Él

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Sus ojos son cafés, tan grandes y profundos que se percibe una mirada negra y pesada. Usa anteojos para la vista, pero a pesar de ellos, lo que más resalta son sus ojos. Y no porque sean bellos precisamente, sino porque tiene una característica muy peculiar en su ojo derecho.
Años atrás tuvo una operación, para que le ayudaran a abrir sus párpados, estaban muy caídos.
Pero el párpado derecho se quedó justo a la mitad.
No sé ve mal, y tal vez suene a que me fijé en él por aquél peculiar físico, pero tiene otro sentido. Me fijé en él de esa manera porque me gustó la forma en que se expandieron sus pupilas, la curvatura de ellas se hacía más marcada cada vez que sonreía o cada vez que miraba las cuerdas de su guitarra.

Me llamó mucho la atención en cómo se concentraba en mover los dedos, en cómo sentía la vibración de la música más allá de la habitación, su pie tocando constantemente el piso con la punta, a ritmo de compás.
Me encontraba observando a más mínimo detalle la forma de sus manos, el pulso que emergía de su brazo, la curvatura de su codo cuando se movía...

-¿Tú?- una voz conocida me desconcentró de mis pensamientos sobre aquél chico del ojo peculiar.
-Mateo, ¿Qué haces aquí?-No pude evitar sonreír al descubrir de quien se trataba. Mateo era un amigo que conocí hace un par de años en un grupo católico llamado "éxodo".

Me explicó que él estudiaba en aquella escuela en dónde nos encontrábamos, muy curioso, la escuela se encontraba a unas cuantas cuadras de mí casa, y juro que jamás me topé con él.

Me encontraba ahí porque una amiga me invitó a verla ensayar, así que por más que mirara al chico misterioso, aún sin nombre, mi atención era para ella.

Y fue entonces cuando me lo presentaron, cuando por fin le pude dar un nombre a aquel chico sentado en un banco con una guitarra negra sobre su regazo, con la cara sumergida en las cuerdas de ésta, con un porte sexy, que no captas, pero yo lo hice.

"Hola" recuerdo que me dijo, y "hola" fue lo que le contesté.

"Ella durmió, al calor de las masas"

Me miró.

"Y yo desperté, queriendo soñarla"

Lo miré.

"Algún tiempo atrás, pensé en escribirle, que nunca sorteé las trampas del amor"

Yo me encontraba sentada en una banca frente a él. Pude haber escuchado unas quinientas veces "música ligera" de Soda Estéreo, y jamás me hubiera aburrido.
La melodiosa voz de mi amiga nos envolvía en una especie de paz, podía sentirme con la libertad de cerrar los ojos y cantar la letra.

Había algo en él que me atraía, no sabía qué era, pero me encantaba.

Al terminar el ensayo, platiqué un buen rato con Mateo sobre temas de éxodo, nos reímos un buen tiempo y no podía evitar notar que él nos miraba con cierto aire de envidia.
Quería que fuera a incluirse con nosotros tres, pero no se movía de su banco, ni mucho menos se despegaba de su guitarra.
No fue hasta que me paré y me fui a despedir de él, que despegó la vista de sus dedos en unísono de las cuerdas.
Mi incliné para darle un beso en la mejilla y entre más me aproximaba, su calor aumentaba.
No pude evitar sonreír a tal reacción, me había encantando aún más.

Al llegar a mí casa lo primero que hice fue tirarme de espaldas a la cama, respiré lo más profundo que pude y cerré mis ojos.
Aquél chico me había encantado, no sabía por qué el hecho de que se encontrara sumergido en su mundo (guitarra y cuerdas) me había puesto a pensar en lo atractivo que se veía.Tampoco,no podía dejar de pensar en aquélla canción que él tocó después del ensayo, la tenía retumbando en mis oídos, no sabía su nombre, pero ya la había escuchado antes.  

No me dijo nada más que un "hola" y un "adiós" y sólo me había dedicado una sonrisa. Su timidez me había cautivado, porque su aspecto no decía "tímido" más bien decía "chico malo". Había algo mal ahí, debí suponerlo.

Pronto me empecé a quedar dormida, cuando una vibración proveniente del bolsillo de mi pantalón me trajo de vuelta al mundo real. Se trataba de un mensaje de texto.

"Hola soy André, el amigo de Mateo"

No te arrepientas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora