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Entré por las ya típicas puertas blancas y sobrias del hospital. 

Ya era tan normal venir aquí la mayoría de los días del mes, que lo hacía hasta inconscientemente, como si fuera parte de mi rutina diaria.

Al fin y al cabo, no tenía otros amigos verdaderos con quien más pasar el rato.

Solamente Izzie era mi única amiga. Mi única, fiel y verdadera amiga.

Aunque quisiera que fuéramos más que amigos.

Caminaba derecho, con mi mirada fija en mi rumbo para llegar a mi destino: el ascensor.

Pero mi trayectoria fue interrumpida por un brusco jaloneo que me hizo parar en seco.

Volteé a mi derecha rápidamente y molesto por saber quién era el dueño de tan aquel brusco agarre.

Pero me había encontrado con la persona menos esperada.

Mi padre.

Oh.

— ¿Qué es lo que quieres?—escupí , zafándome al mismo tiempo con brusquedad de su agarre.

— Haz estado viendo últimamente mucho a la chica de la habitación 335 —dijo, como si estuviera acusándome de algo grave.

Eso había bastado para encender la llama del mechero.

— Sí, ¿y qué? ¿Tienes algún problema con ella? —  gruñí.

—Te digo esto por tu bienestar, hijo. Aléjate de ella lo más posible que puedas, su enfermedad puede dañar a muchos, ya sea inconscientemente o no; y sí, inclusive a ti — pronunció con indiferencia sin quitar la vista de los papeles que sostenía en su mano.

Fruncí el ceño. Nunca me había puesto a pensar en la razón de la estadía de Izzie en el hospital...hasta ahora.

— ¿Cuál es su enfermedad? —  pregunté con curiosidad a pesar de que mi enojo no se había esfumado.

Levantó su vista enarcando una ceja como si fuera lo más obvio del mundo.

—Creí que lo sabías ya. 

Le dediqué una mirada esperando a que continuara.

Suspiró, y de su boca salieron aquellas palabras que le dieron un cambio drástico a la situación con Izzie, y probablemente también a mi vida.

Es Bipolaridad — dijo . Bipolaridad y trastorno de control de impulsos.


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