CAPÍTULO 13

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Joe y Lucía seguían en el aseo de señoras. Él había pasado uno de sus musculosos brazos por la cintura de ella, pegándola a su cuerpo con fuerza. Con la mano que tenía libre la agarraba por detrás de la cabeza para que ésta no escapase de sus labios. Lucía, de manera totalmente involuntaria y apasionada, comenzó a acariciarle el pelo y a devolverle el beso. Vistos de aquel modo, parecían una pareja de enamorados que se reencontraban después de mucho tiempo.

Tras varios minutos de besos y fugaces caricias por encima de la ropa, ambos tuvieron la necesidad de avanzar más. Lucía pudo notar la fuerte erección de Joe pegada a su vientre, al tiempo que su propio cuerpo pedía a gritos que la hiciera suya allí mismo. Sin dejar de besarla, Joe la subió a la encimera de mármol, sintiéndose bien recibido entre las definidas piernas de ella.

- Te he echado tanto de menos... - susurró él, sin apenas despegar sus labios de aquella boca que tanto deseaba - ¡Uumm, sabes tan bien! - la saboreó -, eres dulce como una gominola - mordió suavemente su labio inferior -. Desde que te probé, no he conseguido dejar de pensar en tu sabor - prosiguió, besándola con más urgencia.

Al oír aquello, Lucía volvió a la realidad, y lo detuvo, poniendo ambas manos sobre la impoluta camisa blanca que cubría su pecho, para tomar distancia.

- Para, para, por favor - pidió con voz firme - ¿De qué hablas, Joe? - ambos guardaron silencio un instante -. A ver, creo que todo había quedado claro en el mensaje que te envié, ¿no? -. Suavemente, lo empujó un poco más - ¿ Me dejas bajar de aquí, por favor? -. Joe, confuso, se retiró de entre sus piernas. Una vez que Lucía pudo poner los pies en el suelo, buscó su mirada y le dijo algo más - Sé que esto no debería haber pasado, y lo siento. Olvídalo, por favor. Me he dejado llevar - se excusó.

- Pues sigue haciéndolo - instó Joe, dejando salir las palabras tal y como las sentía -. ¡Déjate llevar, haz lo que te pide el cuerpo y no lo que dice tu cabeza! - añadió y, antes de que ella pudiera responder, cogió su mano y siguió hablando -. Mira Lucía, yo no te estoy prometiendo amor eterno. Ni siquiera una relacción seria. Lo único que te pido es que me dejes conocerte y que me conozcas tú a mí - concluyó, haciendo que el silencio fuera más espeso durante los cinco segundos siguientes. Ella retiró su mano cabeceando de manera negativa y descendió la vista al suelo. En ese momento no podía mirarlo a los ojos, si lo hacía volvería a perderse en aquellos pozos azules.

- Lo siento, Joe, pero... - buscó valor dentro de sí misma para explicarse -, no es ésto lo que busco ahora mismo - su voz fue casi inaudible y no dejó de mirarse los zapatos.

- ¿¿Que no es lo que buscas?? -. Pues dime, ¿¿qué es lo que buscas, si se puede saber, Lucía??- elevó el volumen, más de lo que hubiera querido. Aquellos altibajos en la actitud de ella no sólo lo desconcertaban, sino que también lo alteraban. 

- ¡¡No me grites!! - reaccionó ella, advirtiéndolo con tono severo. Seguidamente se giró hecha una furia para salir del baño. Si algo tenía claro a sus diecinueve años, era que no volvería a cometer los mismo errores del pasado. Tiró del picaporte para abrir la puerta, pero Joe plantó la mano sobre ésta y la volvió a cerrar.

- Lo siento, no quería levantar la voz - se disculpó con suavidad, acercándose a su espalda -. No volverá a pasar, te lo prometo - susurró, inclinándose y rozando con sus labios el lóbulo de la oreja de Lucía. Ésta, que seguía quieta y con la vista puesta en la puerta, sintió cómo un escalofrío recorría todo su cuerpo. Cerró los ojos con fuerza. Había escuchado tantas veces lo mismo de boca de su ex, que no pudo reprimir las lagrimas.

Joe tiró de ella lentamente para voltearla entre sus brazos y poder mirarla, y al descubrir sus ojos llorosos, su corazón se paró por un segundo.

Entre Gucci y Gominola.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora