9. ¿Se acabó?

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Así, sin un saludo, ni casual, ni formal; solo eran ellos dos, uno frente al otro. No había pasado ni medio minuto y para él, ya parecían horas eternas lo que tardaría para llegar a un lado del castaño. Supuso que no se libraría de la chica tan fácilmente; decidió comenzar rápido.

- Ho... - Ese tono de voz ni si quiera parecía suyo. Tuvo que aclarar la garganta - Hola, Sally...

-¿Que hay, letritas? - Sonrío segura, igual que siempre.

-¿Qué... Qué estás haciendo aquí? - Sonrío con incomodidad, mientras comenzaba a sudar, nervioso, con la mirada en el rostro distraído de Bernoulli.

-Te dije que estaría para tu carrera en Noruega - Puso uno de sus manos en el hombro contrario. – Te intenté llamar hace unas horas...

Las palabras de la chica eran menos claras cada vez. Cada imagen se veía más borrosa. Lo único que podía ver era como Francesco se daba la vuelta y hacía su típico movimiento: llevar la mano derecha a la frente, para después pasarla por su cabeza; peinando cada cabello color chocolate que pronto volvería a tomar su lugar inicial. Su sonrisa perfecta; respondiendo a los reporteros. <<Puedes ser tan perfecto como te haces decir, pero con esa actitud de mierda...>> sonó en su cabeza...

-¡Letritas! – Lo hizo reaccionar un chasquido de dedos justo en frente de su rostro – Creí que me estabas escuchando – Puso un puchero de tristeza la chica en frente de él.

Regresó a la realidad. ¿Realmente la había hablado varias veces? Fingió una sonrisa y balbuceaba intentando encontrar las palabras correctas para decir; después de todo, decir "Lo lamento, no te estaba prestando atención porque estaba mirando aquel pedazo de Italia ser tan estúpidamente encantador, como siempre"...

- Lo lamento, no te estaba prestando atención porque... - De mirar a los ojos de su actual pareja, regresaron a la silueta alta del italiano. McQueen se sobresaltó en el momento que lo miró darse la vuelta para salir del aeropuerto - ¿Te parece si vamos a un lugar más privado?...

-Está bien – Tartamudeó un poco por el repentino cambio de frase.

Ambos caminaron a la salida y el rubio le dio una señal con la mano a su pequeño amigo que lo esperaba n mismo lugar que lo había dejado. Guido entendió lo que debía de hacer y solo fue con su hermano para poder hospedarse en el hotel.

Llegaron a una cafetería bien adornada; el aroma de la bebida caliente invadía el lugar y los dulces pasteles mostrados en diferentes vitrinas de todas las paredes, le daban color a las obscuras paredes de madera. Se sentaron en una de las pocas mesas libres; con solo dos sillas altas. Se quedaron callados hasta que llegó una chica a pedir por su orden, y aun sin entender mucho del idioma, lograron pedir una taza de café para cada uno; tazas que pronto trajeron. Uno, dos sorbos pasaron antes de que uno pudiera hablar.

-Entonces... llegaste.

-Si – Sonrió – Te dije que llegaría.

-Sí, bueno... - Subió la taza a la altura de su barbilla y miró fijamente el tono obscuro en el café – Eso lo dijiste un par de veces antes – Dio un sorbo más, con el objetivo de escudarse.

-Bien – Dejó un trozo de servilleta en la mesa y con un rostro que mostraba haber sido ofendido, prosiguió hablando - ¿Sabes? Yo quería hablar contigo – Se acomodó bien en su silla y sacudió su cabello para ponerse derecha – Hace un tiempo que estuve pensando...

En ese momento, el celular del rubio sonó con un timbre agradable que indicaba la llegada de un mensaje. Levantó el dedo índice, interrumpiéndola para pedir "un minuto" y ver lo que había llegado. Era un mensaje. Lo abrió y de comienzo le costó un poco de trabajo entenderle; era de Guido y lo que él, normalmente hacía, era intentar llevar las frases de italiano al español con el traductor del mismo dispositivo que enviara el mensaje.

Guía para conquistar a BernoulliDonde viven las historias. Descúbrelo ahora