— Ann... ¡Feliz cumpleaños!Yoongi le entregó una caja forrada con un lindo papel blanco y llevaba un moño azul, esta contenía la muñeca que la niña de diez años recién cumplidos pedía todos los días.
La fiesta transcurrió y los invitados estaban disfrutando... Claro, sólo eran Yoongi, Ann y la hermana de la segunda mencionada, Arianna. Al resto de las niñas no les dio la gana de asistir a esa fiesta.
— Tomaremos aire fresco, Arianna.
Ann tomó del brazo a Yoongi y salió sin importarle que su hermana mayor -solo por doce minutos- le diera su aprobación.
A la hermana de Ann no le molestó que nadie se quedara a celebrar su cumpleaños, ya que las dos cumplían el mismo día... Ella prefería mirar caricaturas mientras usaba la muñeca que le habían regalado a su hermana. Los niños caminaron por todo Huggerville, sin importarles el frío que azotaba la noche y los peligros de aquella ciudad. Y claro, sin que la novicia que cuidaba a las gemelas se enterara.
Según los vecinos, personas con problemas mentales merodeaban las calles esperando a presas fáciles e indefensas.
Como aquellos niños.
Llegaron a una banca y se sentaron, y entre la conversación graciosa de unos niños que lo único que querían a su edad era comer un helado con todos los sabores del mundo, surgió una pregunta.
- Azúcar... -la pequeña llamó la atención de su compañero -¿Por qué no le agrado a tu padre?
Yoongi sintió miedo, primero la pregunta de su pequeña amiga lo había dejado así, pero al ver sobre el hombro de ella pudo ver a su padre observándolos.
¿Qué podía hacer?
— A-Ann... regresemos con Anna.
La niña creyó que él tartamudeo por el frío, tomó la mano de su amigo y cuando estuvo por ponerse de pie, una figura masculina le impidió moverse.
— ¿A dónde vas, cariño?
El señor Black preguntó, agarrando la mano de la pequeña. Le dio un pequeño tirón haciendo que ambos niños se sobresaltaran.
— ¡Suéltala! —el pequeño Yoongi gritó y la atrajo hacía él.
Lo siguiente que pasó fue rápido: un empujón de Yoongi a su padre, luego un golpe en sus partes... El señor no se quedaba atrás, también repartía golpes... Quejidos, rasguños y golpes era lo que se podía apreciar ahí.
Según una viejecilla que pasaba por ahí, vio a una niña correr y ser atropellada, escuchó un grito de dolor... Sangre por todos lados...
Y un cadáver tirado.
Si se preguntan por qué un niño tiene la fuerza para golpear a un adulto, pues es ficción y todo pasa
14-02-17