenciando el deseo férreo que sentía y que calentaba su alma.

La deseaba y la amaba a partes iguales. Ahora no tenía la más mínima duda de que la chica que estaba a punto de poseer una vez más, era el amor de su vida. ¿Que no la conocía lo suficiente? Pues ahí estaba lo más interesante..., en poder conocerla profundamente cada día a partir de ese momento.

Su camisa tampoco tardó en ser lanzada al suelo por Lucía. Lo de los pantalones fue algo distinto. Estaban tan ansiosos por sentir placer el uno en el otro, que cuando Joe se desabrochó los botones de los vaqueros, ella introdujo la mano en los bóxer para tocar su endurecido sexo. No había tiempo para terminar de desnudarlo. Él cerró los ojos y gruñó por aquellas caricias. Su corazón se agitó al notar cómo Lucía separaba un poco las piernas y lo dirigía a su interior. Para ese entonces, la única que estaba íntegramente desnuda era ella.

- Dios, Lucía... - volvió a gruñir una vez dentro, completo. Aferró las manos a las caderas femeninas y, al tiempo que éstas comenzaban a mecerse sobre él, inundado de unas sensaciones casi orgásmicas, las deslizó hasta las nalgas y las apretó con fuerza para profundizar cada embestida.

Ella también cerró los ojos cuando Joe la tomó por la nuca y la acercó de nuevo a sus labios. Éste deslizó la lengua dentro de su boca, invadiéndola con fuerza. Ahogando sus gemidos.

- Siento...haberte hecho sufrir - susurró Lucía sin dejar de moverse, llevándolo dentro y fuera de sí.

Joe contrajo el rostro un momento como gesto de dolor, aunque en realidad se trataba del intenso placer recorriendo cada fibra de su cuerpo.

- Olvídate de eso, mi amor - respondió él mientras lamía su cuello.

Lucía, impulsivamente, comenzó a moverse más deprisa, arrancándose a sí misma un quejido del éxtasis que proclamaba su llegada. Joe la abrazó al escucharla y la apretó contra su pecho.

- Quiero darte mucho placer para borrar ese sufrimiento... - jadeó y no cesó el ritmo casi frenético de sus ondeantes caderas.

Joe echó la cabeza hacia atrás sobre el sofá, destruido y al borde de la locura. Si existía la posibilidad de morir de gusto, entonces tal vez había llegado su fin.

- Lo has logrado... - dijo y gimió.

Lucía se distanció unos centímetros para mirarlo a los ojos. Éstos brillaron al unirse con los suyos. Sonrió satisfecha al comprobar la expresión de gozo en Joe, e incrementó un poco más la intensidad de sus vaivenes. Él endureció el mentón y la miró fijamente.

- Vas a conseguir que..., oh, joder, me voy a... - volvió a gruñir y trató de frenarla un poco, clavando los dedos en su cintura.

No lo logró.

Ella no quería que Joe controlase la situación. No esa vez. Quería provocarle el mayor placer que nunca nadie le hubiese hecho sentir. Quería verlo estallar de satisfacción y felicidad.

Entre Gucci y Gominola.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora