Sinceramente, me hubiese gustado dedicarme a pintar de forma libre, sin líneas rectas, sin medidas perfectas; no a la arquitectura. Aunque al menos sigo teniendo la oportunidad de crear y diseñar...
Mi padre y el presidente de la compañía en la que hago mis prácticas acaban de darme una noticia que sinceramente no sé si catalogarla como buena o qué.
Después de más de treinta años siendo el vicepresidente de Arquitectura Dillard's Inc. y de desempeñarse como el arquitecto principal, mi papá ha decido retirarse. ¿Y saben quién tomará su lugar? Este que está aquí. Aún faltan unos meses para tomar posesión, pero saber que tendré un puesto tan importante, me hace cagarme en los calzones. Yo jamás pensé que llegaría a ser tan bueno en esto como mi padre, pero si me han dejado a cargo, debe ser porque lo soy.
Salgo de la oficina de David Dillard junto a mi viejo. La reunión de emergencia que me informaron esta mañana era para darme la "buena noticia" de que era el candidato para sustituir a mi padre. Pronto se hará una reunión para anunciar que he aceptado el puesto.
Acepté porque nada hará más feliz a mi padre, y si hay algo que se merece mi viejo antes de morir es un poco de felicidad.
No es que me desagrada del todo el puesto, es solo que yo me imaginaba otra vida... Una más libre y más colorida.
—Estoy orgulloso de ti, hijo mío— me dice papá palmeando mi espalda.
Recibo esas palabras gustosamente y sé que he tomado una buena decisión.
Una vez dejo a papá en su oficina, miro la hora en mi reloj. Apenas si tengo tiempo para buscar a Luna y llevarla al veterinario.
La bella mujer me ha pedido que la acompañe a buscar a Dalton, quien está hospitalizado hace cuatro días. Según me contó Luna, el pobre tenía una piedra alojada en su riñón y tuvo que llevarlo de emergencia el jueves, el día antes de haber vuelto a relacionarnos.
Conduzco por la avenida y llego hasta al apartamento en el que duerme mi Luna. ¿Mi? Disculpen, hablé sin pensar.
Toco la puerta y a los segundos la Luna brilla resplandeciente frente a mí. Se ve más que hermosa hoy... Está maquillada, lleva un mahón azul oscuro y rasgado, una camisa blanca y una chaqueta color verde por encima. Su pelo está amarrado en una coleta alta; cuando lo lleva así puedo ver sus facciones y la perfección de su rostro con más claridad.
Ella sonríe y nos saludamos con un beso en la boca, el cual duró menos de lo que me hubiese gustado... Siempre quiero más de su boca... Sería feliz si muriera besándola.
Salimos y ella me da la dirección del hospital veterinario una vez nos adentramos en el tráfico infernal de la una de la tarde de San Juan. Es a esta hora en la que los ciudadanos vuelven a sus respectivos trabajos después del almuerzo.
—Todavía no me acostumbro al bullicio del área Metro... A veces quisiera escapar a un lugar tranquilo. Volver a escuchar el canto del coquí... Estar en medio de la nada para volver a escuchar los latidos de mi corazón... Los deseos que salen de él...— dice Luna de momento y yo me quedo analizando sus palabras.
—¿Sabes? Yo también quisiera escapar... Aquí te metes tanto en la rutina y vives a este ritmo tan acelerado...
—Esto no es vivir, Felipe. Esto es solo seguir el ritmo de una sociedad que solo lucha para algún día comenzar a vivir... Nunca lo lograremos; no si seguimos moviéndonos al ritmo del capitalismo y de una sociedad que ya está muerta.
Se hace un profundo silencio reflexivo... Luna tiene razón; estamos muertos.
En los minutos que dura el trayecto, me dedico a reflexionar y a idear un plan... Un plan para volver a sentirnos vivos, aunque sea un fin de semana.
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Luna
RomansLuna es una mujer gorda, de eso ella está consciente. Sin embargo, goza de una alta estima de sí misma. Ni los senos enormes, ni las estrías o la celulitis que le cubren los muslos le crean complejos con su cuerpo. Al contrario, es una mujer segura...