Capítulo 15

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No había nada en el mundo que pudiera hacer que Jael retrocediera en aquel momento. África se sacó el caramelo de la boca con una lentitud destructora, y él contrajo el ceño con la mirada puesta en sus labios, sintiéndose arder y perdiendo la capacidad total de contenerse. Descendió hasta su boca y pasó suavemente la lengua por encima de ésta, recogiendo la sustancia dulce y ligeramente pegajosa de la golosina. África aguantó la respiración y encogió los dedos de los pies, víctima de una sensación llameante que ondeó en su vientre.

Inoportunamente la puerta se abrió junto a ellos y el enorme cuerpo de Biscuit apareció, deteniéndose al verlos. Los estudió con cierta sorpresa a través de sus pequeños ojos, pero fue cuestión de varios segundos que la expresión de su rostro volviera a la neutralidad.

Jael, que no se había movido más que para girar la cabeza al sentir que alguien llegaba, elevó imperceptiblemente las comisuras como saludo a su guardaespaldas.

- Hi, Bisc - su voz aún era grave. Biscuit levantó un poco la barbilla para responder.

A continuación, Jael miró a África, que permanecía acorralada contra la pared, le dedicó una seductora sonrisa y le robó el Chupa Chups.

- Hasta la próxima, Salvajita - se metió el caramelo en la boca y se separó de ella para luego rodear a Biscuit y salir por la puerta. <<¡¡Joder!!>>, gruñó mentalmente mientras caminaba. Qué poquito había faltado.

África echó la cabeza hacia atrás sobre la pared y se llevó una mano a la boca del estómago. <<Madre mía>>, murmuró para sí misma. Empezaban a preocuparle dos cosas, que unidas entre sí, podrían llevarla a un único resultado. Una era que el estúpido sexy que acaba de irse la desarmaba, y la otra, que el mismo estúpido sexy empezaba a caerle bien.

Joe y Lucía entraron a la sala de estar donde solían reunirse los componentes de NBITS, claro que, ya solo quedaban dos de ellos en el hotel, más algún que otro guardaespaldas. Dany, Dax y John ya habían regresado a Nueva York. Sin embargo, Joe encontró a su padre sentado en uno de los sofás leyendo un periódico. El señor Joseph, al que su hijo era tan sumamente parecido, elevó la mirada hacia ellos y comprobó que éstos iban agarrados de la mano. Se puso en pie de inmediato para saludarlos, y fue ahí, cuando creyó haber visto antes a la chica que acompañaba a su hijo.

- Papá... - dijo Joe con una sonrisa en medio de un gesto expectante, pero también con una confianza que a Lucía la hizo sentir a gusto.

Joseph los escudriñó sonriente. Era un hombre elegante, muy alto, de pelo castaño claro tirando a cano, y con unos cálidos e impresionantes ojos zafiro. Como los de Joe.

- Hola, hijo - lo saludó, y luego se dirigió a ella -. Señorita... - hizo una leve reverencia.

- Buenas noches, señor - lo miró y curvó los labios mostrando una pequeña sonrisa.

- Se llama Lucía, papá. Es una amiga - la presentó Joe.

- Oh, encantado, muy bonita - asintió estudiándola.

Joe no parecía incómodo con la situación, todo lo contrario. Su semblante era de lo más tranquilo y satisfecho.

- Gracias. Encantada también.

- Puedes llamarme Joseph, Lucía - añadió con un claro acento americano -. Siendo amiga de mi hijo, no podría ser de otro modo - aclaró y, a ella, volvió a robarle una sonrisa.

- Como puedes comprobar, pequeña, tengo un padre excelente - comentó Joe con orgullo. A ella le hizo sentir un revoloteo extraño aquel apodo cariñoso con el que la había llamado. Pequeña. ¿Se lo había dicho antes? De cualquier forma, le gustó.

Entre Gucci y Gominola.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora