1. "Salúdale, y siempre sé cortés"

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A las afueras de la ciudad, un lugar pintoresco se estresaba por la llegada del mes de Septiembre, ya había comenzado el tan esperado mes, y los ocupantes de negocios, solo tenían un día para preparar las cosas y comenzar a viajar nuevamente. Un chico de cabello rubio disfrutaba tranquilamente de una dona, recargado en su reluciente coche rojo-cereza, y una mujer de cabello largo y castaño corría de un lado a otro, preocupada por las cosas que se debían de hacer, pero nadie respetaba.

-¡Letritas!, Se hace tarde - Sacudía su cabello de forma desesperada - ya deberías de estar en España, y no te puedes ir, y es toda mi culpa y... - Entre más palabras decía, más rápido se iba haciendo su ritmo de voz, llegó a un punto en el cuál ni siquiera se le podía entender.

-¡Hey! Tranquila -tomó su mano y la acercó, dejándole tomar un respiro - No es tu culpa... me adelantaré y los veré a todos allá ¿Bien? -Su sonrisa tan despreocupada siempre relajaba de cierta forma a Sally y ésta, solo asintió - Te veré en Madrid.

Y así se alejó de la ruta, llegando lo más rápido que se le permitía hasta el aeropuerto. Hizo lo de rutina para poder subirse al avión. Estando en primera clase, ni si quiera se molestaba en pensar las horas de vuelo, miró hacia la ventana, pensó en la carga que le causaba en la apretada agenda de la pequeña castaña y el poco tiempo que dedicaban uno al otro desde que se ocupó de la ruta y a su vida como abogada. Hace mucho que no se prestaban atención, llevaban tanto tiempo, separados que McQueen se dejó de sentir cómo antes. Entre más lo pensaba, más se acercaba a la conclusión de que era mejor terminar la relación.

-Mi scusi, Posso sedersi? - Una voz suave y tranquila se acercó, una chica de cabello largo y rubio.

- ¿Disculpe? - Se sentó correctamente y acomodó su atuendo.

-¿Puedo sentarme? - Su acento le parecía lindo, y claro, le permitió unos minutos junto a él - Grazie Mille, Le he reconocido desde mi lugar - cubrió su boca ocultando una pequeña risa - No pude evitar acercarme.

Platicaron por horas, y "El rayo" sacó a relucir la faceta que ocultaba ya desde hace un tiempo, nuevamente actuaba con galanura, claramente sabía satisfacer a una mujer, y consiente de esto siguió utilizando el tono seductor que le caracterizaba.

-¿A qué vas a España?

-Soy... la mano derecha de mi jefe - desvaneció su sonrisa y miró fijamente al corredor, recogió un mechón de cabello que caía a un lado de su rostro. De forma lenta se cercaban cada uno a los labios de otro, a falta de centímetros, fueron interrumpidos por un ligero sonido, proveniente del bolso de la mujer, ambos se alejaron rápidamente y la chica fue a contestar su celular - Lo siento, tendré que tomar esta llamada, tomó su bolso y le dio la espalda - Te veo en España. Buona fortuna il corsa, McQueen.

Siguió sonriendo hasta ver que su acompañante se retirara por completo, después, golpeó su cabeza con la mano derecha, pensando en lo que estuvo a punto de hacer. No lo hacía por tener intenciones con la chica, al pensarlo bien, ni si quiera le parecía atractiva... tal vez, solo necesitaba un "escape"

Por fin aterrizó y McQueen salió del avión. Apenas entró al aeropuerto y una gran cantidad de chicas y chicos de todas las edades le recibieron, con carteles que algunos entendía a la perfección y otros que no tanto. Todas las voces gritando su nombre, el flash de las cámaras que se encendían conforme el pasaba y cada vez que se detenía a tomarse una foto con alguien o darle su autógrafo, le llenaban de cierta forma. Hasta que un nuevo nombre comenzó a escucharse, obligó al rubio a voltearse.

"Fran-ces-co, Fran-ces-co, Fran-ces-co, Fran-ces-co"

Un castaño usando gafas obscuras entraba de forma llamativa, apenas entregaba autógrafos. McQueen tomó su equipaje y estaba dispuesto a salir, cuando:

- Buon pomeriggio, McQueen - Se acercaba a él de forma lenta y relajada, quitándose las gafas que traía puestas.

-Buena tarde, Francesco - Le saludó en voz baja

-Che cos'e questo?, ¿Le temes a Francesco?... ¿O solo te pongo nervioso? - Pregunto altanero

-Hablas demasiado fuerte, Bernoulli - McQueen quería terminar la conversación lo más rápido posible, no le agradaba la idea de poder sostener una conversación con el italiano, no con ése italiano.

- Puoi ripetere per favore?, Tu voz es tan débil, McQueen - Le abrazó por el hombro y se acercó a su rostro. Siguió riendo.

Una mujer de largos cabellos dorados se acercó. El corredor rubio la reconoció, la misma chica con la que compartió su tiempo en el avión caminaba con elegancia.

- Mi scusi, signore Bernoulli. Stanza il hotel...

- Per favore Ginna, Silenzio - Francesco le interrumpió - Estoy pasando tiempo con il mio amore, McQueen.

-Nadie pasa tiempo con nadie, y mucho menos uno no es "il amore" del otro - McQueen se intentaba despegar de él, pero no podía. Tampoco era como si usara mucha fuerza. El aroma del italiano era cautivadora, y se perdió en eso por un momento.

Mientras ambos hablaban más palabras en italiano, "Rayo" dio una vuelta en el aeropuerto con la mirada, cuando se encontró con caras familiares, salió de bajo el hombro de Francesco y corrió hasta Luigi y Guido, que como siempre venían juntos.

-¡Chicos! Los estaba esperando

-¡Oh! El viaje fue un horror, Las cosas en la ruta se complicaron y se nos ha hecho tarde, un disastro - Luigi peinó su cabello hacia atrás con la palma de su mano - Ni siquiera la joven Sally pudo venir.

-¿No... no está aquí? - Su sonrisa desapareció poco a poco.

- Non, es una pena. Dijo que si tenías un problema, llamáramos - El joven corredor llevó su mano a la nuca, suspiró y volteó a ver a Francesco, que seguía gritándole a su asistente -Iremos a terminar el hospedaje- terminó por decir - ¿Vendrás ahora?

-Claro... iré con ustedes - volvió a sonreír y caminaron hasta la puerta - Arrivederci Francesco - Sonrió al pasar frente a él.

-Ci vediamo, McQueen. Buona fortuna il corsa, McQueen, la necesitarás

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Att: Una pervertida optimista

Guía para conquistar a BernoulliDonde viven las historias. Descúbrelo ahora