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Salí del baño y me puse la ropa que me habían puesto en la cama rápidamente, o bueno, todo lo rápido que se puede ser cuando estas todo adolorido y violado.

Cuando ya estuve lista busque un peine en las gavetas del cuarto y comencé a peinarme lentamente mirándome al espejo, mi ojo morado llamaba demasiado la atención, pero ya no tenía tanta sangre en el rostro, solo heridas.

Puse el peine en la cama y baje rápidamente, encontrándome con un hombre acostado a lo largo del sofá mirando curiosamente toda la sala, era el que había abierto las puertas del armario, su cabello estaba largo, sucio y oscuro, su ropa estaba horrible de gastada, y rota.

Escuche la risa de Lucía y entre a la cocina encontrándome con los otros dos hombres jugando con mis hijos.

--Oh, pero qué linda eres.-dijo el rubio sonriéndome. Mis labios se apretaron formando una línea recta.

Sabía que solo lo decía para tratar de ganar mi confianza. Se levanto y camino hacia mi.

--Soy Eric.-dijo, y estreche su delicada mano.--El es mi esposo Aaron.-dijo y mire al que tenía tomada por la cintura a mi pequeña sentándola sobre la mesa. Me sonrió.--Y este que está aquí, es Daryl.-dijo.

Mire detrás de mí, y en el marco de la puerta, estaba el hombre que había estado en el sofá hace poco, me examinaba de arriba abajo.

--¿Tienen un grupo no?-pregunté ahora volteándome para mirar a la pareja.

--Si, de eso queríamos hablarte...

--¿Cuántos caminantes haz matado?-lo interrumpió el único que no parecía normal de los hombres, llamando la atención de todos.

--¿Quién los cuenta?-pregunté alarmada.

--¿Cuantas personas haz matado?-preguntó ahora acercándose más enojado.

--Dos creo...-dije mirándolo confundida.

--¿Por qué?-preguntó, y toda la atención cayó sobre mis hombros.

--No entiendo por qué debería...

--¿Por qué?-insistió enojada.

--Por qué se lo merecían.-dije.

--¿Por qué?-volvió a decir, ya me estaba desesperado.

--¡No es tu problema!-chille enojada.

--¿Por qué?

--¡POR QUÉ ASESINARON A MI ESPOSO!-grite perdiendo la cordura y comenzando a llorar.

Era más doloroso decirlo que sentirlo.

En Los Brazos De Un Angel (Daryl Dixon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora