The Beauty & The Beast

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28: La Bella y La Bestia.

James, en su papel de padre y madre, no había dejado escapar al pequeño Niall con sus secretos. A penas su hijo menor volvió de la escapada con sus amigos, lo increpó en la sala. Sus ojos escrutadores lo decían todo, sin necesidad de cortar la tensión que provoca el silencio.

Niall parecía reacio a conversar, intentó evadir de todas las maneras posibles, sus ojos nunca estaban con su padre, y sus zapatos parecían increíblemente interesantes en ese momento.

Se hizo pequeño, como un niño que le teme a la oscuridad. Es un pequeño niño asustado, acostado en la oscuridad de su habitación, con miedo de que los monstruos debajo de su cama vuelvan a aparecer. Necesita la luz, la oscuridad es mala, la oscuridad lo aterra. Lo aterra hasta los huesos.

Su padre sigue ahí, grande, imponente, siempre a la espera.

Sus manos tiemblan un poco, su mirada sigue en el piso, pero es capaz de dejar sus cosas en el suelo e ir a sentarse a su lado. En silencio, escondido tras las mantas de su cama como si eso fuera a protegerlo de todos los males.

Un toque en el hombro, y todo su mundo se vino abajo.

Solloza mirando a sus pies. Algunas lágrimas caen en el piso de cerámica, y la mano de su padre sigue ahí, intentando volver a juntar todas las piezas.

No necesitó preguntas, ni siquiera un ruido de parte de James para poder hablar. —Es difícil. Tan difícil. Me confunde, y yo solo- a veces pienso que no puedo con todo esto. Hay tantas barreras, no soy tan fuerte para derribarlas por mí mismo. Siento como si nunca se acabasen, pero mi energía sí. Quiero seguir luchando, me gusta tanto, tanto. Pero no puedo solo omitir algunos momentos a mi conveniencia, o a la suya. Es cerrada, como una roca. Y a veces tan receptiva, y sonriente, y amorosa, no sé que es lo que pretende. Volverme loco, quizá.

—¿No crees que si te rindes ahora perderás absolutamente todo? Nada valdrá la pena si te vas a mitad de camino. Si todo el mundo se hubiese rendido a mitad de camino, no existiría nada. Ni teléfonos, ni internet, ni ninguna de esas cosas. Si tiras la toalla lo único que habrás conseguido será un gasto de energía, y decepción. No esperes nada más.

La luz seguía apagada, pero las mantas ya no estaban tapándolo. Su padre vino, le dio un beso en la frente y le deseó buenas noches. Le dijo que soñara con los angelitos, y así lo hizo, sin importar todos los demonios que podían estar todavía acechándolo justo debajo de sus narices.

...

Como todo niño pequeño, a las más pequeña idea emocionante, no puede dejar de saltar. Por aquí y por allá, y los miles de por qué, y muchas palabras que a veces los padres no escuchan por completo. Aunque la desesperación por saberlo todo también es llevada a otros límites.

El pequeño Niall, un hombre en el físico, un niño en su mente, estaba un poco sacado de quicio con la idea de su padre. Y los, ¿Qué harán de cenar?; ¿Quiénes van a comer?; ¿A qué hora?; ¿Qué día?; ¿Le digo que traiga un vestido formal, o casual?; ¿Le cuento o lo dejo sorpresa?; siempre intentando controlar todo a su paso.

Un poco neurótico, y solo un poco sobrepasado por la locura, llamó a Jasmine para invitarla a salir.

Unas vueltas por el centro de la ciudad, un helado quizá, para luego terminar con la guinda del pastel. Una linda velada, una cena, y luces y música. Espera que todo salga perfecto, y especial, porque Jasmine es tan única que merece todo eso y más.

Busca su mejor esmoquin y lo cuelga en su habitación. La invitación está hecha, la comida está en camino, y está todo casi perfecto para que en unas horas más pueda sorprender a la chica de labios gruesos.

Cinderella. [Niall Horan]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora