23. ¿Gané...?

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Iba manejando, con actitud decidida miraba el camino y aceleraba cada vez más cuando le era posible. Aún no pensaba en lo que diría al llegar, pero tenía claro que sabría que decir una vez que estuviera ahí. Sus manos, temblorosas por los nervios, soltaron el volante de su auto e inmediatamente, abrió la puerta para salir y tras subir unas cuantas escaleras frente a él, entró por las grandes puertas de cristal. Antes e dar un paso más, se detuvo y analizó las consecuencias de sus actos, agobiado por sus propios pensamientos. <<Tú lo conoces...>>. Respiró hondo para continuar su camino al escritorio que estaba al centro de la recepción.

- ¿Bo-Bonjour? - Dijo, dubitativo

- 'Bonsoir' (1*) - Mas que para regresar el saludo, parecía que lo decía para corregirlo - Comment puis-je aider?

- Eh... - Sin la mínima idea de lo que pudo haber significado la frase, prosiguió por la razón en que seguía ahí - ¿La habitación 195? - La mujer que lo atendía subió la mirada sobre sus gafas rectangulares y negó con la cabeza, comunicando que no pudo entender su petición - ¿No... 195? - Intentó buscar maneras de expresarse - ¡Oh! ¿Le monsieur Bernoulli?

- ¿Bernoulli? - Ajustó sus lentes y confundida comenzó a teclear, buscando en el monitor frente a ella. Lo miró directo a los ojos y volvió a negar con la cabeza.

McQueen sacudió su cabello conteniendo su desesperación y miró en toda la sala; reconoció a la misma mujer en bata blanca con el cabello azabache sujeto en dos coletas, la misma que lo atendió los últimos dos días.

- ¡Mademoiselle! - Comenzó a caminar hacia ella y regresó al escritorio con un sonrisa apenada - Merci - Le dijo a la mujer que seguía tan confundida como al inicio. Siguió a la enfermera de coletas y tocó ligeramente su hombro para llamar su atención.

- Bonsoir!, ¿Puedo ayudarle en algo? - De inmediato lo reconoció por que le dedicó una amplia y amigable sonrisa.

- Si - Le sonrió de vuelta - ¿Podría visitar la habitación de Bernoulli?

-... ¿La 195? - Las comisuras de su labios bajaron al instante - Esa habitación se desocupo esta misma tarde - Esa frase provocó que el entusiasmo de Zac bajara hasta el suelo - Insistí que debía permanecer más tiempo en el hospital debido a su condición... pero no fue de su agrado y no pude retenerlo - Lo miró apenada - Désolé.

McQueen intuyó que sería inútil seguir intentando buscar respuestas en aquel lugar, agradeció por la atención que se le había proporcionado y se fue sin nada más que decir. Entró desanimado a su auto y se quedó quieto con la cabeza baja durante algunos minutos. Miró en el asiento a un lado de él la libreta que tantos problemas le había traído y la tomó con una mano lleno de resentimiento. <<Tú lo conoces mejor que yo>>, recordó las palabras de Mate, <<Y tal vez mejor que nadie>>, dijo para sí mismo. Hojeó las paginas y prestó atención a sus notas y rayones.

"No ha salido de Francia, el no es así...

<<Quédate con él>>

...debe estar esperando a que lo busque...

<<Dale atención>>

...es un dramático... y tiene estilo para serlo...

<<No lo subestimes>>

...irá a algún lugar con historia; un lugar que se relacione a 'su' historia"

Sonrió satisfecho, cerró su libreta y la guardo en uno de los bolsillos de su sudadera. Encendió su auto, giró el volante para dar media vuelta y siguió conduciendo. El trayecto no fue corto ni mucho menos rápido, pero negado a rendirse, frenar y dar media vuelta, siguió su camino completamente seguro de que estaba tomando la decisión correcta. En unos cuantos minutos más una hora completa, llegó al río Sena, uno de los más importantes de todo Francia gracias a la cantidad de historias que cuenta; sobre todo, la tradición inspirada en la que un par de amantes italianos que sellaron su amor con un candado en una lampara en un puente sobre el río Milvio, motivando a toda la población y turistas franceses a colocar un candado como símbolo de amor eterno en el puente de las artes.

Guía para conquistar a BernoulliDonde viven las historias. Descúbrelo ahora