Hace ya tiempo.

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Hace mucho tiempo escribí esto, pero siento que sigue expresando lo que vivo diariamente, así que allá va, espero que os guste. Fue para alguien muy especial, que ahora es como... ¿un desconocido? Quizás.

He estado leyendo, escuchando música, hasta incluso viendo vídeos, pero no me sale, por eso mismo, abandono esa estructura de "primero algo bonito, luego las gracias por todo, luego alguna frase por el medio, y otro final aún mejor", que aunque lo sienta siempre, ahora mismo me parece insípido y mimetizado. Si me tiene que salir algo, saldrá, sea o no una frase.

Me he estado leyendo a propósito, la letra de Tiziano sobre "La última noche del mundo", y lo único que he sacado en limpio ha sido que ha sufrido, que estaba más perdido que un europeo en Hong Kong y que su visión del amor era demasiado idealista. Idealista por todo lo que hubo vivido y lo que hubo sacado, pero fuera de todo esto, su visión sobre sus propias canciones tiene demasiada razón. La música es de la persona para la persona, de la gente para la gente, hace que ellos actúen y reaccionen con ellas, y creo recordar que lo decía en su libro «El amor llama al amor. En mis canciones lo he escrito siempre, sin embargo no me daba cuenta verdaderamente.
Es como si durante años le hubiese pedido a todos de amar y amarse incondicionalmente. Como si fuese una misión, como si esperara que lo lograran al menos los otros [...]." Y ahí todo cobra sentido. Pero no he escrito esto para analizar canciones a las que adoro y de las que estoy enamorada, ni tampoco para intentar entender al "amor" idealizado y a veces sufrido de Tiziano. A su "el amor es una cosa simple y eso lo descubrí hace poco. El ser humano es alguien simple" como decía él en resumidas cuentas. Y no, tampoco he venido a hablar de Tiziano. Aunque me gustaría, a quién voy a engañar, pero no es ni el momento ni el lugar.
Por primera vez no tengo nada claro en mi cabeza, estoy, como digo en mi novela "a merced de la suerte", que de ella tengo poca, a decir verdad. Pero el tema no es ese, el tema es que suelo arrastrar a gente conmigo, o contagiarla aunque no quiera, y por eso me paso días encerrada entre las cuatro paredes de mi habitación y las otras cuatro del salón. Cuando esto ocurre, me entran esas típicas y tópicas crisis existencialistas, que no llegan a más que a ser simples ideas flotando en mi mente y que poco a poco se disipan. Soy un maldito animal de costumbres y eso lo odio, pero no puedo hacer nada, temo demasiado a todo, pero sobre todo al fracaso. Recuerdo que Luzu decía que somos nuestras propias barreras y hoy más que nunca me doy cuenta de ello, a pesar de que haya tenido que ser por un libro el modo en que al fin regresé a una realidad atronadora e insufrible a la que prefiero no dar cara por asco y pánico. Y es que en realidad ya me da igual lo que piensen de mí, de lo que hago o dejo de hacer, de si me gusta tal o me gusta cual y eso sí que no lo descubrí leyendo, lo descubrí yendo disfrazada de cómo me pintaban y sintiéndome orgullosa de que por una vez, esos insultos podrían tener razón ahora, pero no antes. Y me sentí orgullosa por ir así, de poder reírme de mí misma sin tapujos, sin preocuparme por pensamientos de otras personas, de la posibilidad de insultarme a mí misma y no sonarme a un autoataque doloroso. Me llené de vida y al mismo tiempo me la quité. Como Dédalo e Ícaro, creí en la posibilidad de volar, pero me maté. Estoy demasiado filosófica y metafórica, y por lo que noto escribiendo esto, también melancólica.

Y esta soy yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora