Snow white

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10: Blancanieves.

A las ocho en punto de la noche, el deportivo de Niall se estaciona afuera de la casa de la castaña. Él, vestido semi-formal, con unos pantalones ajustados a sus delgadas piernas, y una camisa que dejaba ver un poco de ese bello en su pecho, se acerca hasta la entrada con una sonrisa de diez mil metros plantada en su cara.

Su aura radiante, junto con esa sonrisa que no deja sus labios, delatan por completo lo bien que se siente esta noche. No puede esperar a verla. No sabe que es lo que puede encontrar, o que es lo que puede llegar. Es tan incierto, ella es tan incierta.

Múltiples opciones inundan la cabeza de Niall. Entre cosas triviales y sin importancia como que si usará un vestido largo o corto, o si llevara el pelo amarrado o no, hasta decisiones que están más allá de lo susceptible a la vista, o de lo perceptible a los sentidos. Cosas sobre como reaccionará cuando la salude, o como será la manera en que lo reciba. ¿Lo saludará con un beso en la mejilla?, ¿O será con un simple hola, y un apretón de manos?.

Teniendo en cuenta todas las posibles reacciones, se prepara para todas y cada una de ellas. Está preparado su sentido del humor, tanto como su sentido del sarcasmo. Aunque ese está habitualmente encendido.

Así también su capacidad de mantenerse neutral frente a las situaciones, y su habilidad de mantener su nerviosismo escondido. Oh claro, eso no lo tiene... en fin, tiene muchas cualidades a su favor que debe usar sí o sí, obviamente dependiendo de la situación.

No pretende sacar el sarcasmo si la chica se muestras receptiva ante sus acciones, Niall no es tan tonto como muchos creerán, sí, se le pasan algunas... varias cosas, pero no es tonto, solo algo despistado.

Camina con seguridad por las escaleras blancas que llevan directo al umbral de la castaña. Cualquiera que viera esta situación diría más o menos que Niall le iría a pedir matrimonio. ¿Y cómo no?, el chico va vestido con un smokin elegante que se amolda a su cuerpo perfectamente, con una sonrisa más brillante que el sol, y una cara radiante y fresca de seguridad que no se la quita nadie.

Incluso si no es eso lo que pasa realmente, sería la perfecta ocasión, ¿no?.

En fin; armándose de valor y valentía, arma un puño con su mano y toca la puerta exactamente tres veces, esperando que alguien salga y lo reciba.

Algo nervioso esperó paciente a que alguien le abriera. Y después de unos minutos que aumentaron solo un poco su ansiedad debido al movimiento que podía escuchar que había adentro, las castaña salió, casi irreconocible.

Andaba con un vestido un poco arriba de la rodilla, negro y con encaje en la parte superior. Un escote en la perfecta medida, donde dejaba lo justo y necesario a la vista. Sus piernas se veían larguísimas, y preciosas según Niall, que la recorrió con la mirada al menos un millón de veces con la boca abierta.

También llevaba el pelo suelto cayendo sobre sus hombros, y un poco, prácticamente nada de maquillaje sobre su cara. Se veía preciosa. Y si Niall no la hubiese conocido en la fiesta donde debía andar también con un vestido, y todo eso, está seguro que no habría podido reconocer tal belleza con solo una mirada. Así que sí, usó esa excusa para mirarla otro millón de veces, porque claro, no podía reconocerla, no es que la quisiera mirar ni nada por el estilo.

—¿Ya acabaste de acosarme con tu mirada, Niall?

Sus mejillas se ruborizan a penas sale de su trance y se da cuenta de que está babeando justo frente a ella. De pronto toda su seguridad y valentía parecen irse por el desagüe en cuanto esta a su lado, y le nerviosismo llega como a consolar su cabeza con mejillas sonrosadas, y manos sudadas.

Cinderella. [Niall Horan]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora