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Pasamos dos días maravillosos en la playa, como hace tiempo no lo hacíamos, solo mis papas, Mafe, mi abuelita, Stan y yo, hubiera también querido que estuviera Stephen pero él tenía sus asuntos que arreglar. En esta ocasión si llamo cuando llego a Italia y se "reportaba" por así decirlo de dos a tres veces por día y eso me hacía estar más tranquila, ya que sabía que él estaba bien y también ayudo que en las noticias no mencionaran nada, como solía suceder en Nueva York.

Lo que era un verdadero problema era sacar a mi pequeño del agua, ya fuera del mar o de la alberca del hotel, junto con su tía Mafe se hacían cómplices y no le importaba que estuvieran adentro desde la mañana ni que su piel pareciera la de una ciruela pasa, los dos parecían peces en el agua, jugando y disfrutando de esta. Las fotos de Stan y de todo lo nuevo que hacia le llovían a todos en Nueva york y también llegaban hasta Italia con Stephen, algunas fueron del primer clavado de Stan en la alberca, cuando su abuelo le enseño a nadar sin salvavidas, cuando lo enterraron en la arena, algunos castillos de arena construidos con la ayuda de su abuela y de su tía Mafe o las competencias que tenía con esta de aguantar la respiración aunque esta solo fuera durante dos segundos, para ellos parecía eterna su prueba.

El regreso desde mi casa fue difícil, tenía tiempo que no estaba con ellos y era muy difícil dejarlos de nuevo a ellos y a mi maravilloso país, y ahora se adjuntaba el hecho de que Stan tampoco quería irse y ese amor que ahora sentía el por su familia y ellos por él.

- ¡Stan debemos irnos!- grite desde la puerta de la casa, los únicos que no estaban ahí eran mi abuelita, Mafe y Stan. Omar quien había sido enviado por Stephen ya nos esperaba a fuera para ir directo al aeropuerto.

- Avísanos cuando llegues princesa.- me dijo mi papá con una ternura y dándome un beso en la frente, asentí y lo abrace.

- Son tan difíciles nuestras despedidas.- dije mirando a mamá, mientras aún papá me abrazaba. Ella asintió y tenía los ojos humedecidos.

- Con cuidado mi niña y mucha suerte en el proyecto que tienes.- me dijo mamá. Mi abuelita apareció con una gran canasta en la mano y con una bolsa.

- ¿Y eso?- pregunte al verla.

- La bolsa tiene, semillas y un abono nuevo para tus plantas. La canasta tiene muchísimos dulces típicos mi niña, sé una dotación como esta es lo que te hace falta allá y no podrás resistirte, ni tu ni ese pequeño ángel que te heredo lo antojadizo, solo espero que les dure más de una semana.

- No lo creo suegra.- dijo mi papá y asentí riendo

- Ni yo lo creo abuelita pero siempre puedo regresar por más.- dije tomando la canasta y la bolsa para después darle un abrazo.

- Aunque como veo las cosas mi niña, no creo que te vayas.- dijo mi abuelita y sabía que se refería a que Stan aun no aparecía.

- ¡Stan debemos irnos!- de nuevo grite y en esta ocasión la única que apareció fue Mafe.- ¿Y Stan?- le pregunte.

- Me dijo que te propone algo.

- ¿Proponerme algo? No creo que esas sean palabras de Stan, Mafe.- se rio un poco y volteo a ver a todos.- ¿Qué es?- le pregunte y me acerque más a ella.

- Se escondió, si lo encuentras se van pero si no se quedan.- sin duda esto tenía toda la firma de María Fernanda Carmona García.

- ¿Y segura que nadie le dio esa idea?

- No, Annie él es un niño muy inteligente.- me le quede mirando un momento.

- Está bien, ¡listo o no allá voy!- dije y me encamine al lugar de donde Mafe había llegado y eso fue en dirección a la cocina. Parecía de verdad un juego y que todos se habían puesto de acuerdo para esconder a Stan, en ninguna parte de la cocina estaba, ni en el comedor, pero cuando llegue a la sala, unos pequeños tenis de color rojo y blanco sobre salían de una de las grandes cortinas, los vi y me reí al instante.

Contigo Ahora y SiempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora