¡Este hombre es un loco! ¡Ni que llegar hasta el hogar buscándome! Verlo allí parado me sorprendió, pero más lo hizo su actitud con los niños. A decir verdad, por fuera se ve tan estúpido, superficial y frío, que me pareció irreal ver lo humano que es; lo tierno y hasta sentimental. ¿Y qué me dicen de su talento musical? Es que es una cajita de sorpresas el desgraciado.
Enciendo las luces intermitentes y río con diversión. Felipe está detrás de mí en su Mercedes. Bajo la velocidad a propósito y él toca el claxon. Sé que se está riendo igual que yo.
Ahora vamos de camino al cine... Las películas no son atractivas, pero bueno, tendré una especie de cita con Felipe... ¿Qué mejor que eso?Llegamos al cine, y luego de estacionarnos uno al lado del otro, nos dirigimos hacia la cabina en donde se compran las taquillas. La próxima tanda comienza a las nueve y quince, y a penas son las siete y media.
—¿Qué hacemos mientras?
—¿Helado?— Sugiere él no tan convencido. Luce nervioso y creo saber a qué se debe.
—A ver, guapo, ¿hace cuánto no sales con una chica a lugares que no sean cuartos de motel?
—¿Por qué preguntas?
—Luces como si estuvieras fuera de práctica. Relájate, es solo cine y mantecado... Como en los tiempos de high.
—Estoy bien.
—¿Te incomoda estar conmigo?
Él me mira como si me hubiera salido un ojo extra.
—¿Qué? Mujer, no... No me incomoda. Vamos, dirijámonos a Cold Stone— dice serio.
Yo asiento y camino a su lado hasta su vehículo. Él dice no estar incómodo, pero su rostro refleja todo lo contrario. ¿Le molestará salir con una chica de mi tamaño?
Sintiéndome mal por pretender exponerlo así, le digo que se estacione al lado del cine, en donde hay vista al mar, y donde las parejas suelen parar a hacer sesiones de besos y caricias indecentes. Me gustaría ir por el helado, pero no me agrada la expresión incómoda de Felipe. No me gusta forzar a alguien a algo que realmente no desea.
—¿Ya no quieres mantecado? — Pregunta mirando fijo hacia el acantilado de agua salada que se encuentra detrás de la valla de seguridad.
—La verdad... Quiero una barquilla, pero la que deseo no está disponible en Cold Stone— digo con voz de bellaca* mala. Él se gira de inmediato, mirándome confundido, pero cuando ve que he desabotonado mi blusa, la expresión cambia a una de diversión.
—¿Qué estás haciendo, mujer?— Pregunta con una sonrisa pícara.
—¿Me das mantecado de tu barquilla?— Le pregunto agarrándole el bulto levantado que tiene entre las piernas.
—Estás loca, nos pueden ver...— No lo dejo terminar y me abalanzo a sus sensuales labios. Lo devoro con ímpetu, determinación y pasión. Me coloco en su regazo. Casi no puedo acomodarme debido a mi tamaño, así que tiro de la palanca del asiento y lo empujo hacia atrás. Ahora puedo estar encima de él cómodamente.
—Luna, nos van a pillar... No seas loca— me dice mirando a todos lados. Su tono me deja más que claro que no desea que pare.
—¿Y? Olvídate, déjate llevar— le digo en el oído y él se estremece.
—Dios, estás loca... ¡Pero cómo me encanta!
Me río y comenzamos a devorarnos y a toquetearnos como si de adolescentes se tratara. Me muevo, frotando así nuestros sexos a través de la ropa, y ambos no podemos estar más excitados.
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Luna
RomanceLuna es una mujer gorda, de eso ella está consciente. Sin embargo, goza de una alta estima de sí misma. Ni los senos enormes, ni las estrías o la celulitis que le cubren los muslos le crean complejos con su cuerpo. Al contrario, es una mujer segura...