Rin - al despertar al 100% no lo dudé dos veces y llamé a papá, '¿cuándo regresará? No quiero estar más tiempo con ese mayordomo, incluso creo que en estos momentos ya está en la casa, no quiero esto, de todos los mayordomos que podrían existir, ¿por qué escogió justamente a ese chico? Su apariencia no me tranquiliza en lo más mínimo, me hace recordar cosas desagradables.
Papá no contesta, esto significa que podría tardar en volver a casa con mamá más de dos días, lo cual no me agrada para nada, como ya había mencionado, no quiero tener que lidiar con ese mayordomo, tengo mis razones, una de ellas es que no cambiaré, porque así soy, ¿no lo entienden? Justamente cuando pregunté eso anterior para mis adentros, alguien llamó a la puerta, esa voz que tanto me molesta, claro, era Len.
Rin - ¿qué quieres? - pregunté en un tono frío lo suficientemente alto como para que me escuchase.
Len - el desayuno está listo, señorita Rin.
Rin - claro, en un momento bajo, ahora largate.
No escuché ninguna respuesta, yo esperaba algún comentario de desagrado por parte del mayordomo, pero no fue así, rodé los ojos, me miré en el espejo por última vez y tomé mi mochila. Cierto, olvidé mencionar que tengo un curso los domingos, un curso de matemáticas, materia que odio, pero mis padres se han visto obligados a inscribirme, puesto que así, los domingos no tendré oportunidad de ir a fiestas.
Bajé las escaleras con la mochila colgando de un sólo hombro, después de unos cuantos pasos, al contemplar el desayuno sobre aquel lujoso comedor, dejé mi mochila en el suelo, recargada en la pata de la silla donde después me senté para saborear aquel festín que tan bien se notaba, y claro, ese jugo de naranja natural que Lila san acostumbra hacer para mí, ya que sabe que es mi preferido, cuando tomé mi tenedor para por fin comenzar a saborear aquella delicia, algo capturó mi atención, una espalda un poco robusta de arriba y se iba haciendo más delgada hasta llegar a las caderas, una coleta bien ajustada con un listón, aunque algunos mechones de ese cabello rubio se escaparon del agarre del mismo. También se podía notar claramente un delantal amarrado alrededor de ese chico, al parecer estaba cocinando algo.
Rin - ¿estás cocinando?
Len - así es - respondió sin apartar la vista de lo que cocinaba.
Rin - eso es ridículo, para eso tenemos a Lila san - abogue algo molesta y dejé el tenedor sobre la mesa - ¿dónde está ella? No comeré algo que no está hecho por ella.
Len - me temo que la señora Lila se ha enfermado y no pudo asistir, sin embargo, puedo afirmar que ella también ah pedido permiso para faltar, a su padre, Leo Kobayashi, señorita Rin - dijo con ese tono formal que a veces me molesta, nuevamente, sin apartar la vista de sus acciones.
Rin - pues, lo que realmente me gustaría que me afirmases es que esto no está envenenado.
Len - no tengo razones para envenenarla, señorita, si gusta, puedo encargarme de comprar algo previamente preparado si no quiere probar mi comida - aclaró ocultando su molestia mientras alzaba la cara, sin embargo, sólo noté aquella coleta cubrir su nuca por esta misma acción.
Rin - hubieses tomado en cuenta esa posibilidad mucho antes, mira la hora, ya es tiempo de que me vaya al curso, y ni siquiera he comido nada a causa tuya.
Len - sin embargo el curso es en su misma institucion, ¿no es así?
Rin - ajá - afirmé con desinterés.
Len - mi trabajo implica cuidarla en todos lados, por lo tanto, me he transferido de escuela para poder observarla siempre.
Rin - ¿eso haces con cada chica con la que has trabajado?
El rubio, notablemente un poco molesto, volteó por fin a darme la cara, como siempre con unos ojos fríos e inexpresivos, se quitó el delantal sin prisa alguna, lo dobló, lo puso a un lado del lavaplatos y puso sus manos en la espalda baja.
Len - en efecto, señorita, ninguna había requerido tanta atención.
Eso, de inmediato, me sonó de manera retadora, un gesto de disgusto se apoderó de mi rostro, al mismo tiempo arqueando una de mis cejas. Tomé el tenedor, y sin decir más, comencé a comer.
Has ganado, por ahora, mayordomo idiota.
En el instituto...
Len - la clase hasta el momento ha sido de lo más normal, descartando que las chicas suelen mirarme demasiado y procuran cruzar miradas conmigo. La señorita rin....claro, estos son mis pensamientos así que, corrijo, la mocosa, no ha entregado ni un sólo trabajo en todo el tiempo, y, ya debería haber entregado al menos dos, la miré de reojo, noté que ésta estaba algo cabizbaja y no parecía concentrada. La pequeña discusión de esta mañana me hace saber que es de las chicas más rebeldes con las que eh trabajado.
Al por fin salir al receso fui por el almuerzo de la mocosa, cuando por fin regresé con la comida noté algo que ocasionó arquear mi ceja derecha.
Rin - lo único que podía hacer era encoger los hombros y tratar de ignorar aquellos chicos que intentaban sacarme dinero, como siempre, aunque esto sucedía a menudo, no podía acostumbrarme, por más que quisiera, esto era lo que más odiaba de asistir a la escuela y a este estupido curso. Me sentía intimidada, me sentía de lo peor, un chico se estaba acercando demasiado, mi cuerpo no podía evitar temblar.
- anda pequeña rubia, sólo tienes que darnos un poco de dinero, ¿eso te sobra a ti, no? Mis padres me han confiscado la mesada, sé considerada y dame algunos yenes.
Dijo en un tono que a cualquiera le erizaba la piel, los otros chicos sólo reían y me miraban de manera apuñaladora, miré hacia abajo y noté que el chico iba a poner una mano sobre mi pierna mientras reía burlón. Una lagrima se me escapó, cerré fuertemente los ojos, dispuesta a esperar la peor sensación del día. De momento escuché a ese mismo chico quejarse levemente de dolor, abrí los ojos cual platos y lo primero que admire fue al mayordomo tomando a ese bufón del cuello de su camiseta, con una mirada que incluso a mí me dio temor.
Len - considero que así no se le trata a una dama - dijo acercándose al rostro del chico, quien estaba más que atemorizado por aquella mirada asesina.
- v-vamos viejo, te daremos dinero si logramos quitarle un poco a la rubia - ofreció balbuceando.
El mayordomo acercó su rostro al odio del chico al que aún sostenía fuertemente, una enorme sonrisa un poco psicópata se posó en su rostro y logré oírlo susurrar...
Len - no te acerques a ella.
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Mi querido mayordomo...*rinxlen*
RandomEscribí este libro hace 500 años, por favor ten en cuenta que era mi época de cringe. ¿Alguna vez has querido tener un mayordomo que al mismo tiempo sea tu guardaespaldas y tu diario personal más confiable? Pues Rin no. Rin Kobayashi, una chica de 1...