10. Susurro.

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–Oye. Despierta... − susurraron en su oído. Una fría mano cubría su boca. Entre la espesa oscuridad, pudo reconocer aquel rostro que lo miraba con serenidad. Dio un vistazo a su alrededor, intentando averiguar en donde se encontraba. El corazón latía con fuerza y una extraña ansia por patalear y gritar invadió sus piernas... Shh...no hagas ruido, nos escucharanEl solo asintió con la cabeza.

La mano se retiró con lentitud de sus labios. Tomo aire de una bocanada y antes de poder decir algo, un fuerte sonido provino desde fuera. Algo había caído al suelo. Pesados pasos recorrían la habitación contigua, haciendo rechinar las tablas de toda la planta inferior. Ambos esperaron en silencio, cuidando su respiración temerosos de ser descubiertos por ese simple acto. Los pasos se alejaron despacio. Sea quien fuese que estuviese allí, los rastreaba con gran meticulosidad.

− ¿Dónde estamos? – pregunto al fin, cuando así lo creyó oportuno.

Estamos bajo tu habitación – susurro su acompañante. – Están aquí. Vienen por ti.

− ¿Qué? Pero ellos dijeron que...

−Ellos dijeron nada. - fue interrumpido. –Esos bastardos no son de fiar. Te lo dije. No saldremos bien de esta.

− ¿No podemos negociar como la última vez? Que nos den más tiempo.

−Imposible. Nos lo advirtieron. No nos dejaran ir tan fácil.

− ¿Entonces qué haremos? ¿Me llevaran con ellos? No quiero ir... no quiero – le tapó la boca nuevamente. Pudo ver entre la oscuridad como se llevaba el dedo índice a la boca en gesto de silencio. Habían entrado a la habitación.

El rechinar de cada tablón de madera sobre ellos era frustrante. Los pasos lentos y bien medidos de aquel ser que estaba en su búsqueda le helaban la sangre, haciéndolo creer que en cualquier momento serian descubiertos y todo estaría perdido. <<Jamás fue mi intención>> pensaba aterrorizado mientras se aferraba al pecho de su acompañante, quien lo había subido en sus piernas acunándolo entre sus brazos como a un bebe. La calidez de su cuerpo y el palpitar de su corazón lograron calmarlo un momento. La mejilla que se había recostado sobre su cabecita le había conferido una inmunidad absoluta hacia el miedo. Por lo menos, así se sentía él. Veía sus piecitos, vestidos solo por unos calcetines algo rotos y mugrientos, moverse al compás que dictaba aquella vieja melodía que siempre tarareaban para él.

−Esa, querido mío, es tu canción – le había dicho un día. − ¿Quieres saber porque? – el asintió con una sonrisa adornando su infantil rostro aun cubierto por la suave espuma que el chocolate caliente había pintado juguetonamente sobre sus rosados labios. – Cuando eras a penas un bebe, no había nada en este mundo que lograse silenciarte cuando comenzabas a llorar. Vieras los problemas que tuve en ese tiempo. Intente con todo: Cambiarte el pañal, darte de comer, beber. Te rascaba pensando que quizás era la comezón. O Quizás era algún tipo de dolor...Todas las ideas posibles que pude tener, fueron descartadas de inmediato. Por más que buscaba cual era el motivo de tu llanto, la respuesta siempre era la misma ''Este niño solo llora por llorar. '' Sonara feo, pero decidí ignorarte en tus arrebatos de lloriqueos. Me senté frente a la pianola y comencé a hacer lo mío. Fácilmente, toque varias piezas. Pero con solo una decidiste callar y escuchar. Esa fue la primera vez que te vi sonreír y creo que fue la primera vez que sentí amor por un ser humano que no fuese yo.

Cerrando los ojos, él suspiró, percibiendo la dulce loción que emanaba de su cuerpo, embriagado por el no tan lejano recuerdo de esas palabras.

<<Quiero estar así por siempre...>> Pensaba <<quiero poder cerrar los ojos a la realidad y dejarme llevar por la calma de su respirar, la calidez de su piel, la melodía de su corazón. Quiero permanecer así; congelar el tiempo y no dejar que corra jamás. Quiero atesorar este sentimiento...permanecer así por toda la eternidad, aun si esta solo se ve representada en una hora. >>

Pasaron varios minutos, no estaba seguro de cuantos en realidad. Él había empezado a cabecear impulsado por el movimiento oscilatorio con el que era acunado tan cariñosamente. No había sonido alguno ya, más que el de sus corazones palpitando y el leve murmullo de sus respiraciones.




−Despierta. Están aquí− murmuró nuevamente a su oído. – Han vuelto.

Él abrió lentamente sus ojos, sin entenderlo del todo. Esta vez la habitación en la que se encontraban estaba iluminada por un pequeño haz de luz que entraba por una abertura entre las tablas que se cernían sobre ellos. La mano que lo rodeaba minutos atrás con ternura, estaba tensa y lo apretaba con firmeza y algo de fuerza innecesaria. 

Miró el rostro iluminado por una sola franja de luz; observaba, aterrorizado hacia arriba. Y siguiendo su mirada, intentó ver aquello que tanto terror le causaba. Pero no había nada. El ambiente estaba tenso. Le costaba creer que hasta hace poco ambos disfrutaban de una siesta tan tranquilamente. 

− ¿Los has encontrado?− alguien habló de repente. Era una voz masculina, ronca y severa. Alguien negó a su pregunta en silencio. 

– Son peores que las ratas. − continuó −Se enojaran con nosotros si no hacemos algo rápido. ¿Crees que escaparon? –  Alguien volvió a dar una respuesta negativa. Sea quien fuera, no hablaba mucho. 

− ¿Ya rastreaste cada parte? ¿Debajo de las camas? ¿En la parte inferior de las alacenas? ¿En el ático? ¿Patio?.... En el Sótano...quizás...−El hombre guardó silencio, dejando esa última posibilidad al aire. 

Escuchó sus pasos; eran dos hombres en total. Ambos recorrían la habitación, haciendo del chillido de las maderas algo insoportable. Más de una vez notó como los tablones se doblaban por el peso que ejercían ese par. Ambos estaban husmeando a su alrededor, en busca de algo. 

<<Verán que no estamos y se irán de inmediato>> intentaba darse ánimos. <<Después de esto, ellos nos buscaran en otra parte. No nos molestaran ya...>> La necesidad de aferrarse a la esperanza más mínima le era vital en ese momento.<<Todo estará bien...todo estará bien...>>


−Están aquí, ¿verdad? Una gran risotada acompañada de un fuerte golpe hacia el suelo lo sacó de su trance. Pequeñas astillas volaron por el aire, dejando una gran abertura por donde el hacha había penetrado con una fuerza atroz que no parecía ser de ese mundo. Uno de ellos reía con gran estruendo mientras el otro golpeaba una y otra vez las maderas que yacían debajo de ellos. Entonces, pudo verlo. Era un hombre enorme. Vestía de negro y llevaba la boca cubierta por un paliacate de igual color. En sus ojos grandes e hinchados, no se reflejaba sentimiento alguno. ''Vamos, vamos, ¡vamos!, ¡VAMOS!''


− ¡ROMPELOS CON MAS FUERZA!


***


La oscuridad reinaba sobre una ciudad enterrada por la nieve y asfixiada por la lluvia torrencial que caía sin piedad entre grandes oleadas de granizo. Era una escena que jamás se creyó ver por lo inverosímil que esta era. En las profundidades de su desbastada casa, Armando yacía sobre la mesa de la cocina, inconsciente boca abajo. Con los dedos entumecidos, guardaba con recelo algo entre ellos a pesar de su inconsciencia. Le costaba respirar. El frío era insoportable. Pero el sueño lo era aún más.


    −Escapa cuanto antes de aquí, Armando... − pareció susurrarle el viento entre sueños.











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