A mis lectores de España
Capítulo XXIX: Compañera de Viaje
Cada día que pasa es más gris que el anterior. Cada respiro duele, cada exhalación pesa más. ¿Cómo las mujeres superan el dolor después de perder a un ser que vivía y crecía dentro de ti? Este maldito mes ha sido el peor de mi vida. Dos angelitos a los cuales amaba mucho les han arrebatado la vida cruelmente. El primer ángel fue mi pequeña Luna y el otro la preciosa Coral, la hermana de Rebeca. A esta última le cortaron las alas de una forma muy despiadada. Hace unas cuantas noches atrás recibí una noticia impactante. Dos cosas fueron las que dijo Charlotte por teléfono: Rebeca inconsciente y Coral secuestrada.
Apenas hace dos días nos enteramos de esta tragedia. El padre de Rebeca no solo abusó sexualmente de ella, sino que también vendió a su hermana Coral a los hombres que se encargaron de torturarla hasta asesinarla. Todos estos eventos me han afectado emocionalmente. Siento que la vida se me escapa en cada lágrima y grito de dolor que sale de mi garganta. No sé cómo lidiar con todo esto. Mi vida se viene abajo, incluso mi relación con Felipe. Hay días que ni siquiera deseo verle la cara, pero en cuanto da la vuelta para darme mi espacio, ya lo estoy abrazando para que se quede. Soy un saco de contradicciones. Soy la depresión, la tristeza y el coraje encarnados en mi cuerpo. Hay días que me levanto animada y con ganas de continuar, pero hay otros como hoy que simplemente no puedo conmigo misma.
Tomo en mis manos la foto del último sonograma que le hicieron a mi bebé, la acaricio y posteriormente las lágrimas comienzan a descender.
La puerta de la habitación se abre e inmediatamente escondo la foto debajo de la cama y seco mis lágrimas.
— ¿Otra vez viendo la foto? — Pregunta mi prima Lola.
— No puedo evitarlo.
— Solo te estás torturando.
— Lo sé, pero es que es tan difícil.
— Claro que lo es, pero ya es tiempo de levantarte.
— ¿Cómo? — Pregunto secando el mar de lágrimas que desciende por mi rostro.
— Podrías empezar con aceptar la propuesta de Felipe.
— No lo sé...
Lola se refiere a la idea de Felipe de irnos sin rumbo a cualquier parte del mundo. Pretende conducir en su Volkswagen y hacer varias paradas. Admito que es una buena idea, pero me he encerrado en mí misma y solo puedo limitarme a ver cómo el mundo se derrumba sobre mí.
— A la mierda, Luna. Ya me cansé. Vas a pararte de la maldita cama, harás la cabrona maleta y te arreglarás. Sé que esta mierda que pasó fue fuerte y que hasta yo me llené de coraje contra Katia, contra el mundo, pero se acabó. No soy fanática de las frases trilladas, pero las cosas pasan por algo. Me haces el favor y vuelve a ser la misma prima de siempre. Esa que luchaba, esa que brillaba por su carisma...
Sé que sus palabras están destinadas a consolarme, pero es que aún no logro entender porqué Dios permitiría una cosa como la que me pasó. Todas estas noches no hago más que cuestionarle al Señor. Sé que está mal, pues a Él no se le puede cuestionar nada, pero es que es difícil y duro, y no encuentro respuestas.
— Lo intentaré— digo no tan segura.
— No lo intentarás, lo harás. Vamos a preparar la maleta.
Ella se dirige al armario y saca la maleta. Comienza a sacar ropa de mis gavetas. En mi interior se comienza a desatar una lucha sobre si debería o no; si es buena idea o no. «Ve, encontrarás las respuestas.» Escucho esa voz que me saca de mis cavilaciones.
ESTÁS LEYENDO
Luna
RomanceLuna es una mujer gorda, de eso ella está consciente. Sin embargo, goza de una alta estima de sí misma. Ni los senos enormes, ni las estrías o la celulitis que le cubren los muslos le crean complejos con su cuerpo. Al contrario, es una mujer segura...