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Encontramos una especie de puesto donde se pueden envolver las maletas con plástico por si la maleta se abre.

– Mery, preguntale al hombre que cuánto cuesta envolver las tres maletas. – Estoy tan absorta en mis pensamientos que no me entero de lo que mi madre me dice. – Mery.

– ¿Eh? ¿Qué?

– Anda, mamá, ya voy yo.

Cuando termina de envolver su maleta, nos vamos a pasar las maletas a que se las lleven.

Dejo mi maleta sobre la máquina que se las lleva. Ovserbo como le ponem la etiqueta y se la llevan.

No pronuncio ni una palabra. No quiero hablar.

Unos brazos me atrapan por detrás.

– Lo siento.

Me quedo callada ante las palabras de mi hermano.

– Es por Iván, ¿Verdad? – Susurra.

Me quedo como inerte. Las lágrimas resbalan por mis mejillas, a pesar de haber hecho el intento de que no, sin parpadear.

Mi hermano sigue abrazandome. Al ver mi rostro húmedo, me pasa la mano por el pómulo, secando la lágrima que acababa de caer.

– ¿Sabes? A mi me pasó lo mismo con Alessia, cuando hace cuatro años tuve que venir a España. Es duro. Sé que es duro. Pero al final terminé por olvidarla, y, mirala, es mi amiga después de todo. – Me mira de nuevo. Posa la cabeza en mi hombro derecho, para hablarme con una voz aún más suave. – Sé lo que él ha hecho por tí. Sé cuánto te quería. Cuando... Esa vez que me dio tanto... Tanta rabia que os besaseis, y fui a su casa...
Me explicó lo que te quería. Hablaba de ti como si fueses la diosa que colocase las putas estrellas en el cielo.

– ¡Chicos! ¡Son las tres! ¡Vamos!

– Venga, pequeña.

– Vamos, vamos, vamos. – Dice mi madre.

Nos queda una pareja que apsar por el detector de metales y nos tocará a nosotros.

Cuando terminan, nos piden que nos quitemos los chaquetones, chaquetas, zapatos y accesorios que llevemos.

Pasa mi hermano, seguido de mi madre y paso yo, dejando mis cosas ir por los rayos X.

« !Beeep!¡Beeep!¡Beeep! » El detector empieza a pitar emitiendo un sonido agudo y desagradable.

– El colgante. – Le dice una mujer bajita a la que está controlando el detector.

El colgante...

El colgante de Iván.

El día que nos besamos bajo la lluvia, él me ofreció su colgante plateado. Me lo colgó en el cuello y continuamos besándonos.

Quizás sería más fácil todo si no lo quisiera tanto, si me hiciera la idea de que no voy a volver a verlo.

A Un Beso De Tí. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora