3. "Sé honesto"

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Un aeropuerto más. Esta vez no era para esperar su equipaje, o avistar perfectamente como Francesco volvía a lucirse. Más bien, era para esperar a Mate y Sally, que hace unas cuantas horas había recibido un mensaje de ella, avisando que llegaría a Alemania junto con su amigo. Bajó la vista para mirar el mensaje una vez más, cada vez que leía una palabra de aquel texto, sentía como el estómago le daba vueltas, haciendo que sonriera por nada. En ese momento, un nuevo mensaje llegó...

-Sally-

¡Letritas!
Lo lamento mucho, pero no podré llegar. EL trabajo me tiene atareada, ¿Sabes? Supongo que no te veré hasta que termines el tour y eso...

P.D. Disculpa por las llamadas perdidas

Su mirada y sonrisa de adolescente enamorado desapareció. No lo pensó mucho y entonces, lo escuchó

-Pero quiero mi equipaje... - Un voz muy familiar

-Señor el equipaje se recoge en las bandas...

-Las bandas de rock que bajaron de avión se fueron hace horas...

Levantó la cabeza y a toda prisa siguió el ruido del desastre ocasionado por su torpe amigo.

-Descuide señorita, yo lo cuido - Se acercó a Mate, tomándole del hombro.

-¡McQueen! - Se dio la vuelta y lo envolvió en sus brazos de forma asfixiante.

-Amigo... los estuve esperando - Dejó que lo soltara para seguir hablando con él - Bueno... te estaba esperando -forzó una sonrisa.

-Oye amigo, ¿Me ayudas a encontrar mi equipaje? No estoy seguro, pero creo que las bandas que estaban en el avión, me han robado - Lo distrajo la voz ronca.

-¿He?, ¡Oh, Claro! - miró su celular y lo guardo en su bolsillo.

Así, salieron del aeropuerto sin hacer más ruido. Fueron al hotel y allí dejaron las pertenencias de ambos, encontraron a los demás y todos salieron. Tomaron caminos diferentes, Guido con Luigi, Filmore con el sargento y McQueen con Mate, que, a pesar de que, como siempre, uno de ellos iba haciendo destrozos por doquier; al igual cundo a tiempo le detenían a "Rayo" un par de chicas o chicos por una foto y un autógrafo, se divertían ambos.

-¡Mira, el... Grandeburger! - Dijo emocionado el castaño y sonriente, se lanzó corriendo a una construcción enorme de grandes arcos.

-Es Brandenburg, Mate - Rió el rubio, caminando relajado mientras observaba de lejos la escena de su amigo asustar a los demás turistas con sus gritos y gran capacidad para armar revuelo.

La sonrisa pronto desapareció, cuando al llevar su mano a su bolsillo derecho, se topó con su celular. Lo sacó y volvió a leer el último mensaje, con mayor detenimiento. Claramente, pensó que lo que hubiera hecho sería guardar las letras con cariño, pero ya no sentía algo. Se acercó para regargarse en un estante de metal a lado de algunas papeleras.

-Esto es una papelera Alemana... - entonó la voz de su amigo una vez cerca de él.

-¿Qué? - Sonrió como si lo que hubiese tirado se tratase solo una envoltura de algún caramelo

-No sé - clásico de él distraerse fácil - ¿Crees que podríamos ir ya de regreso?, el viaje me tiene cansado

Asintió y no propuso alguna otra cosa, después de todo, ya era tarde. Tomaron un transporte de regreso al hotel, dónde, aún no llegaban los demás. McQueen aprovechó el tiempo para darse una ducha. Par cuando había salido del baño, el castaño ya había caído rendido por el sueño en la primera cama más cercana a la entrada, esbozó una pequeña sonrisa y se puso ropa. Salió de la habitación evitando hacer el más mínimo ruido posible. Salió de ahí y comenzó a manejar sin rumbo, lo que más le relajaba que escuchar el motor en acción, de ahí que desde pequeño había querido ser corredor. Una vez fura de sus pensamientos, se acercó a estacionarse enfrente del primer bar que visualizó y allí entró.

Llegó y sentó en la barra, le hizo una señal al cantinero que inmediatamente captó, le entrego un vaso y de un trago lo terminó sostuvo su cabeza con ambas manos e intentó no pensar en ella mientras pedía un vaso más. Perdió la noción del tiempo en ése lugar, y lo sacó de sus pobres pensamientos sin sentido el ruido que se armó a la entrada de Francesco Bernoulli, que no sabía si calificarlo como buena o mala suerte que se haya decidido por entrar justo a este lugar.

-¡McQueen!, Buona sera, que alegría encontrarte aquí -Se sentó a un lado de él e igual le sirvieron algo.

-Sí, que alegría... Woohoo - Dijo sarcástico. Se le enredaban las letras al habla, pero arecía no darse cuenta. A lo que el italiano respondió con una burla

-¿Cuánto tiempo llevas tomando?

-Que te importa - Se escudó en su vaso

-Oh... Francesco reconoce muy bien esa mirada - le miró detenidamente - Una mirada ahogada en alcohol por culpa de una signorina ¿Me equivoco?, ¿Será esa la razón por la que no has ido a la fiesta la noche anterior? - No hubo respuesta del rubio y el castaño burló - Claro, el callado otorga -Hablaba calmado, de una forma que jamás se le había oído antes, se veía cómodo y divertido, ver al novato tumbado en la barra era una escena "especial"

-Francesco...

-¿El qué cosa? -se acercó a él

-Tu eres... - Bajó aún más la voz

-¿Encantador?, ¿Perfecto?, ¿Qué cosa?, ¡McQueen! - desesperado y curioso insistía

-Eres... - comenzaron a escucharse ronquidos y el italiano no quería hacer nada más que arrancarle el cabello.

Dio un respiro y pago por las copas de ambos. Se levantó y había decido dejar al novato ahí tumbado, pero volvió la mirada para verlo una vez más. Algo le impedía irse solo, claro, que en su rutina estaba: "pagar la botella de la señorita, dormir con alguien y despertar solo". Tomó su frente y rascó por debajo de la nuca, al final regresó molesto por el rubio y en brazos lo llevó hasta su coche y lo acostó en el asiento del copiloto. Comenzó a manejar y sacó su teléfono celular, marcó al primer número en su lista y comunicó con Ginna a la que le ordenó buscar la información del hospedaje de su acompañante, la señorita le había servido de mucho desde que la había contratado, no había información que no tuviera, le mandó la dirección y habitación. Cuando llegaron, nuevamente lo llevó cargando y su poco peso le ayudaba, frente a la puerta, intentó abrir, fue inútil. Pensó en buscar en los bolsillos del chico, al llevarlo en brazos, sus torpes intentos no servirían de nada, hasta darse cuenta de lo ridículo que se veía estirar su mano para esculcar en el traje del rubio, pensó con inteligencia que era imposible. Una vez más en elevador se encontró con un par de niños que reconocieron a ambos corredores e igual que ellos iban hacia la recepción, incómodos segundos, como el par de chiquillos le miraban con admiración.

-¿Qué es lo que ves? - Francesco sin tener que mirarle a los ojos preguntó

-Señor Bernoulli, ¿El señor McQueen, es su novia? - Preguntó inocente sin intenciones de ofenderle

-¿Scusi? - Volteó la cabeza, sorprendido.

-¿Scusi? - Volteó la cabeza, sorprendido

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Att. Una pervertida emocionada

Guía para conquistar a BernoulliDonde viven las historias. Descúbrelo ahora