Capítulo 3

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Dakota POV.

Esa misma tarde Antonio me entregó un boleto de tren con escala en París, así que llegaría a Londres por la madrugada, un conocido de la familia le llevaría hasta un pequeño piso donde podría quedarse.

-¿Te las arreglarás con la pensión que te envía tu padre? –le había dicho.

-Supongo.

Puntualmente recibía una generosa cantidad de mi padre en una tarjeta, sus ahorros eran suficientes como para pagar un cursillo de algo por allá. Así que sin llamar la atención empaqué todo lo que pude, estábamos por entrar al mes de octubre y ya comenzaba a hacer mucho frío por las noches, me abrigué bien y cuando tuve todo listo fue en busca de mi madre, no iba a contarle que me iba pero necesitaba despedirme de ella.

-¿Mamá? –grité al vacío en la casa, no respondió.

Mi tren salía en un par de horas y debía marcharme, Antonio me dijo que su chofer me llevaría a la estación y le pedí que subiera las maletas del auto mientras llamaba a mi madre, por suerte atendió el teléfono.

-¿Dónde te metiste mamá?

-Antonio nos trajo a tomar un helado, no queríamos molestarte hija.

Claro, cómo no, una táctica para ahorrarme la despedida.

-Ya veo –resoplé.

-No seas mala con él, hace lo que puede Coqui.

-No me digas así mamá, joder –me aparto el teléfono y respiro profundo para calmarme- Oye, no hablo para discutir de nuevo.

-Que novedad –suena divertida- ¿Quieres que te llevemos un poco de helado de chocolate?

-Mamá, por favor pon atención –cierro los ojos- Lamento mucho lo del otro día, sé que no debí dejar que me fotografiaran desnuda.

-Dakota, hija mía, está bien ¿sabes? –escucho como camina, quizá alejándose para hablar con más privacidad- yo también fui joven y veía lo que tu abuela hacía y moría de ganas por hacer lo mismo, así que, solo por favor, elige bien lo quieres hacer, tienes mi apoyo.

Mis ojos llenan de lágrimas y sorbo sin ninguna delicadeza.

-Lamento ser una carga para ustedes.

-Jamás lo serás, Dakota, ni siquiera pienses que lo has sido.

-Si tú lo dices –me limpio la nariz con la manga de mi camisa.

-Lo es, sé que ahora la situación no es fácil para ti con esta mudanza y tantos cambios cuando necesitas estabilidad, y si quieres tomarte un tiempo con tu padre...

-Nah, estoy bien.

-¿O con tu abuela?

-¿Para qué me ponga a dormir con Simba de nuevo? –Era su último león adquirido y como le había dado la habitación donde yo solía quedarse debíamos compartir el lecho- No gracias.

-¿Qué tal si charlamos un rato cuando lleguemos? Podrías contarme en qué puedo apoyarte.

Miro el reloj de mi muñeca y suspiro, debo salir ahora.

-Ya veremos mamá, diviértanse... te quiero.

-Yo te amo hija, te veré pronto.

-Claro... adiós.

Corté antes de echarme a llorar allí y levantar sospechas, ya la llamaría cuando llegara a mi destino para que no se volviera loca.

Salí de la casa y no miré atrás ni una vez hasta llegar a la estación, arrastré mis maletas entre las miles de personas que deambulaban por allí y gracias a mi enorme abrigo negro con capucha no llamaba mucho la atención, me había puesto mucho delineador y me pinté los labios muy tenuemente, eran horribles y sin forma, como de pez, así que prefería resaltar mis ojos al mundo. Antes de abordar compré algunas provisiones para el camino pero no conseguí que me vendieran cigarrillos sin identificación -tenía que ir a la embajada a sacarla pero era demasiado papeleo y no aceptaron mi pasaporte en la tienda de conveniencia- aunque por suerte un hombre de traje me ofreció uno que fumé antes de entrar al tren.

Efímero - DamieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora