33. Realidad o Sueño. (1/2)

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—Hey, ¿estás ahí?—preguntaron entre la oscuridad.

— ¿Quién es?— respondió asustado, acurrucado sobre el suelo.

—Soy yo.

— Bien, pero ¿Y quién eres tú?...

—Eso ya lo sabes. — rio, con tono triste y desanimado. — Me has estado evitando un buen tiempo. ¿Lo has notado?

— ¿Es posible evitar a quien no conozco a propósito?

—Pero me conoces. Perfectamente. Solo que no me recuerdas. Decidiste olvidarme...

— ¿Cuándo fue eso?— se incorporó entonces, cruzando sus piernas y apoyando las palmas de sus manos en sus tobillos, buscando al dueño de la voz que en ese momento, le parecía ligeramente familiar.

—Hace tiempo...pero me temo que el olvido no es un sitio tan seguro como se cree. Tarde que temprano llega el momento de recordar. Y con ello, un torrente de sentimientos sin padecer.

— ¿Tu eres ese torrente de sentimientos?— preguntó, temeroso de escuchar la respuesta.

—No. Soy más que eso. Soy un latido. Un suspiro. Un anhelo y una lágrima. La vida, muerte y soledad. Más que sentimientos, soy un conjunto inexorable de recuerdos apagados y guardados en un baúl que el amor y la condescendencia cerraron para no herirte ya. Pero, a estas alturas, el portador del baúl está terriblemente asustado. Al igual que tú, que ahora pereces en manos de una vida vacía que no te pertenece. Y en su miedo y en tu muerte, la necesidad de la memoria persiste. Lucha. Y no olvida, así como tú lo hiciste...

— ¿Dolerá?— preguntó, tímidamente, después de pensar un poco en aquello que acababa de decir aquel ente sin rostro ni forma.

— ¿Recordar? Posiblemente. — contestó despreocupado.

—No quiero que duela.

—Entonces llora. Grita. Patalea...drena el dolor para que no dure más tiempo del necesario. — le aconsejó, no dándole mucha importancia al temor que su acompañante mostraba ante la sola idea del dolor.

— ¿Qué es lo que veré?

—Lo sabrás cuando suceda.

— ¿Estarás conmigo?

—Siempre he estado contigo. Aunque lo ignorabas. Me transformabas. Me alejabas. Convenciéndote a ti mismo que no me necesitabas. En ese entonces, ahora y siempre, estaré contigo quieras o no quieras. Suena a calvario ¿no es así?

—Un poco, supongo.... pero dime... entonces, ¿Quién eres tú?


Su consejero y acompañante en la oscuridad total, suspiró, guardando silencio por unos instantes que en ese sitio sabían a cuartos de hora.

Cuando estaba a punto de hablar, listo para brindarle su tan anhelada respuesta, un torrente de puntos blancos aparecieron entre la oscuridad, iluminando poco a poco ese sitio y transformando aquel lugar de vacío sin fin, en una habitación etérea, cálida y familiar. Con pisos de madera y paredes color pistache, la habitación era iluminada suave y dulcemente por la luz del fuego que permanecía domesticado e inofensivo dentro de la chimenea, danzando ante el delicado vals que la pianola, a un costado suyo, entonaba gracias a un par de manos ágiles que presionaban con delicadeza sus monocromas teclas. Sin moverse de su lugar, observó cada rincón de esa habitación.

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