14. Juegos del Pasado.

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Mirando el reloj qué Gary tenía en su muñeca, Mirlet decidió que sería hora de ir a echar un vistazo al lugar acordado. Eran las diez cincuenta y dos. Y él joven adolescente estaba ansioso por ver el curso que tomarían las cosas. − ¿Iras a ver si ya llegó?− pregunto Gary recargado en la pared mientras se soltaba bruscamente del agarre de Mirlet, quien, a pesar de tener su propio reloj, nunca lo miraba y se informaba desde el reloj de Gary.

− ¿Tú qué crees?

−Que iras a empinarte las pocas provisiones que nos quedan.

−Nah. Todavía no tengo hambre. Así que tranquilo. A todo esto ¿A dónde fue Ernesto?

−No lo recuerdo bien. Solo sé que fue a reunirse con los demás para ver si entregaron todos los paquetes.

−Ya veo... ¿cuánto tiempo nos queda?

−Poco más de una hora. Para ese entonces ya deberíamos de haber ido y venido de la torre de control.

−No quiero volver allí – se quejó Mirlet haciendo un leve puchero. − ¿Es necesario que volvamos?

−Si. Lo es. – contestó Garrett con tranquilidad.

− ¿Qué hay allí?

Gary pareció pensarlo y sin darse cuenta murmuró algo que le fue imposible escuchar a su joven acompañante.

Mirlet lo miró confundido. Suspiró, sabiendo de sobra que no entendería ese extraño hablar que tenía Gary, conformándose con saber cuál era su motivo una vez llegara el momento.

−No quiero molerme la cabeza con tus extrañas teorías y demás. Iré por Armando. Tú espera aquí. Quietecito y rarito, como solo tú sabes hacerlo...– Mirlet se estremeció − ¡Dios! ¡Que frio! – y diciendo esto, se alejó quitado de la pena mientras llevaba sus manos hacia sus bolsillos y encorvaba la espalda, hundiéndose dentro de su enorme chamarra, tal como los pajarillos hacían cuando tenían frio.


**


El punto de encuentro que le indico a Armando se encontraba al otro lado de esa cuadra. Dando la vuelta. Así que no tenía que caminar tanto. No se sorprendió cuando vio la calle vacía, sin ni una sola alma en pena vagando por allí. <<Bueno, después de todo, también me costaría digerir la información estando en su caso>> pensó Mirlet.

Talló el suelo con su pie, retirando la nieve que cubría la banqueta. Y sin más, se sentó a esperarlo.

En el tiempo que llevaba allí, no se había sentido tan libre como en ese momento. Mirlet suspiró aliviado. Aun si no lo parecía, disfrutaba del silencio y apreciaba en su corazón los escasos momentos a solas consigo mismo. Meditando sobre su día, recordó hasta el más mínimo detalle; atesorando los buenos, aunque escasos, momentos y grabándolos para siempre en su memoria, cerró los ojos, dejándose guiar por ellos.

A pesar del inmenso frio que aun rondaba las calles, retiró de su cabeza el gorro tejido a mano que le habían regalado poco antes de adentrarse a ese mundo artificial; Recordó esos hermosos ojos qué lo miraban con timidez mientras, con sus manitas delgadas y temblorosas, le entregaban ese gorrito multicolor que habían tejido especialmente para él.

− ¿Es para mí? – le preguntó, poniéndose en cuclillas frente a ella, quien solamente asintió. –Muchas gracias...lo atesorare por siempre. – Lo sostuvo y con una sonrisa amable, lo colocó sobre su cabeza despeinada. – Y... ¿cómo me veo? −Ella le había sonreído con total agrado, asintiendo nuevamente con la cabeza. De piel morena, delgada y menuda. De largos cabellos, negros como la noche, que siempre sujetaba en lo que eran dos gruesas trenzas. Era una niña poco agraciada, debía reconocerlo; pero sus enormes ojos negros como el carbón, irradiaban la belleza de su inocente y puro corazón. Eran tiempos difíciles. Y en tiempos difíciles era casi imposible mantener tan hermoso y efímero rasgo. Jugueteó con ella, haciendo gestos raros, diciendo chistes tontos o simplemente, actuando de manera cómica durante los últimos momentos a su lado. Le encantaba hacerla reír.

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