Capítulo 1

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El sábado había amanecido nublado aquella mañana de Junio, e incluso podría decirse que corría una brisa fresca que obligaba a los sevillanos a echar mano de un jersey de manga larga. Resultaba un poco incongruente, dado que el clima en Sevilla, a esas alturas del calendario, solía ser poco menos que sofocante sin necesidad de que brillara el sol. Así que la gente se había animado desde muy temprano a pasear por la ciudad, haciéndose un hueco en algún bar o cafetería donde tomar un buen desayuno. 

Y eso era justo lo que Lucía y África necesitaban en ese momento, un café, un batido de chocolate, una tostada con mantequilla y mermelada o un par de donuts. Cualquiera de las opciones les era válida para mantener las pestañas arriba y dar comienzo a la jornada de trabajo bajo su tienda, muy coqueta, en un lugar tan privilegiado como era La Plaza del Duque, junto a ocho puestos mas.

África miró ligeramente de izquierda a derecha justo antes de dar unas zancadas para cruzar la calle y llegar al quiosco de La Cani, situado en la esquina de la acera donde también se ubicaba El Corte Inglés. Lucía, por el contrario, se había quedado en el puesto terminando de colocar la nueva gama de pulseras que había elaborando durante toda la semana, sobre el terciopelo marfil que cubría las dos mesas que ejercían de expositores. No perdió de vista a su prima África hasta que ésta hubo llegado al mostrador del quiosco y la había visto inclinarse sobre él para dar los buenos días a Cani, a quienes ambas, en apenas dos meses, habían llegado a considerar mucho más que una simple conocida. Cani era sociable, zalamera, sabía escuchar, daba consejos y, en la mayoría de las ocasiones, encontraba la forma de sacar una sonrisa a todo aquel que se acercara a comprar a su tienda.

África se puso de puntillas sobre sus zapatillas converse y apoyó los codos sobre el mostrador.

- ¡Morning, Cani! - canturreó y concluyó el saludo con una amplia sonrisa. Cani, que en ese momento rellenaba la nevera de latas de refrescos, se giró y rápidamente se acercó para atenderla.

- ¡Ah, ya estás aquí! - exclamó y apoyó las manos encima del mostrador, dejando caer su peso en ellas.

- ¡Dime que tienes bombas de fresa, please! - suplicó inclinándose más para poder echar un vistazo a la vitrina que había en el interior de la tienda, repleta de dulces. Cani se hizo a un lado para dejarle libre el campo de visión, y fue en ese entonces cuando las pestañas de África aletearon de placer. Siempre era así cuando veía algo que saboreaba incluso antes de haberlo probado -. Oh, ahí están... - gimió. Cani la observó unos segundos y no pudo aguantar una breve carcajada, luego se hizo con un pliego de papel donde envolvería la bola con exceso de chocolate y fresa. ¿Cómo podía aquella chiquilla meterse por el cuerpo semejante pastel a las nueve de la mañana y quedarse tan pancha? Esta era una pregunta que Cani se hacía cada vez que África o Lucía aparecían por el quiosco. Y el caso de Lucía ya era más preocupante, pues aunque su trabajo era vender todo lo que pudiese y estaba encantada de tenerlas como clientes asiduas, no entendía cómo, con un vientre tan plano y unas caderas perfectas, Lucía ingería diariamente una bolsa de gominolas azucaradas. ¡Bendito metabolismo, juvenil, hiperactivo, inquieto, perfecto!

- ¿Esto te lo comes tú sola o es para partirlo en dos y compartirlo con tu prima? - preguntó mientras soltaba el dulce con unas pinzas sobre el papel ante la ansiosa mirada de África, quien a su vez se relamía los labios instintivamente.

- Para mí sola, y no me pongas solo una, ponme dos. Para mi prima me das una de las otras, de las que son blancas y están rellenas de chocolate  - señaló hacia la vitrina con el dedo índice, sin apartar la mirada del pastel que tenía delante. Cuando Cani se giró riendo y cabeceando en busca de los otros dos dulces, África aprovechó para pellizcar la bola y llevarse el pedazo a la boca. Cerró los ojos mientras el chocolate se deslizó por su paladar. Al regresar y verla de aquella guisa, Cani no pudo más que volver a reír.

Entre Gucci y Gominola.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora