El edificio comenzaba a desmoronarse por una sucesión de explosivos cuya presencia era desconocida hasta que fueron detonados, causando estragos de tal magnitud que ni tiempo a reaccionar dieron a los incautos internos que corrían despavoridos hacia las salidas de emergencia, luchando fieramente por permanecer de pie entre los pisos movedizos, esquivando las enormes y hambrientas grietas que sin duda los llevaría a su perdición, e igualmente, evadiendo los pedazos de techo que conformaban el suelo de la planta superior. La alarma contra incendios se había activado en varios sectores del edificio. El fuego comenzaba a extenderse en algunas oficinas, proveniente de los tanques de gas que ocultaban en la bodega del tercer piso; por más que el tiempo corriera con tal benevolencia, las explosiones no cesaban y el pánico se sentía eterno mientras que las puertas, anchas y majestuosas, esperaban pacientemente al otro lado de cada habitación como símbolo de libertad y un día más de vida si lograban cruzarlas y escapar a lo inevitable.
— ¡Sr Segovia!— lo llamaron entre el nerviosismo que reinaba en los conmutadores, minutos antes del desastre. Encerrados en un cubículo de paredes de cristal momentáneamente opacadas por largas y anchas persianas de color mate, el señor Segovia, junto con otros tres hombres de edad adulta y un joven pasante que acababa de llegar, miraban la cinta en silencio mientras la imagen se detenía en el rostro de uno de los infiltrados.
Sus manos temblaban y sus ojos se abrían como platos; el señor Segovia tragó saliva, no notando el alboroto que aumentaba en su alrededor. Su mirada, al igual que su pensamiento, vagaba confundida, inmersa en aquel frívolo rostro que lo observaba desde la imagen congelada que la cinta le mostraba; ese rostro, tan desafiante y crudamente burlón.
«Eres tú...» pensaba atónito. El sudor corrió por su amplia frente y un torrente de confusas emociones que en ese momento no tenían nombre para él, lo arrolló despiadadamente.
—Disculpe Sr. Segovia, lo solicitan en la oficina del director, ahora. — volvieron a hablarle, pero esta vez, fue tomado por el brazo con sumo cuidado mientras se dejaba guiar por los estrechos pasillos divididos por un sinfín de cubículos. Un par de personas chocaron contra su hombro, e incluso creyó haber escuchado sus disculpas mientras se alejaban a toda prisa. —Lamento haberlo sacado de improvisto, pero fue una orden inmediata. — habló su joven guía, sin notar el desasosiego del hombre al que llevaba a su lado.
—Sí, una orden inmediata— susurró Segovia. — ¿Dónde dices que ésta el director?— preguntó mecánicamente, con la mirada perdida al final del pasillo, donde los focos blancos que iluminaban la oficina parpadeaban levemente y el sonido de la electricidad corriendo en ellos resaltaba con un ligero zumbido. Allí, el ascensor los esperaba con sus puertas abiertas de par en par. El joven que lo acompañaba era nada más y nada menos que el pasante que hasta hace unas semanas había llegado al edificio. Un joven adulto de aspecto pulcro y ojos pequeños.
—En la planta alta. — contestó, acelerando el paso. — Parecía agitado. Algo debió suceder, ya que hasta hace unos minutos estaba bastante tranquilo.
Entraron al ascensor, las puertas cromadas se cerraron y el joven pasante presionó un botón. La plataforma se elevó con ellos dentro, iluminándolos a ambos con esas luces blancas e inertes que resplandecían más que las de la oficina.
Mientras subían siete pisos más - pasando el límite establecido para el personal no autorizado por cuatro secciones, cuyo contenido se estimaba secreto para la mayoría exceptuando solo unos pocos- el silencio entre ellos parecía comenzar a prolongarse.
— Es bueno conocer el rostro de uno de los culpables ¿verdad? — habló el pasante, no soportando el incómodo silencio. El Sr Segovia, que fue sacado bruscamente de sus pensamientos con esas palabras, asintió pensativo. — Es un alivio. Ahora solo es cuestión de buscar en los documentos que guarda la computadora y rastrear su número de ciudadano.
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A través del Cristal
Science Fiction¿Alguna vez te preguntaste, como seria vivir dentro de una pecera, una jaula, o incluso dentro de una caja? Yo jamas lo he hecho. No es necesario. ¿Como hacerlo si mi gente y yo nos vemos obligados a llevar vida semejante? #CheryllsAwards ...