Capítulo XXIV: Sueños Realizados y Espacios Vacíos

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A ti, que esperas pacientemente cada actualización este capítulo es dedicado a ti.

— Me importa una mierda si tu hija te promete que irá a una jodida terapia... ¿No te das cuenta? Ella solo te manipula a su antojo para salirse con la suya-grito fuera de mi al presidente de Arquitectura Dillard's.

No puedo controlar la ira que recorre todo mi sistema. Desde que David me informó que iba a despedir a mi secretaria, la cólera se ha apoderado de mí. Al parecer, esta tarde el señor Dillard había tocado la puerta de la oficina de Rebeca para decirle que debía tomar una difícil decisión; debía decidir entre la secretaria que había colocado en su empresa o la salud emocional de su hija Katia. ¡Qué estupidez más grande!

—Yo solo quiero el bienestar de mi hija, Felipe. Esta es la única manera de hacer que vaya a la psicóloga— su tono es pausado y calmado, y eso me hierve aún más.

David se ve tan relajado en su silla, aún cuando acaba de joderle la vida una joven que necesita el trabajo; eso me enfurece de manera descomunal. Estoy consciente de que el imperio del hombre delante mío no fue construido precisamente por su humanidad y afecto, pero cuando me enteré de que pretendía ayudar a la pobre muchacha que su hija había impactado con su carro, creí que el viejo egoísta y frío, que por el único "bienestar" que veía era el de Katia, se había ido. Al fin había tratado de arreglar los desastres de su inestable hija de manera correcta, pues el hecho de darle trabajo a una joven sin experiencia alguna, pero con ganas de superarse, fue algo totalmente contrario a los movimientos que David solía ejecutar.

Él no podía quitarle lo que le había dado a esa pobre mujer. ¡Por Dios! ¿Cómo ella va a pagar el apartamento nuevo? ¿Cómo va a comprarse un carro? Sí, porque su secretaria tiene que salir de esa lata que se está cayendo en pedazos. ¿Quién me hará reír? ¿Quién entrará a mi oficina sin tocar? ¡Maldita sea! Rebeca no se merece esto, y mucho menos cuando es excelente en su trabajo... Y mucho, mucho menos cuando es solo por un maldito acto vengativo de la estúpida de mi ex.

— David, entra en razón. Maldita sea, no puedes hacerle esto a esa mujer que se ha jodido dando el mejor rendimiento en su trabajo. No puedes tirarla a la calle solo porque a tu queridísima hija se le antoja. ¡Por Dios! Ni siquiera sabes porqué tu hija tiene tal fijación. Tú conoces a Katia, sabes que solo hace las cosas por joder. Ella quiere destruir a cualquiera que siquiera pise el mismo lugar que ella pisa.

— No voy a cambiar de opinión, aunque esté consciente de que tu secretaria no se lo merezca— contesta firme.

— Eres un insensible. Un...— Me callo cuando la solución me llega de momento a la cabeza—. Si Rebeca se va, yo también lo haré —.

Es un movimiento arriesgado, pero no me echaré para atrás. Además, no es un secreto que no amo mi trabajo. Lo único que me mantenía aquí era mi secretaria, pues hacía los días laborales divertidos y amenos. Había odiado mi puesto mucho antes de tomar posesión de este, así que en el fondo, sé que de no ser por Rebeca habría renunciado el mismo día de las entrevistas. Estaba perdido, hasta que entró aquella mujer sin tocar a su oficina; esa chica de lengua viperina y sin filtros... Ese día decidí quedarme un poco más, pues esa pelinegra podría hacer la carga más pasable. No me equivoqué, pues en efecto, así fue.

David ríe y me mira como si hubiera perdido la cabeza.

— No hablarás en serio, Felipe— dice divertido.

— Nunca en mi puta vida había hablado más en serio, David.

La expresión del presidente se ensombrece. Su postura se vuelve más recta.

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