Capítulo 5

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Jamie POV.

No había forma de que una gótica enclence me diera alcance y menos porque no era de la zona, tenía un acento de lo más raro aunque juraría que era americana, me moví deprisa entre las personas hasta salir de la estación, no estaba lejos del departamento, pero era bastante tarde y si me veían corriendo alguien pensaría que huyo o que soy algún tipo de ladrón, así que disminuyo el paso y meto las manos en los bolsillos, el frío es intenso y casi no siento la punta de los dedos, ojalá tuviera algún cigarrillo para calentarme.

James, no olvides que dejaste de fumar.

Luchas contra las adicciones es una jodida mierda.

La ciudad apenas está iluminada en algunas calles, y opto por entrar en una pequeña tienda abierta las veinticuatro horas por algo de comer, hace horas que la comida de Mc Donalds se me bajó, compro algunas galletas y un cartón de leche, balanceo mi cena en una bolsa de papel mientras salgo de la tienda y giro en una calle particularmente oscura, sé que me veo lo suficientemente intimidante como para que intenten atacarme así que cuando soy tacleado hacia un callejón lleno de basura no puedo evitar soltar maldiciones mientras mi atacante se sube a mi espalda y sostiene mi cabeza contra el frio asfalto.

Dakota POV.

El imbécil cleptómano sale huyendo como una nena cobarde entre la gente, para no perderlo de vista corro cargando como puedo mis cosas hasta que sale de la estación, me apresuro a subir a un taxi y sintiéndome como en una película antigua le pido al taxista que lo siga con discreción, no va muy lejos y cuando el hombretón entra a una tienda de víveres pido que me deje allí y después de pagarle me quedo afuera en la oscuridad hasta que reaparece cargado con una bolsa y camina despreocupadamente.

Vamos Johnson, hora de venganza.

Me echo la maleta al hombro para no hacer ruido mientras lo sigo, tiene un andar raro, como si caminara con las puntas de sus pies, por su altura y constitución es posible que se ejercite y esté en buena forma, ruego en silencio que las clases de yoga con mi madre sirvan de algo, porque solo hay una forma de hacer esto.

Las calles son silenciosas y tengo que actuar con rapidez, dobla una esquina en una calle oscura y distingo un callejón a un par de metros, corriendo en la punta de mis pies y empujando con todas mis fuerzas me lanzo sobre él, cae con estrepito dentro del callejón, suelto mis maletas y corro a subirme a su espalda antes de que intente levantarse, cuando alza la cabeza se la estrello con ambas manos en el piso.

-¡Auch!

-Sufre, tú sabandija cleptómana –le sigo presionando la cabeza contra el piso- ¡Joder! Bonita primera impresión de tu país me llevo contigo.

-Bienvenida a Londres pequeña Marilyn Manson –gruñe.

-¡Cierra la jodida boca! –comienzo a sacarle la bufanda con una mano- ¿Cómo te atreves a hurtar una maldita bufanda? Eres una bestia de las cloacas, llamaré a la policía...

-¡No me jodas!

En un segundo me encuentro debajo de su cuerpo, el tipo pesa una tonelada y toma mis muñecas para sostenerme contra el piso.

-Escúchame, pseudo gótica colegiala –sopla para apartar el fleco de mis ojos- estás en mi ciudad y me atacas, si alguien va a llamar a la policía seré yo.

-Sería muy inteligente de tu parte, si no fuera porque estás atacando a una pobre extranjera en un callejón vacío.

Suelto un grito y me cubre la boca con la mano, le muerdo con ganas hasta me suelta y limpia su mano en mi abrigo.

-Qué asco, espero que tengas la vacuna antirrábica.

-Y yo espero que la estupidez no se propague en mí por tu asquerosa sangre –le miro en la penumbra, puedo distinguir un poco de sus facciones y a pesar de la situación parece estar sonriendo- ¡Suéltame o gritaré de nuevo!

-Atrévete.

Grité, esta vez introdujo la bufanda en mi boca y tosí hasta escupirla.

-¿Qué te pasa? ¿Nunca te han amordazado? –Ríe- Buena falta haría con esa boca de pez que tienes.

Frunzo el ceño y le suelto algunas malas palabras que conozco en español, solo resopla y se incorpora hasta quedar sentado sobre mi estómago, intento golpearle pero sostiene mis manos contra mi pecho.

-Mira niña, estás en medio de la noche en un lugar desconocido con un extraño sobre ti, deberías agradecer que no soy un violador ni un insensible que se aproveche de las jóvenes inocentes y darme las gracias.

-Y tú dame las gracias si logras tener hijos algún día.

Gracias al yoga que desarrolló mi flexibilidad logro darle con la rodilla en las pelotas, gruñe y cae de lado con las manos en esa zona quejándose de dolor, me apresuro a ponerme de pie y desenrollo la bufanda de su cuello, cuando me alejo a tomar victoriosa mis maletas unas luces rojas y azules comienzan a danzar por las paredes hasta que una patrulla se estaciona frente al callejón y dos policías bajan de ella.

Mierda.

-¿Está bien señorita?

No puedo hablar porque el señor encantador me rodea por los hombros hasta que oculta mi cabeza en su pecho, chillo pero me aprieta el rostro con fuerza.

-Menos mal que aparecen, a mi hermana y a mí nos venían persiguiendo desde unas calles atrás, veníamos de la estación de trenes -¡Jodido mentiroso!- acaba de llegar, nuestros padres están divorciados y hace años que no nos veíamos.

-Tuvieron suerte, los vecinos llamaron para alertar que escuchaban una riña por aquí ¿ambos están bien?

-Mi hermana está algo alterada –el finge abrazarme con fuerza- casi se llevan sus maletas.

-Será mejor que regresen a casa, jóvenes.

-Así lo haremos.

Logro safarme de su agarre, el me mira con una mueca de advertencia y me limito a sacar el sobre blanco que llevo en el bolsillo y se lo tiendo al oficial.

-Estamos algo perdidos ¿podrían indicarnos si estamos cerca de esta dirección?

-Estamos a un par de calles –dice y me devuelve el sobre- los llevaré allí, suban.

Don cleptómano toma mis maletas como un caballero y las coloca en el maletero, nos llevan diciéndonos que tengamos cuidado pues la zona a esa hora puede ser peligrosas por los atacantes... ¡Já!

Nos dejan frente a un edificio y les agradecemos por su amabilidad, después que me marchan me giro a ver a mi atacante y le muestro el dedo corazón, el suelta una carcajada.

-Deberías darme las gracias por salvarte el culo.

-Deberías darme las gracias por dejarte estéril –le sonrío.

-Bueno, recuperaste tu bufanda –la señala en mi cuello- y yo mi dignidad, así que, ten cuidado niña.

-No soy una niña –me cruzo de brazos.

-Claro que sí –resopla- ahora bien, entra al edificio para que pueda irme tranquilo a... joder.

Lo veo meterse las manos a los bolsillos con una mueca en el rostro, el muy idiota olvidó la bolsa que llevaba cuando lo taclee, por sus aspecto de vagabundo quizá no tenga ni donde pasar la noche.

-Oye, déjame invitarte la cena –saco las llaves que me dieron y abro la puerta que accede a los departamentos- te lo debo por arruinártela.

-No es necesario.

-Vale, te lo pierdes entonces.

Me giro y lo escucho carraspear.

-Bueno, puede que acepte una taza de café por ayudarte a subir las maletas.

Genial, mi llegada a Londres no pudo ser más épica y al final resulta que mi primer amigo es un jodido vagabundo cleptómano.

Efímero - DamieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora