21. La fiesta

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Narra Oliver

~23 de septiembre de 2012, 19:59~

—¿Qué te pasa? —me preguntó sorprendido ante mi reacción.

Me quedé callado. No sabía qué responder, porque cualquier cosa que dijese me delataría.

—Oliver, reacciona —dijo, intentando mover la tela para ver qué era lo que me había alarmado.

En un acto reflejo me aparté, el movimiento fue tan brusco que me produjo un dolor intenso que provocó que una mueca de dolor se formase en mi cara y que, inconscientemente, llevase la mano hacia la herida.

—¿Qué tienes ahí? —insistió tratando de ver algo que le diese una pista.

—Nada, no tengo nada —respondí sin retirar la mano.

Él se acercó hacia a mí ante lo que yo reaccioné intentando apartarlo con la mano, por desgracia estaba manchada de sangre, que había traspasado las gasas y la tela de la camiseta, y dejé la marca sobre la camisa de Travis. En un segundo, me levanté tan rápido como pude, cogí el botiquín, que me olvidé de guardar esta mañana, y salí corriendo hacia el baño. Me encerré dentro y me quité la camiseta, retiré las gasas y me dispuse a quitar los puntos, con todo lo que está sangrando esto no me sirve de mucho.

—¡Oliver, abre la puerta! —me ordenó Travis alterado.

No respondí y empecé a retirar los puntos con toda la calma que pude. Él siguió gritando que le abriese y yo terminé de sacarlo todo, entonces se calló. Decidí no hacer nada y me limpié la herida por tercera vez en lo que va de día, le eché alcohol, y de más desinfectantes, y volví a colocarme las gasas, aunque esta vez puse más. Cuando terminé, me puse la camiseta y abrí la puerta.

—Enséñame eso, ahora mismo —ordenó Lina, que estaba frente a mí con gesto serio.

—No me lo puedo creer... —protesté en un susurro.

La aparté y me dirigí a la habitación, pero me cogió del brazo.

—Oliver Aziel Wolfe, ya me estás enseñando lo que quiera que tengas, porque no es un golpe de una puerta —insistió sin cambiar de gesto.

—Te digo lo mismo que a él, no es nada —respondí, soltándome de su agarré y abriendo la puerta de la habitación.

—¿Cómo es posible que algo que no es nada sangre tanto? —repitió preocupada.

—No exageres, tampoco ha sido para tanto —comenté dispuesto a entrar en mi habitación.

—Oliver, por favor... —me rogó Travis, que hasta ahora no había dicho nada.

—No lo entendéis, esto debo solucionarlo por mi cuenta —respondí, bajando la cabeza.

—Claro que lo entiendo, pero por lo menos podrías dejarnos ver lo que te ha pasado —dijo Lina, acercándose a mí.

Negué con la cabeza y entré en la habitación, me senté sobre la cama y le dirigí un breve vistazo al cielo nocturno. La puerta se abrió y Travis entró en la habitación, detrás de él pasó Lina, que cerró la puerta tras de sí.

—Por favor —se limitó a decir Travis, mirándome fijamente. Al final, accedí y me quité la camiseta.

—Tan solo tuve un pequeño encontronazo, nada grave —les aclaré sin retirar las gasas.

Noté la cálida piel de Travis pasearse por mi torso despacio, empezó a retirar el esparadrapo y, con este, las gasas que cubrían la herida, dejando al descubierto un corte de unos tres o cuatro centímetros de ancho, seis milímetros milímetros de grosor y, calculo, sobre cinco centímetros de profundidad, por suerte no pudo clavar el cuchillo entero.

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