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Con los ojos entrecerrados por culpa de la luz que entra a través de las cortinas, me levanto, cierro la persiana y me vuelvo a tirar en la cama.
Tengo la garganta reseca, así que agarro la botella de agua y me mojo enterita. Deduzco que no ha sido buena idea intentar beber tumbada.

«Bien, ahora tienes que cambiarte y ya no podrás dormir. Al menos en tu cama no.»

Así que me arrastro hasta la cama de mi hermana. Es una cama grande, pero no es de matrimonio, como mi cama.
Pedí una cama de matrimonio a los once años porque me gusta dormir con mucho espacio.

«Oh, bien, el gato.»

Allí está. Frente a mí. Tan repulsivo como siempre. Maulla y maulla.
Me quiere delatar.

Cierro la puerta. Doy por seguro que mi hermana sabe que estoy en su cuarto y por que ya me ha pasado varias veces.

Se me pasa por la cabeza la idea de ir a casa de Iván. Mi Iván. Pero es sábado y hace tiempo que no salgo con mis amigas.

Como no consigo dormirme, termino por llamar a Allison.

- Piiiip piiiip piiiip. El móvil de esta persona está apagado o... -

Cuelgo haciendo callar a la voz de la mujer del operador.

Iván no para de rondar por mis pensamientos. Como no me deshago de él, pienso en una tarde, los dos juntos etcétera etcétera etcétera. La típica cita en la pradera. Única y especial, la cita con la que todo el mundo sueña.

Ahora mismo podría estar babeando por él, pero no lo hago. Maldito amor.

Estoy tan harta de estar en la cama que me pongo a leer, en el sofá.
Leo mi libro favorito.

A Un Beso De Tí. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora