Ian

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Era su cumpleaños número 15, no habían pasado ni dos semanas desde la última vez que lo vi.
Nos habíamos encontrado sólo un par de veces después, se me había hecho costumbre aparecerme por su salón de ensayos muy seguido. Poco tiempo después caí en la cuenta de que Mateo le había pasado mí número, a partir del mensaje que recibí empecé a platicar mucho con él, y me hizo prometer volver a verlo ensayar.

Me gustaba ir a verlo un rato, aunque no platicáramos mucho, el lenguaje que nos unía era la música.
Descubrí algo en particular; Arctic Monkeys. Aquello fue lo que nos unió, no sé cómo ni cuando pasó, pero sabía que a él también le gustaban, sabía que eran su pasión tanto como la mía.

Ya era un hecho para mí, me había gustado tanto que me había pegado su gesto tímido cada vez que nos saludábamos. Nos sonreiamos, y eso me encantaba, me encantaba poder ver las arrugas de sus ojos cuando lo hacía, le daba un aire despreocupado y sereno.

Yo a menudo también sonreía mucho, me gustaba sonreír, y ya no lo había hecho tan seguido como en ese tiempo.
Yo estaba pasando por un dilema muy grande conmigo misma, alguien me había roto el corazón, había pasado ya algún tiempo, pero la marca de la herida ahí seguía, ya quería cambiar eso.

Él no era mí salvación, pero creo que en el fondo quería que lo fuera.

Recuerdo que le mandé un mensaje de texto, lo felicité y lo invité a salir. Llevábamos un gran tiempo hablando mucho, era obvio que nos gustábamos.
Pero sólo era obvio por mensaje, en persona moría de pena y no me hablaba, sólo se enrrojecía o se tapaba la cara con un suéter para que no lo viera cuando hablaba de mí.
Debí darme cuenta desde entonces lo cobarde que era.

Al final no salimos, y eso marcó el cambio. Dejamos de hablarnos por un tiempo, yo dejé de ir a sus ensayos, simplemente seguí sin él.

Tenía asuntos más importante que resolver. Pronto me iría a Querétaro, tenía planeado un campamento de 5 días, y chicos de toda la República asistirían. Tenía que preparar maletas, ropa, de todo, no me podía dar el lujo de pensar en él. Así que por un momento lo olvidé.

Una semana antes del gran viaje, salí en la noche con mi mejor amigo Ian. Él en ese tiempo era considerado como mí hermano, pero las cosas entre los dos ya no eran las mismas. Poco a poco nos empezábamos a hartar uno del otro, algo que nunca había pasado en nuestros 3 años de amistad.
Quería arreglar las cosas con él, y creí que hablaríamos de nosotros, pero no lo hicimos.
En éxodo, el gran sueño de todos cuando entran es poder ser jefe de una tribu. El jefe es aquel que está a cargo y obviamente muchos lo ven como figura para admirar.
Ian estaba a un paso de ser el siguiente jefe de nuestra tribu, Benjamín. El campamento en Querétaro iba a ser el lugar en el que lo nombrarían, yo me encontraba muy orgullosa de él, llegar ahí no era cosa fácil.

Pero esa noche que salimos, me lo dijo todo. Él se iría en un tiempo a vivir a España, y éxodo le quitaba mucho tiempo. Desertó.
Se iba a salir de éxodo, yo era la primera en saberlo. Algo en mi pequeño mundo se quebró. Ya no tendría a mi mejor amigo conmigo, por mucho que lo siguiera viendo en la escuela, yo sabía que ya no sería lo mismo.
Y así pasó, pronto las distancias entre nosotros eran muy grandes, por mucho que sólo dos personas nos separaran en el salón, la distancia pudo haber sido de un desierto entero.
No me hablaba y yo no entendía por qué, pronto me empezó a tratar y hablar mal.
Entendí que ya nada volvería a ser igual, que aquéllas pijamadas que hacíamos o en su casa o en la mía, que todas las salidas al centro comercial para criticar personas, que todos los consejos vulgares y burdos que me daba, simplemente ya no volverían a existir.

Aquel tiempo había sido de los mejores, era el mejor amigo que siempre consideré mi hermano, había sido el mejor por mucho.
Ian me había dejado en el peor momento de mí vida.

Era una ausencia muy grande para mí, no necesitaba pensar en chicos tímidos o en el vacío de mi corazón, necesitaba volver a empezar, volver a ser yo.

Con Ian fuera de mí vida todo sería más difícil.
Aún seguía en México, faltaba un año para irse a España, pero ya había salido de éxodo, la pregunta ahora era ¿Quién tomaría el lugar de Ian?

No había nadie, sólo yo.
Y mi ex novio Willy.

No te arrepientas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora