Capítulo 4

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África sintió que estaba fuera de lugar cuando aquel cruce de miradas entre Lucía y Joe empezó a prolongarse. Posiblemente no hubiera pasado ni quince segundos, pero el silencio, unido a  la química que emanaba de ellos, hizo parecer que la vida había pisado el freno. A la vez, todo fluía. Un tanto impresionada, se tomó la libertad de mirarlos de manera simultánea y comprobó que ni siquiera con el movimiento de su cabeza logró interceptar la magia. Sí, porque verdaderamente aquello parecía estar bajo el influjo del polvo mágico de un hada. <<¿Polvo mágico? Polvo mágico el que va a echar Santa Lucía>>, pensó, pícara, y se sonrió. Volvió a llevarse el brik de batido a los labios y, atrapando la cañita, succionó con fuerza para provocar ruido intencionadamente. 

Joe parpadeó cuando Lucía rompió el contacto visual para mirar a su prima y él deslizó la mirada hacia el mismo punto. África los observó haciéndose la indiferente mientras disfrutaba de su bebida de chocolate. Joe sonrió contemplándola y ella, al fin, extendió el brazo hacia él con el brik en la mano.

- ¿Quieres un poco? Es Puleva, está bueno.

- Gracias, ya he desayunado - respondió él, aún sonriente. Con la misma, África volvió a retomar su bebida y se colgó una pequeña mochila en los hombros.

- Voy a darme un paseito por las tiendas - murmuró con la cañita en la boca.

- Afri, no te tardes - dijo Lucía antes de que su prima se marchara; la cual, en respuesta, cabeceó levemente. No se alejaría demasiado.

Después de que África desapareciera entre los puestos de la plaza, Joe y Lucía se volvieron a mirar.

- Sé que tu amiga te habrá dicho mi nombre, pero me gustaría presentarme oficialmente - dijo con suavidad, se acercó un par de pasos hacia ella y, estirando un brazo, le ofreció su mano -. Soy Joe - unió sus labios tras hablar y elevó las comisuras de una manera tan sutil, que a Lucía le pareció estar delante de un verdadero príncipe. Eso sí, un príncipe hambriento, porque sus ojos zafiros se la estaban queriendo comer. Un cosquilleo recorrió su espina dorsal cuando él avanzó un paso más, se inclinó sobre ella y, con lentitud, posó los labios en su mejilla -. Y tu nombre me encanta, Lucía... - añadió con apenas un susurro. 

Al sentir aquel cálido aliento deslizarse por su cuello, Lucía se erizó por completo; pero, lejos de huir del remolino de sensaciones que la estaba invadiendo desde que vio llegar a Joe, buscó rozar las manos masculinas con las suyas e hizo que él se paralizara. Con la yema de los dedos, despacio, trazó un camino recorriendo sus brazos hasta llegar a sus hombros, los acarició por encima de la camisa y Joe  ladeó la cabeza para poder mirarla a los ojos. Decir que cinco estúpidos centímetros los separaban era decir mucho. 

- ¿Aún no me has confirmado tu nombre y ya me quieres besar? - preguntó Joe en voz baja con la respiración en proceso de agitación. Su mirada viajó hasta los labios de ésta un segundo, pero regresó a sus ojos intuyendo que respondería a su pregunta.

- Todavía puedo echarme atrás... - dijo ella y acarició sus hombros de nuevo para ascender al cuello y unir los dedos en su nuca. Rozar el nacimiento de su pelo la hizo estremecer, y a él lo excitó. Lo excitó hasta el punto de sentir que se quedaba sin espacio dentro de su pantalón.

- Eso ya no es posible - susurró Joe y, sin dejar que Lucía ejecutara su próxima respiración, la tomó por la nuca y estrelló los labios contra los suyos. Cerró los ojos para disfrutar de cada roce con el que la invitaba a corresponderlo y no se detuvo, no hubiera podido. La lamió lentamente apropiándose de una boca que, en ese momento, consideraba más suya que de la misma Lucía.

Lucía sintió que sus extremidades se aflojaban y temió derretirse como la cera caliente de un momento a otro. No tenía escapatoria; deseaba que aquel hombre hiciera con ella todo lo que se le antojara. ¿Podía querer acostarse con un tío con el que apenas había cruzado tres palabras? <<Sí, sí que puedo; de hecho, todo mi ser arde por tenerlo desnudo entre mis piernas>>, se respondió a sí misma mentalmente y no dudó en separar sus labios y darle a Joe el acceso que, ansioso, estaba solicitando. En ese momento, él la rodeó por la cintura con uno de sus fuertes brazos y la pegó a su cuerpo mientras que deslizaba la lengua hacia el interior de su boca. 

Entre Gucci y Gominola.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora