CAPÍTULO 10

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Desde la habitación que compartía con su prima, Lucía oyó la conocida risa de bebé que le anunciaba que acababa de llegarle un mensaje al móvil. Tuvo la tentación de saltar corriendo de la cama, ya que estaba segura en un 99% de que se trataba de Joe, pero se contuvo.

- Mensajito para la nena - canturreó África acostada en la cama de al lado. Sin embargo, Lucía hizo oídos sordos y ni se movió. Su prima se giró sobre el colchón para mirarla -. No te hagas la tonta, sé que estás despierta.

- No espero mensaje de nadie que me importe, así que ya lo veré mañana - contestó fingiendo desinterés, mientras que también se giraba en la cama para quedar mirando a la pared color mandarina.

- Bueno, ¡¡si tú lo dices!! Pero yo creo que vas a dejar a tu príncipe sin dormir tooooda la noche - opinó la rubia.

- ¡Calla y duerme, lianta! - refunfuñó con un toque cómico.

- ¿Lianta yooo?- África simuló asombro incorporándose un poco y poniéndose ambas manos sobre el pecho, en señal de ofensa. Lucía, de espaldas a su prima, sonrió silenciosa y no dijo nada más.

- Hasta mañana, Luci; que sueñes con tu principito - entonó las últimas palabras con tono gracioso.

- Hasta mañana, chicho terremoto - contestó Lucía reprimiendo la risa.

La noche fue larga, al menos para la mayor de las dos primas, que vio pasar las horas en blanco sin poder conciliar el sueño. Cada vez que cerraba los ojos se perdía en aquella intensa mirada azul, sentía de nuevo las grandes manos de Joe recorriendo cada centimetro de su piel y revivía los apasionados besos con los que, la noche anterior, se había vuelto loca. Así que se negó a dormir e hizo una exhaustiva inspección visual a todo el dormitorio. Gracias a que la estancia era grande, podían disponer de dos considerables armarios. De no ser así, les habría resultado imposible acomodar toda la ropa de ambas; como a todas las chicas en general, la moda era algo a lo que prestaban especial atención, siendo el irse de compras uno de sus mayores hobbies. Ropa, zapatos, complementos, maquillaje y perfume, era todo aquello, tan necesario, que solían adquirir, dependiendo de sus posibilidades. Por otro lado, habían acomodado en la habitación dos camas de 105 cm., situadas una a cada lado de un bonito balcón, que cada mañana llenaba de luz la estancia y seguía haciéndolo durante todo el día. Por éste también se hacía presente el poquito aire fresco que existiera en las calurosas noches sevillanas. Pegada a una de las paredes que quedaba libre, una antigua cómoda rescatada de un contenedor, que había vuelto a la vida gracias a las horas de trabajo que la propia Lucía invirtió en restaurarla. Ahora era una pieza exquisita que encajaba a la perfección con la decoración. Ambas chicas habían dado un toque de estilo personal a aquel apartamento, logrando convertirlo en un lugar perfecto para ellas.

África aún dormía plácidamente cuando su prima decidió levantarse. Estaba cansada de dar vueltas y, ¿para qué engañarse?, ansiosa por leer el mensaje del remitente causante de su insomnio.
Se calzó las zapatillas que tenía junto a la cama y caminó deprisa hacia el salón. Cogió el teléfono que había dejado sobre la mesa intencionadamente la noche anterior y deslizó los dedos sobre la pantalla para desbloquearlo. Cuando leyó no pudo evitar sonreír, a la vez que negaba con la cabeza. Estuvo a punto de seguir el impulso de responder, pero se frenó.
Prefirió tomar una ducha y desayunar, aprovechando ese tiempo para pensar bien lo que iba a escribir y enviarle a Joe. Lo que había surgido entre ambos, aunque pintase ser muy bonito, no podía seguir adelante. Lo último que Lucía necesitaba era dejarse llevar por algo así, que, del mismo modo que la hacía sentir tanto, también la hacía temer. Pondría un punto final, sin más.

Mientras tanto, en el hotel, Joe revisaba su teléfono, como no había dejado de hacerlo durante gran parte de la noche. Él tampoco había dormido y, de hecho, a las seis de la mañana, harto de estar en la cama, había decidido salir a correr para aclarar ideas. Había llegado a aturdirlo un poco el no saber con exactitud qué era lo que le estaba pasando con Lucía. En cualquier otra ocasión con una chica, habría disfrutado de las horas de sexo y luego adiós, sin problema. Sin embargo..., algo impedía que fuese de éste modo con ella y, por ello, tenía que volver a verla.

Entre Gucci y Gominola.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora