6 de marzo: día de locos, día de cuerdos

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Es la cuarta vez que escribo este capítulo y es que Julio aún sigue siendo la pesadilla de todas mis noches... Es difícil de explicarlo pero se podría resumir en que sigo teniendo miedo a perderle aunque ya lo haya hecho.

Duele, ya no me duele tanto que me olvides sino que me iguales, me normalices, me trates como una más. En realidad ya no te amo, solo te quiero, te quiero otra vez a mi lado.

Pero ya se ha acabado y de hecho ya me he cansado de escribir sobre ti, Julio.

Así que tranquilos, se ha acabado Julio aquí aunque ¿eso no lo dije ya antes?

Da igual, lo importante es que he cogido fuerzas. Este febrero he escrito para intentar recuperarte y no ha servido para nada... Ya debo escribir mal eh porque se ve que ya estás con otra. Ya basta, ya basta... Voy a despedirte para siempre de aquí, te convertirás en lírica, lírica de ir por casa aunque lírica profunda, lírica de odio y desamor, serás cenizas en el aire que poco a poco irán desapareciendo. De mi vida desaparecerás, con billete de ida, con billete de ir lejos.

Y yo seguiré como siempre, sin destacar, sin revolucionar corazones, siguiendo la rutina... Caminando rápido sin pararme, viviendo cada día como si fuera uno más. Supongo que así es la vida, tan sencilla por dentro y tan compleja por fuera. Pero el amor lo confunde todo, el amor me hace ver la vida mucho más compleja de lo que es.

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Estoy jodida, si te empiezo a olvidar mis sueños se encargan de recordarte de nuevo. Tu y yo en Barcelona, de la mano, tejiendo la locura de los primeros meses de una relación. Si en el fondo es bonito, pero me da asco. Un torbellino de ideas se filtra en mi mente y me impide respirar cada vez que cierro los ojos en mi cama, este es el motivo por el que me estoy muriendo aunque no te des cuenta...

Me has dejado por una de veinte, por una que ya tendrá las cosas claras, por una llena de cordura. Y puede que así se convierta el amor, en cordura... Porque ya no existen locos, al menos, no en mi vida. Y así moriremos todos, felices sin arriesgarnos, callados ante el abismo.

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Ayer pasando por Portal del Ángel te vi, Julio. Vi cómo te dirigias al Gótico sin prisa, cómo andabas arrastrando los pies... Estabas cansado pero parecía que buscaras a alguien, sí, sí, lo hacías y creo que ya llevabas un buen rato así. Yo no sabía qué hacer aunque me moría de ganas de gritar tu nombre para que te giraras. De repente, te pusiste a correr y yo detrás. Intentaba alcanzarte pero era imposible y te grité: ¡Julio, espera! Pero tu no paraste y yo que prometí que cuando te viera te besaría...

Me vuelvo a caer y esta vez me hago daño, quiero seguirte pero ni te veo, ya era imposible... Me derrumbo poco a poco y tras intentar con todas mis fuerzas no llorar, una lágrima me cae con un horrible cosquilleo en mi mejilla. Luego otra y otra. Grito y comprendo que definitivamente ya te has ido. Lloro con todas mis fuerzas y tengo miedo, miedo de no volver a amar o miedo de volver a amar cómo te he amado a ti.

Y el mundo onírico vuelve a conquistarme, alejándome de toda pesadilla. El dolor empieza a esconderse y yo empiezo a alertarme por el huracán que tengo delante. Alto, más que el otro, esta vez, un huracán de verdad. No entiendo nada, ¿dónde estaba Marcos? Él siempre me arrebataba mis miedos tan deprisa... Siempre había sido él, mi luz, mi guía, pero ya no estaba...

El huracán empezó a acercarse a mí y, aun llevando unas copas de más, recuerdo que me abrazó. Al principio parecía que me hacia daño pero despues me llenaba de vitalidad. Su gris empezó a cambiar juntamente con el mío y los dos nos teñimos de rojo.

- No vuelvas a escuchar -me dijo. Volarás tan alto como desees y yo mismo voy a salvarte.

Y cuando lo conseguí a él, ya quería volver a estar contigo...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora